sábado, 15 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Lujuria



La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
Catecismo de la Iglesia Católica No. 2332

     La Lujuria es buscar de manera desordenada el placer sexual. Se es lujurioso cuando buscamos el placer sexual por sí mismo, porque se siente a todo dar, no importando que sea antes o fuera del matrimonio, no importando que ofendas a tu pareja, no importando que solo tu sientas bonito y tu pareja no, no importando lo que se haga para no quedar embarazada. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación.

     Como todo pecado capital, la lujuria origina otros pecados:
  • La fornicación: relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio cristiano.
  • La masturbación, los actos homosexuales, la pornografía, mal terrible de nuestra época por su difusión masiva y casi compulsiva por el Internet.
  • La pederastia, la violación, la prostitución.

      Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana. Catecismo de la Iglesia Católica No. 2359

     ¿Qué cosas nos conducen a la lujuria?
   Películas, fotografías, imágenes, en fin, todo aquello que estimulen pensamientos y deseos contrarios a la castidad y/o que nos lleven a pecar de lujuria.  Al ponernos en ocasión de pecado, ya estamos pecando.

     Es necesario entonces reconocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad, aunque el mundo nos venda otra cosa. El mundo nos vende la búsqueda del placer sexual, porque con eso nos sentimos supuestamente libres, realizados y felices. Y comenzamos a centrarnos en nosotros mismos, buscando el placer sexual, olvidándonos de Dios, de cómo nos creó y para qué puso en el ser humano la sexualidad. Seguir al mundo en cuanto a la lujuria definitivamente es desviarnos del plan de Dios desde el momento de la creación del ser humano.

     Vamos a analizar este proceso: El corazón, que está hecho para amar, y la razón, que es para razonar, son manejados por el deseo carnal, que es lo más inferior de nuestra naturaleza.  No es que sea malo el deseo carnal (si fue puesto por Dios, no es malo: lo malo es el uso que le demos). Un ejemplo puede servirnos para entender el mal uso que puede dársele a algo que Dios nos ha dado.  Dios nos dio los dientes para morder, rasgar y masticar los alimentos. Pero si una persona agresiva decide usarlo para maltratar a los demás mordiéndolos, está cambiando la finalidad de una cosa buena para hacer algo malo que termina por desvirtuar el fin para el que fue hecho.

     La Lujuria es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la castidad. Recordemos que Dios ideó el sexo como algo hermoso y que tiene dos fines:
Unir a la pareja, por eso sólo se vale dentro del matrimonio.
El acto sexual siempre debe estar “abierto a la vida” y no usar métodos anticonceptivos que pongan en riesgo la vida de la pareja y de los bebes que se puedan concebir.





Contra la Lujuria – La Virtud de la CASTIDAD

     La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. Catecismo de la Iglesia Católica No. 2337

     La Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. La castidad no es una negación de la sexualidad.  Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad.

     Dios bendijo al hombre y a la mujer con atracción mutua. Mientras ambos viven bajo el amor de Dios, sus corazones buscan el amor divino que es ordenado hacia darse buscando ante todo el bien del otro. El placer entonces es algo bueno pero muy inferior. En comunión con Dios se ama verdaderamente y se respeta a la otra persona como hijo o hija de Dios y no se le tiene como objeto de placer. En el orden de Dios se puede reconocer la necesidad de la castidad para que el amor sea protegido. Es necesario entonces conocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad.

     Pero el pecado desordenó la atracción entre hombre y mujer de manera que el deseo carnal tiende a separarse de propósito divino y a dominar la mente y el corazón. La lujuria crece cuanto más nos buscamos a nosotros mismos y nos olvidamos de Dios. De esta manera lo inferior (el deseo carnal) domina a lo superior (el corazón que fue creado para amar). Cuando la lujuria no se rechaza con diligencia, el sujeto cae presa de sus propios deseos que terminan por dominarle y envilecerle.

     La lujuria se vence cuando guardamos la mente pura (lo cual requiere guardarse de miradas, revistas, etc. que incitan a la lujuria) y dedicamos toda nuestra energía a servir a Dios y al prójimo según nuestra vocación. Si nos tomamos en serio nuestra vida en Cristo podremos comprender el gravísimo daño que la lujuria ocasiona y, aunque seamos tentados estaremos dispuestos a luchar y sufrir para liberarnos. Un ejemplo es San Francisco, quien al ser tentado con lujuria se arrojó a unos espinos. Así logró vencer la tentación.

     La castidad es usar de ese hermoso regalo que Dios dio al hombre y que se llama sexo, de acuerdo a las reglas de Dios: solo dentro del matrimonio y solo con tu esposo/a, que sea un acto de entrega amorosa (hacer feliz al otro) y no un acto de egoísmo (solo importa lo que yo sienta), que si quiero planear mi familia, lo haga con métodos naturales.

   La castidad es también cuidar mis ojos, mis oídos y mi mente de todo aquello que los medios de comunicación me venden como algo normal y que yo sé que es algo que está mal, que ofende a Dios y que me hace daño. Cuando estés tentado a ver este tipo de programas, revistas, libros, piensa: ¿Qué piensa Dios de mí en este momento? Debemos ser castos en pensamientos, deseos, palabras y acciones.


Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha “revestido de Cristo” (Gálatas 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.
Catecismo de la Iglesia Católica No. 2348

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