Estamos
transitando por una nueva cuaresma para llegar al núcleo de nuestra fe: la
Pascua del Señor. En este tiempo,la
limosna, la oración y el ayuno se convierten en nuestro ejercicio de conversión
para volver a Dios Padre misericordioso. En los actuales momentos se hace
necesario que en la familia se transmita y practique una convivencia del “dar”,
del “orar” y del “ayunar” entre sus miembros.
Como reflexión de este artículo ¿Es esta triada“ayuno-oración-limosna”tu vivencia cuaresmal,como signo de conversión personal de
los valores fundamentales del evangelio de Cristo vividos en familia?.
La limosna nos acerca a Dios y nos lleva hacia la práctica del
“dar”, como una condiciónpropia del
hombre misericordioso, de realizarlas obras de caridad hacia los necesitados.
Quizás nos ha pasado que discordamos con quien hace la limosna por la manera
como la hace. También podemos disentir con la persona queextiendesu mano para
pedir una limosna. Tal vez podemos no aprobar el sistema socio-político de un
país por no cumplirse la justicia social.Sin
embargodebe suscitar en sí mismo el deseo interior de “dar” y de ayudar para quien tiene una necesidad de pedir.
La Oración es otro de los caminos paraestar cerca de Padre. Practicar la oración nos ayuda renovar nuestro interiorpara que sea Dios el centro de nuestra vida. A caminar hacia la conversión.A renunciaral pecado,cambiando nuestra forma rutinaria de vivir, para descubrir el amor de Dios.
El Ayuno se convierte junto con la oración y la limosna, en una de las mediaciones para el encuentro con Dios.San Agustín decía: “No es cuestión de estómago sino de corazón”. Es el símbolo y expresión de una renuncia a aquello que nos impide realizar en nosotros el proyecto de Dios.Se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros errores para el bien de la Iglesia.
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Mgr. Mary Teresa Rojas Lares
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