jueves, 6 de junio de 2013

« Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo » (Mt 28,29).


     Esta es de la promesa de Nuestro Señor Jesús en la que nos manifiesta su Omnipresencia infinita y eterna. Una presencia en la que se nos da como alimento, en el Pan de Palabra y en el Pan Eucarístico, su Cuerpo Místico.

     Siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la Sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el Sagrario y hacerse presente a nosotros, manifestándonos por este eficacísimo medio, el Amor que nos tiene.

     Cristo es el Amor que se ofrece, que se entrega, simplemente, es el Amor por excelencia. Ama, perdona y espera; y en esa espera, lejos de apagarse esa llama, se va encendiendo. Todo lo contrario al amor humano.

     La frecuencia en los encuentros con el Amor de los Amores, hacen, sin que muchas veces nos demos cuenta, de que nuestra vida se va amoldando al diseño original, que Dios Padre Creador ideó para cada uno de nosotros en particular; y sobre todo cuando estamos conscientes de la Presencia de Dios, Uno, Trino, Vivo y Verdadero en el Pan de la Eucaristía. 
     
     En tal sentido, nos vamos convirtiendo en esos Adoradores en Espíritu y Verdad del que nos habla Jesús en Capítulo 4 versículo  23 del Evangelio de San Juan, "Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren".

     También, el Catecismo de Iglesia Católica, en el numeral 2628 nos dice lo siguiente: La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del Salvador que nos libra del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el "Rey de la gloria" (Sal 24, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios "siempre mayor". La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.



Oh saludable Hostia
Que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo danos fuerza,
concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino 
se atribuye eterna gloria:
y Él, vida sin término 
nos otorgue en la Patria.
Amén...




     

     

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