jueves, 24 de marzo de 2016

De Belén a Jerusalén



  De Belén a Jerusalén, la herencia cristiana trasciende hasta hoy en día, porque ambas ciudades convergen en la gran vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo Jesús. En Belén con el gozo de su  nacimiento en la humilde cuna de la pesebrera abrió las puertas de la nueva etapa de la historia de la salvación y en Jerusalén, Jesús al  morir crucificado y resucitar,nos demuestra el culmen de la revelación del amor misericordioso del Padre.
   Cristo fue enviado por Dios al mundo para llevar a cabo la redención del hombre mediante el sacrificio de su propia vida. Precisamente a través de ese amor misericordioso, estamos llamados a vencer el pecado y buscar vivir en la verdad. “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. (1 Juan 4, 9-10). “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único” (Juan 3, 16). “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Romanos 5, 8).
   Asi como la hermana naturaleza nos regala la belleza del inicio de la primavera, la Iglesia Católica en estos días nos ofrece nuevamente la extraordinaria oportunidad  de reencontrarnos con la riqueza del amor y la misericordia de Dios, al celebrar el misterio de la Redención de Cristo, “el Cordero de Dios”, quien toma el lugar para recibir el castigo merecido por nuestros pecados y el júbilo de su resurrección.
  Los acontecimientos relacionados con la Pasión, Muerte y Resurrección  de Jesús son históricamente únicos e irrepetibles, por eso cada año la Iglesia nos invita a renovar la fe y a reflexionar, así como lo plantea el Papa Francisco:   “La Semana Santa, es un tiempo de gracia que el Señor nos ofrece para abrir las puertas del corazón, de la vida, de las parroquias y movimientos, saliendo al encuentro de los demás y brindando la luz y el gozo de nuestra fe…Sabiendo que nosotros ponemos las manos, los pies, el corazón, pero es Dios quien guía y hace fecundas nuestras acciones".



Con su cruz hasta su luz…

  De Belén a Jerusalén el culmen de la salvación, de Belén a Jerusalén su primera tierna sonrisa como niño y el suspiro final en la cruz.Paso a paso de Belén a Jerusalén todo lo que Jesús hizo durante su vida terrenalen la cruz, llega al culmen y cuando proclamamos que Cristo es nuestro Salvador, no solo estamos diciendo que Él nos ha redimido, sino que también trazó el verdadero camino que nos lleva a la plenitud de nuestra fe cristiana y como alternativa para meditarla están los Misterios Dolorosos del santo rosario, acompañando a Jesús por la “vía dolorosa”.

   La Oración en el Huerto: La oración fue para Jesús, a lo largo de toda su vida un elemento de vital importancia,  los cuatro  evangelistas nos dan testimonio de ello. En la oración, Jesús encontró siempre la fuerza que necesitaba para enfrentar los momentos difíciles, y para cumplir a cabalidad la misión que el Padre le había encomendado y en esa noche luego de cenar con sus discípulos instituyendo la eucaristía, el sacerdocio, el mandamiento del amor y antes de ser arrestado, la oración hizo que su amor fuera más grande que su temor.
   “Jesús dijo a sus discípulos: "Siéntense aquí mientras voy a orar". Y llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia, y les dijo: "Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense aquí y permanezcan despiertos". Jesús se adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que si era posible no tuviera que pasar por aquella hora. Decía: "Abbá - Padre - para ti todo es posible, aparta de mi esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú". Marcos 14, 26.32-36.
  Pidamos a Jesús que nos dé un corazón orante como el suyo, y que  haga crecer nuestra fe en Dios y la capacidad de amar a los demás, con un amor compasivo y misericordioso, sincero y servicial, en todas las circunstancias de la vida. 

  En la Flagelación, obviamente  Jesús con cada latigazo experimentó un profundo dolor físico, pero sobre todo padeció dolores espirituales, viéndose traicionado por Judas, negado por Pedro, abandonado por los demás discípulos, y acusado injustamente por las autoridades religiosas de su pueblo, que no le reconocían como el Mesías.

