En la cuenta regresiva para el Triduo Pascual,
la liturgia en las últimas semanas del tiempo cuaresmal nos conduce por las
sendas de la misericordia, del perdón y del amor divino, como muestras tenemos
la Parábola del Hijo Prodigo y la
acusación contra la Mujer Adúltera.
En ambas narraciones Jesús, nos plantea la
gran riqueza del amor de Dios, el buen Padre siempre a la espera del hijo
pecador, urgido de engalanarlo con las
nuevas vestiduras de la reconciliación y liberación.
Seguramente en muchas
ocasiones nosotros, cual hijos pródigos, nos levantamos de
nuestro error, de las malas andanzas y ya muy lejos de casa a consecuencia del pecado, decidimos regresar por los caminos de la Conversión, para confesamos y arrojamos
a los brazos abiertos de nuestro Padre celestial, que nos espera, nos acepta,
nos perdona y nos revela su misericordia infinita.
No olvidemos que la Cuaresma es un llamado muy vivo a
alejarnos de todo pecado, es una invitación a "volvernos hacia Dios":
"Conviértete y cree en el evangelio" (Marcos.1, 15). La Cuaresma estimula
a la conversión, a llevar una vida conforme con lo que Cristo enseñó y respaldó,
cien por ciento con su vida. Y como lo afirma el Papa Francisco “La Conversión, es una tarea, es un trabajo, de todos los días”.
La buena noticia del evangelio en el quinto
domingo del tiempo cuaresmal, se fundamenta en las palabras de Jesús a la mujer
adúltera;“Vete
y no peques más”. (Juan 8,11), porque sentencia el pecado, y
no a la pecadora, a quien el Señor la deja ir sin condenarla, pero si la
exhorta a rehacer su vida, a no volver a reincidir en el pecado.
En ese relato con Jesús, hay dos respuestas
claras del pecador ante el misericordioso juez.Inicialmente el grupo de
“escribas y fariseos” que “alarmados” por el adulterio de aquella mujer, están
dispuestos a “apedrearla” y retan a Jesús a pronunciarse sobre este delicado
caso de “flagrante adulterio”, porque la ley ordena juicio firme.
Jesús no condena, pero si se
apunta al centro del corazón de todos los “acusadores”, mientras aquella mujer seguramente
temblaba de miedo,oyó decir al Señor" "aquel de ustedes que no tenga pecado,
que lance la primera piedra”. el
silencio fue abrumador y en un colectivo “examen de conciencia” uno a uno de
los “acusadores” abandonó el lugar “empezando por los más viejos, hasta que
dejaron solos a Jesús y a la mujer”.(Juan8)
Para San Agustín en el
relato bíblico: “Sólo dos quedan: la miserable y la Misericordia”. Jesús
reconforta a la mujer, y con su mirada misericordiosa, le pregunta: ¿Nadie te ha condenado?" Ella le
contestó: "Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno”.(Juan 8, 1-11)
Asi entendemos que la
conversión es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la Redención de
Cristo y al igual que la “mujer adúltera o del hijo pródigo”,“tenemos la
oportunidad de aprovechar los errores y los de nuestros “acusadores”, para
experimentar una intensa conversión, fruto de un encuentro verdadero con Jesús.
Avanzamos en la última etapa de la Cuaresma,
y seguramente luego de oír repetidamente el llamado a la conversión, es posible
que, tengamos propósitos incumplidos u objetivos inalcanzados. De ser así, que
el resultado sea un motivo no para desanimarnos, sino para seguir perseverando
en los difíciles y también esperanzados caminos de la conversión, recordando
que somos peregrinos en esta vida terrenal, llamados para avanzarhacia el bien,
hacia la verdad, hacia un mayor compromiso cristiano.
Dios es misericordioso, y también anhela
que nos acojamos a su misericordia, por la vía de la reconciliación, porque
el sacramento no queda reducido a la
confesión de los pecados, sino que asimismo forma parte del proceso de una
conversión continua.
Dios como Padre
misericordioso reconcilió consigo a la humanidad por la pasión, muerte y
resurrección de su hijo y derramó al Espíritu Santo, para el perdón de los
pecados, por el ministerio de la Iglesia.
Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y
misericordioso”. (Joel 2, 12-13)
La antesala a la Semana Santa, es una
oportunidad para volver a casa de Dios, a través de su palabra y del sacramento
de la confesión, sigamos entonces peregrinando los caminos de la conversión hacia
la Pascua, para vivirla,no como espectadores, sino muyactivos unidos a Jesús,para
pasar junto a él, de la muerte y el pecado, a una nueva vida,más justa, más fortalecida
y más solidaria.
“Para que Cristo pueda
reinar plenamente en el bautizado, es necesario que este siga fielmente sus
enseñanzas, no debe nunca bajar la guardia para no permitir de ningun modo al
adversario, recuperar terreno”. Benedicto XVI
Twitter:
@mabelespina.
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