"Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero..."
Lc. 16,13
La avaricia (del latín "avarus",
"codicioso", "ansiar") es el ansia o deseo desordenado y
excesivo por la riqueza. Su especial malicia, ampliamente hablando, consiste en
conseguir y mantener dinero, propiedades, y demás, con el solo propósito de
vivir para eso.
Se le llama pecado capital porque a
través de la ganancia o tenencia se cometen muchos otros pecados. Se teme que a
menudo se esconda como una virtud o se insinúe bajo el pretexto de ahorrar para
el futuro. La Avaricia es tener una gran ambición de poseer
cosas materiales. Somos avaros cuando lo que importa mucho es tener cosas,
tener dinero, vestidos, adornos para tu casa, aparatos, no importando que
tengas que hacer para conseguirlo.
El desear superarse económicamente a través
del trabajo honrado es bueno, lo que está mal es solo pensar en tener más y no
en ser mejor persona, mejor padre, madre, hijo o hermano... mejor amigo, mejor
trabajador, mejor jefe... Es la inclinación o deseo desordenado de placeres o
de posesiones.
El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el
deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo
desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder.
Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría
al prójimo en sus bienes temporales: El ojo del avaro no se satisface con su
suerte (Eclesiástico 14, 9)
Para
el avaro la máxima prioridad en la vida el conseguir y mantener dinero,
propiedades, y otras cosas. Hay que ser prudentes y previsivos con respecto de
los bienes materiales. Pero la avaricia
sobrepasa la precaución y la prudencia. La
prudencia nos lleva a buscar tener lo suficiente para llevar una vida sin
excesos. La avaricia nos lleva a buscar
tener demasiado. Y en esa actitud puede llegar hasta el robo para obtener el
exceso de bienes que desea.
La
avaricia es un deseo enfermizo, de cualquier cosa, no sólo de dinero. El avaro también es egoísta, por lo que se
niega a ayudar en las necesidades del prójimo, no le gusta compartir y no practica
la solidaridad; y eso es muy frecuente en nuestros días. Pero sucede que está tan a la vista, que no
se nota, pues nos parece de lo más natural.
¿No
es avaricia querer tener el mejor automóvil, el mejor reloj, el último celular,
etc...?
Contra la AVARICIA – La Virtud de la GENEROSIDAD
Dar con gusto de lo propio a los pobres y a los que
necesiten. La virtud a cultivar contra la Avaricia es la SENCILLEZ, que es ser feliz con poco y la GENEROSIDAD, que es pensar en COMPARTIR y
dar de lo tuyo. Siempre habrá otros que tienen más necesidad que tú.
Para luchar contra la avaricia lo
primero que se requiere la templanza en el uso de los bienes materiales: el
evitar el exceso y el lujo, controlar cantidad y calidad de los bienes que
adquiramos. La templanza con respecto de los bienes materiales también exige
que seamos desapegados de ellos. El practicar la generosidad nos ayuda a evitar
la avaricia; nos dispone a dar, no solamente bienes materiales, sino también de
nuestro tiempo, talento y la propia vida para cumplir la voluntad de Dios, sin
esperar nada en cambio en este mundo. Cristo nació y vivió en la sencillez y en la
pobreza.
¿Querríais ver a Dios glorificado por vosotros?
Pues bien, alegraos
del progreso de vuestro hermano
y con ello Dios será glorificado por vosotros.
Dios será alabado —se dirá— porque su siervo
ha sabido vencer la envidia
poniendo su alegría en los méritos de otros...
San Juan Crisóstomo
No hay comentarios:
Publicar un comentario