viernes, 19 de febrero de 2016

Atletas de la Misericordia


    



Con esperanza y gozo seguimos avanzando en el Año Santo de la Misericordia, y adicionalmente como buenos atletas de Dios nos ejercitamos especialmente en  cuaresma, tiempo intenso de oración, penitencia, conversión, pero sobre todo  caridad. 
 
  Ser atleta de Cristo, como dijo San Pablo,   implica llevar un dinámico  plan de vida con oración,  penitencia, solidaridad, acción de gracias y  una  continua participación sacramental, de tal manera que durante la  jornada cuaresmal hay un grado extra de compromiso y  debe ser “vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (MisericordiaeVultus, 17). 

   Así como todo atleta o deportista cumple una rigurosa jornada de ejercicios para estar siempre en óptimas condiciones en sus respectivas competencias, así también todo cristiano católico debe ejercitar su fe y compromiso evangélico  y  específicamente el Papa Francisco en este año santo nos invita a transitar el camino cuaresmal trabajando con las Obras de Misericordia. 

   Dado  que la Cuaresma “es un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia, y porque es un modo de “despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”


Según el Catecismo de la Iglesia Católica; las obras de la misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (Is 58, 6-7; Hb 13, 3) Instruir, aconsejar, consolar, confortar; son obras espirituales de misericordia, como también  lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar al enfermo y a los presos, enterrar a los muertos ( Mt 25, 31-46) (2247).

    La misericordia nos llama a salir al encuentro  del hermano necesitado,  procurando su bienestar, aliviando sus pesares y necesidades recordando las palabras de Jesús. “Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron en su casa; sin ropas y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”  (Mt 25, 35-36)

   Tenemos que practicar el amor conforme al mensaje cristiano y  las obras de misericordia forman parte de la terapia idónea para ejercitar nuestra fe, no solamente durante el tiempo cuaresmal, sino como opción de vida diaria, porque siempre en el entorno familiar, laboral o social, hay o habrá una hermana o hermano, necesitado  de ayuda espiritual o material. 

    La práctica de la caridad a través de las obras de misericordia,  también se fundamenta en el mandamiento de “Amar a DIOS sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”  (Mt 22, 37-39). Este amor se debe manifestar no solo en sentimientos y en palabras, sino en hechos concretos y en la capacidad de dar. Como lo indica Sor Faustina en su diario: “Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo; la primera-la  acción, la segunda- la palabra y la tercera-la oración. En estas tras formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia mí”. (742)

   Recordemos también que el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este año se titula  “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13), donde nos indica que “Es siempre un milagro, que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales”. 

   Así como el atleta entrena rigurosamente, se abstiene de cosas y se somete a la disciplina,  el cristiano también debe ser disciplinado y acatar las normas  establecidas con el fin de alcanzar la meta celestial, viendo en cada hermano a Cristo mismo y como San Pablo  nos invita a correr por Cristo. ” ¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen”  (1Cor 9, 24-5).  Sigamos corriendo para alcanzar la  meta o la “corona incorruptible”,  entre otras cosas, con amor solidario y obras de misericordia.








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