La
Comunión
Espiritual es el deseo ferviente y ardiente de recibir a Jesús en la
Sagrada Eucaristía, cuando no se pueda recibir Sacramentalmente, por algún motivo.
Santo Tomás sostuvo que se puede
recibir espiritualmente a Cristo de dos manera:
ü Espiritualmente, en su estado natural, y de esta
manera la reciben los Ángeles, unidos a Él por el gozo de la caridad perfecta y
de la clara visión. Este pan lo esperamos recibir, también en la gloria.
ü Bajo las especies sacramentales,
creyendo en Él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto no solamente es
comer espiritualmente a Cristo, sino también recibir espiritualmente el
sacramento.
Resumiendo un poco las palabras del Santo
y Doctor de la Iglesia, Santo Tomás, se deduce que la Comunión Espiritual nos
trae, de cierto modo, el fruto espiritual de la propia Eucaristía recibida
sacramentalmente. Fue recomendada vivamente por el Concilio de Trento y ha sido
practicada por todos los santos, con gran provecho espiritual.
Sin duda, constituye una fuente especial
y eficaz de gracias para quien la practique fervorosa y frecuentemente. Más
aún: puede ocurrir que con una Comunión Espiritual muy fervorosa se reciban
mayor cantidad de gracias que con una Comunión Sacramental recibida con poca
devoción. Con la ventaja de que la Comunión Sacramental no puede recibirse más
que una sola vez por día y hasta dos, (bajo ciertas normas), y la Espiritual
puede repetirse muchísimas veces, en la iglesia o fuera de ella, a cualquier
hora del día o de la noche, antes o después de las comidas.
No hay fórmula determinada o
específica para realizar la Comunión Espiritual, pero hay oraciones que nos
ayudan o nos impulsan a esa intimidad con el Amado al momento de entrar en
comunión con Él, ya sólo el deseo ardiente de quererlo recibir en nuestros
corazones, abre la puerta a esa intimidad. Hay tres actos previos y que podemos hacer
brevemente, si es nuestro deseo, como son:
ü Un acto de Fe, por el cual
renovamos nuestra firme convicción de la presencia real de Cristo en la
Eucaristía. Es excelente preparación para comulgar espiritual o
sacramentalmente;
ü Un acto de deseo de recibir
sacramentalmente a Cristo y de unirse íntimamente con Él. En este deseo
consiste formalmente la Comunión Espiritual;
ü Una petición fervorosa,
pidiendo al Señor que nos conceda espiritualmente los mismos frutos y gracias
que nos otorgaría en la Eucaristía sacramentalmente recibida.
Todos los que no comulgan
sacramentalmente deberían hacerlo al menos espiritualmente, al oír la Santa
Misa. El momento más oportuno es, naturalmente, aquel en que comulga el
sacerdote. Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de
contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual. De lo
contrario, para nada les aprovecharía, y sería hasta una irreverencia, aunque
no un sacrilegio. Tradicionalmente se ha considerado la Comunión Espiritual
como un
premio de consolación para aquellos que por ciertas causas no deben
comulgar sacramentalmente, (quienes viven en unión libre o sólo casados sólo
por civil, los excomulgados, los que están en pecado mortal). Y para quienes
pueden recibir a Jesús Sacramentado, es más bien una oración de anticipación y
extensión de sus frutos. Y en esto se basa el santo Concilio de Trento cuando
dice que hay tres clases de Comunión: la primera meramente sacramental; la
segunda puramente espiritual, y la tercera sacramental y espiritual a la vez.
La Comunión Espiritual debe siempre
tener la Comunión Sacramental como meta. Los que están en pecado mortal deben
hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión
Espiritual.
Un acto de comunión espiritual,
expresado mediante cualquier fórmula devota, es recompensado con una
indulgencia parcial; y a través de ella, Jesús nos dará las gracias que
necesitemos en ese momento para ser fieles a nuestra misión de ser testigos del
Amor de Dios ante todos los hombres.
A Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: “Si
practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en
un mes verás tu corazón completamente cambiado.”
San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: “Una Comunión
espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a
punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está
enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual.”
San Antonio María Claret: “Tendré una capilla fabricada en
medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto
espiritual.”
San Francisco de Asís: “Cuando no puedo asistir a la
Santa Misa, adoro el Cuerpo de Cristo con los ojos del espíritu en la oración,
lo mismo que le adoro cuando le veo en la Santa Misa.”
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