domingo, 16 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Pereza o Acedia


“El espíritu está pronto pero la carne es débil”
 (Mateo 26,41)

            La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2094). Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis (Reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud), al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. La Pereza es la flojera que te lleva a descuidar tus obligaciones. Falta culpable de esfuerzo fisico o espiritual; acedia, ociosidad.

            La pereza es el desgano culpable en el cumplimiento de las obligaciones, en el trabajo y en el estudio. Incluye la ociosidad, que –como dice el dicho- es la madre de todos los vicios.  Incluye la postergación culposa: dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Se considera acedia o pereza espiritual, cuando hay falta de interés en los bienes espirituales y el desgano para responder a las gracias divinas. Se es perezoso cuando impulsados por la flojera dejamos de hacer lo que sabemos que debemos hacer, porque estamos descansando tan rico, porque mejor lo hacemos luego.

            El Catecismo de la Iglesia Católica la nombra acentuando la í: acedía, y la clasifica entre los pecados contra el Amor a Dios, pecados contra la Caridad, considerado como pecado capital porque da origen a otros pecados y ellos son:
ü  La indiferencia
ü  La ingratitud
ü  La tibieza
ü  La acedía
ü  El odio a Dios

            No existe una manera de relacionarlos entre sí, ni cómo un pecado lleva al otro, sólo que los cinco se resumen en uno solo, la Pereza. Lo que sí tenemos por cierto, que en cuanto al odio a Dios no es más que su culminación y última consecuencia. Recordemos lo que nos dice el Señor a través de su Palabra: "...tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apocalipsis 2, 4); "puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Apocalipsis 3, 16).

            Al atacar la vitalidad de las relaciones con Dios, la pereza o la acedia conlleva consecuencias desastrosas para toda la vida moral y espiritual. Disipa el tesoro de todas las virtudes, oponiéndose directamente a la caridad, pero también a la esperanza, a la fortaleza, a la sabiduría y sobre todo a la religión, a la devoción, al fervor, al amor de Dios y a su gozo.

            Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios.
ü  La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza.
ü  La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor.
ü  La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad.
ü  La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino.
ü  El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas.





Contra la Pereza – La Virtud de la LABORIOSIDAD o DILIGENCIA

            La virtud a cultivar y combatir la Pereza es la LABORIOSIDAD o la DILIGENCIA, que significa ser trabajador, estar activo. Prontitud de ánimo para obrar el bien. Hasta la Virgen María, Madre de Dios era muy trabajadora en su casa: lavaba, barría, fregaba, cosía, hacía comida. El trabajo es algo que nos santifica. Hagámoslo con alegría y con amor.

            Diligencia es interés, responsabilidad, cuidado, eficiencia y prontitud en el cumplimiento del deber, así como el ánimo para obrar el bien.

            La palabra diligencia procede del latín "Diligere" que significa. Forma parte de la virtud de la caridad ya que está motivada por el amor y sobre todo al amor de Dios. La diligencia, en sentido más alto, es el esmero y el cuidado en ejecutar algo. Una prontitud de hacer algo con gran agilidad tanto interior como exterior. Como toda virtud se trabaja, netamente poniéndola en práctica.

            En su calidad de virtud, la diligencia abarca a Dios, a uno mismo y con los demás:
ü  Diligencia con Dios significa cumplir con los compromisos con él (oraciones, promesas, mandamientos, etc).
ü  Diligencia con uno mismo significa no ser inactivo, no caer en la pereza, con metas fijas y cumpliéndolas a tiempo.
ü  Diligencia con los demás significa poner entusiasmo en las acciones que se realizan con y para ellos.


            ¿Qué cosas ha dispuesto Dios para ayudarnos a vencer los Pecados Capitales?
ü  Las gracias actuales que constantemente está regalándonos, pero que muchísimas veces despreciamos.  Todo impulso para ser casto, humilde, generoso, etc. es una gracia divina.  El no aprovechar esos impulsos es desperdiciar las gracias actuales que Dios nos da.
ü  Los Sacramentos: la Confesión: para confesar los pecados capitales, para sabernos perdonados y para recibir las gracias específicas que nos llevan a perseverar en las virtudes opuesta a estos pecados. La Comunión: que nos da la fortaleza interior para la virtud.
ü  La oración: que nos fortalece también en la lucha interior contra los pecados capitales.  Dentro de la oración, recordar que un arma muy poderosa es el Santo Rosario. La Santísima Virgen María, es nuestra aliada en la lucha contra estos pecados.


Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza... Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio...  Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios. Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.
Efesios 6

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