Encendida la cuarta vela en nuestra corona de Adviento, nos indica que se acerca la Navidad, y vale la pena preguntarse que tan preparados estamos para recibir al “Dios con nosotros”, para vivir la Navidad como el tiempo propicio para el amor y la misericordia de Dios, que en Jesús, ha venido para compartir nuestros sufrimientos y nuestras esperanzas.
Estamos invitados a celebrar personal, familiar y colectivamente la buena noticia que Dios se hace solidario con los hombres y mujeres de buena voluntad. Así como lo hizo María, la Virgen Madre de la primera Navidad en Belén, la llena de gracia que desde el anuncio del Ángel, encarno la buena nueva de la salvación.
María de Nazaret llevó en su vientre con inefable amor de madre a Jesucristo, ella vivió un Adviento de nueve meses en su regazo materno y virginal. Por eso ella, es modelo de la esperanza cristiana porque supo, como nadie, preparar un sitio al Señor, el Hijo que florecía en sus entrañas. Como dijo San Agustín, “Ella (María) concibió primero en su corazón y después en su vientre”
María es “bendita entre todas las mujeres”, así lo exclamo Isabel llena del espíritu Santo. (Lc 1, 41), quien también en ese encuentro afirmo “Dichosa tu, que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. (Lc 1,
Cuando María llegó a la casa de su prima Isabel, ella, que no la esperaba, se sorprendió mucho, y el Espíritu Santo le iluminó el milagro que Dios Padre había realizado, asimismo Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen María, trae como don a la vida, de cada creyente.
Cercana ya la Navidad, María se nos presenta como ese gran ejemplo de fe, servicio y amor, ella es como un imán que nos arrastra a creer como ella creyó y a vivir los grandes valores que enriquecieron su vida, fundamentados en el EMMANUEL
Lic. María Isabel Espina
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