Si la Iglesia somos nosotros
Por haber sido bautizados en Cristo, habrá que reconocer que, por ese origen sustancial, todos somos iguales: A todos, <<judíos o griegos, esclavos o libres, nos bautizaron con el único Espíritu para formar un solo cuerpo>>
1 Corintios 12,13.
Todos hemos vuelto a nacer, regenerados en Cristo. Todos somos participes del oficio de Cristo, sacerdote que santifica, profeta que enseña, rey que aúna al Pueblo de Dios.
A todos nos llaman a ejercer esa misma misión, que Dios encomendó a la Iglesia, para cumplirla en este mundo.
En esta unidad e igualdad radical se dará la variedad propia de las órdenes y los grados, en la condición de cada uno de los creyentes: Esa hermosura, al fin y al cabo, un conjunto diverso.
Pero con tal que toda distinción o grado entre las personas en la Iglesia nazca y arranque de esa unidad de la misión de Cristo, que todos participemos. Y además sirva para hacer que todos vivamos en función de todos. Porque para Nuestro Dios Padre todos somos iguales.
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