“Al darse cuenta Pilato de que no conseguía nada, sino que más bien aumentaba el alboroto, pidió agua y se lavó las manos delante del pueblo. Y les dijo: "Ustedes responderán por su sangre, yo no tengo la culpa". Y todo el pueblo contestó: "¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!". Entonces Pilato les soltó a Barrabás. Mandó azotar a Jesús y lo entregó a los que debían crucificarlo”.  Mateo: (27,24-26)
  Aprendamos de Jesús la fortaleza del cuerpo y del espíritu y la solidaridad  por todas aquellas personas, que padecen injusticia y violencia. Por quienes están encarcelados por delitos que no han cometido y pidamos por quienes tienen la gran responsabilidad de impartir justicia.

La Coronación de espinas;  Jesús siendo víctima de sus verdugos, guardo silencio, ni una queja salió de sus labios, seguramente oraba, ofrendando al Padre ese doloroso y humillante momento, enseñándonos a ser tolerantes cuando somos ofendidos por alguien.
   “Los soldados romanos llevaron a Jesús al patio del palacio y reunieron a toda la tropa en torno a él. Le quitaron sus vestidos y le pusieron una capa de soldado de color rojo. Después le colocaron en la cabeza una corona que habían trenzado, con espinos; y en la mano derecha le pusieron una caña. Doblaban la rodilla ante Jesús, y se burlaban de él diciendo: "¡Viva el rey de los judíos!". Mateo: 27, 27-30
   Pidamos a Jesús doliente, que nos haga "mansos y humildes de corazón", como él lo fue siempre; Hombres y mujeres de paz, capaces de perdonar y de pedir perdón, en todas las circunstancias de la vida. 


El camino al calvario; Jesús cargando sobre sus sangrantes hombros el madero de la Cruz, nos enseña que el amor cuando es verdadero, no puede ser derrotado por nada ni por nadie, porque es una fuerza que proviene de Dios y es tan grande como Él.
"Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí, le crucificaron". Juan 19, 16-18
   Ayúdanos Dios, a cargar nuestra cruz con alegría, respetando siempre la voluntad del Padre. Concédenos que no vacilemos al decidir si la cruz es tuya o de mis semejantes y para que juntos podamos glorificar al Padre, y salvar las almas.

Jesús muere en la cruz; El precio de nuestra redención había sido pagado, en la muerte de nuestro Señor Jesucristo encontramos el gran amor de Dios por cada una de nosotros, pero al mismo tiempo, nos dice el Papa Francisco, descubrimos el llamado “a dejarnos contagiar por este amor, a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano.”
   "Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dice al discípulo: "ahí tienes a tu madre"... (Después) la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona...y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" y, dicho esto, expiró". (Juan 19, 26-27; Lucas 23, 44-46)

  Demos gracias a Dios por la salvación del mundo entero y con la intersección de nuestra Madre María Dolorosa, podamos perseverar hasta el final, y cuando termine nuestro viaje terrenal, Oh buen Jesús permite que sean los ángeles los que canten el último verso de nuestra vida: "Todo ha terminado."

   Especialmente en esta año Jubilar de la Divina Misericordia, busquemos para que las celebraciones de estos días trasciendan en nuestra vida y nos ayuden a permanecer en la fidelidad a Dios, para alabarle y proclamarlo nuestro  Rey, perseverando  en nuestra “vía dolorosa” con  los frutos de su redención y  caminando gozosos hacia la Pascua. 

  “En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. En la cruz está "el Señor de cielo y tierra", y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra. Todos los males destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo. Es una "oliva preciosa" la santa cruz que con su aceite nos unta y nos da luz. Alma mía, toma la cruz con gran consuelo, que ella sola es el camino para el cielo”.  Poema de Santa Teresa de Ávila

  
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.














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