jueves, 10 de marzo de 2016

Caminos de la Conversión


 

    En la cuenta regresiva para el Triduo Pascual, la liturgia en las últimas semanas del tiempo cuaresmal nos conduce por las sendas de la misericordia, del perdón y del amor divino, como muestras tenemos la Parábola  del Hijo Prodigo y la acusación contra la  Mujer Adúltera.
  
En ambas narraciones Jesús, nos plantea la gran riqueza del amor de Dios, el buen Padre siempre a la espera del hijo pecador, urgido de  engalanarlo con las nuevas vestiduras de la reconciliación y liberación.

Seguramente en muchas ocasiones nosotros, cual hijos pródigos, nos levantamos de nuestro error, de las malas andanzas y ya muy  lejos de casa a consecuencia del pecado,  decidimos regresar por los caminos de la Conversión, para confesamos y arrojamos a los brazos abiertos de nuestro Padre celestial, que nos espera, nos acepta, nos perdona y nos revela su misericordia infinita.

No olvidemos que la Cuaresma es un llamado muy vivo a alejarnos de todo pecado, es una invitación a "volvernos hacia Dios": "Conviértete y cree en el evangelio" (Marcos.1, 15). La Cuaresma estimula a la conversión, a llevar una vida conforme con lo que Cristo enseñó y respaldó, cien por ciento con su vida. Y como lo afirma el Papa Francisco “La Conversión, es una tarea, es un trabajo, de todos los días”.

 La buena noticia del evangelio en el quinto domingo del tiempo cuaresmal, se fundamenta en las palabras de Jesús a la mujer adúltera;Vete y no peques más”. (Juan 8,11), porque sentencia el pecado, y no a la pecadora, a quien el Señor la deja ir sin condenarla, pero si la exhorta a rehacer su vida, a no volver a reincidir en el pecado. 

   En ese relato con Jesús, hay dos respuestas claras del pecador ante el misericordioso juez.Inicialmente el grupo de “escribas y fariseos” que “alarmados” por el adulterio de aquella mujer, están dispuestos a “apedrearla” y retan a Jesús a pronunciarse sobre este delicado caso de “flagrante adulterio”, porque la ley ordena juicio firme.

Jesús no condena, pero si se apunta al centro del corazón de todos los “acusadores”, mientras aquella mujer seguramente temblaba de miedo,oyó decir al Señor" "aquel de ustedes que no tenga pecado, que lance la primera  piedra”. el silencio fue abrumador y en un colectivo “examen de conciencia” uno a uno de los “acusadores” abandonó el lugar “empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer”.(Juan8)


Para San Agustín en el relato bíblico: “Sólo dos quedan: la miserable y la Misericordia”. Jesús reconforta a la mujer, y con su mirada misericordiosa, le pregunta: ¿Nadie te ha condenado?" Ella le contestó: "Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno”.(Juan 8, 1-11)

 Asi entendemos que la conversión es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la Redención de Cristo y al igual que la “mujer adúltera o del hijo pródigo”,“tenemos la oportunidad de aprovechar los errores y los de nuestros “acusadores”, para experimentar una intensa conversión, fruto de un encuentro verdadero con Jesús. 

   Avanzamos en la última etapa de la Cuaresma, y seguramente luego de oír repetidamente el llamado a la conversión, es posible que, tengamos propósitos incumplidos u objetivos inalcanzados. De ser así, que el resultado sea un motivo no para desanimarnos, sino para seguir perseverando en los difíciles y también esperanzados caminos de la conversión, recordando que somos peregrinos en esta vida terrenal, llamados para avanzarhacia el bien, hacia la verdad, hacia un mayor compromiso cristiano.

     Dios es misericordioso, y también anhela que nos acojamos a su misericordia, por la vía de la reconciliación, porque el  sacramento no queda reducido a la confesión de los pecados, sino que asimismo forma parte del proceso de una conversión continua. 

Dios como Padre misericordioso reconcilió consigo a la humanidad por la pasión, muerte y resurrección de su hijo y derramó al Espíritu Santo, para el perdón de los pecados, por el ministerio de la Iglesia.  Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso”. (Joel  2, 12-13)

  La antesala a la Semana Santa, es una oportunidad para volver a casa de Dios, a través de su palabra y del sacramento de la confesión, sigamos entonces peregrinando los caminos de la conversión hacia la Pascua, para vivirla,no como espectadores, sino muyactivos unidos a Jesús,para pasar junto a él, de la muerte y el pecado, a una nueva vida,más justa, más fortalecida y más solidaria. 

“Para que Cristo pueda reinar plenamente en el bautizado, es necesario que este siga fielmente sus enseñanzas, no debe nunca bajar la guardia para no permitir de ningun modo al adversario, recuperar terreno”. Benedicto XVI 

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.














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