De Belén a Jerusalén, la herencia cristiana
trasciende hasta hoy en día, porque ambas ciudades convergen en la gran vida,
pasión, muerte y resurrección de Cristo Jesús. En Belén con el gozo de su nacimiento en la humilde cuna de la pesebrera
abrió las puertas de la nueva etapa de la historia de la salvación y en
Jerusalén, Jesús al morir crucificado y
resucitar,nos demuestra el culmen de la revelación del amor misericordioso del
Padre.
Cristo fue enviado por Dios al mundo para
llevar a cabo la redención del hombre mediante el sacrificio de su propia vida.
Precisamente a través de ese amor misericordioso, estamos llamados a vencer el
pecado y buscar vivir en la verdad. “En esto se manifestó el amor que Dios nos
tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de
él. (1 Juan 4, 9-10). “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único” (Juan
3, 16). “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros” (Romanos 5, 8).
Asi como la hermana naturaleza nos regala la
belleza del inicio de la primavera, la Iglesia Católica en estos días nos
ofrece nuevamente la extraordinaria oportunidad
de reencontrarnos con la riqueza del amor y la misericordia de Dios, al
celebrar el misterio de la Redención de Cristo, “el Cordero de Dios”, quien
toma el lugar para recibir el castigo merecido por nuestros pecados y el júbilo
de su resurrección.
Los acontecimientos relacionados con la Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesús son
históricamente únicos e irrepetibles, por eso cada año la Iglesia nos invita a
renovar la fe y a reflexionar, así como lo plantea el Papa Francisco: “La Semana Santa, es un tiempo de gracia que
el Señor nos ofrece para abrir las puertas del corazón, de la vida, de las
parroquias y movimientos, saliendo al encuentro de los demás y brindando la luz
y el gozo de nuestra fe…Sabiendo que nosotros ponemos las manos, los pies, el
corazón, pero es Dios quien guía y hace fecundas nuestras acciones".
De Belén a Jerusalén el culmen de la
salvación, de Belén a Jerusalén su primera tierna sonrisa como niño y el
suspiro final en la cruz.Paso a paso de Belén a Jerusalén todo lo que Jesús
hizo durante su vida terrenalen la cruz, llega al culmen y cuando proclamamos
que Cristo es nuestro Salvador, no solo estamos diciendo que Él nos ha
redimido, sino que también trazó el verdadero camino que nos lleva a la plenitud
de nuestra fe cristiana y como alternativa para meditarla están los Misterios
Dolorosos del santo rosario, acompañando a Jesús por la “vía dolorosa”.
La Oración en el Huerto: La
oración fue para Jesús, a lo largo de toda su vida un elemento de vital
importancia, los cuatro evangelistas nos dan testimonio de ello. En
la oración, Jesús encontró siempre la fuerza que necesitaba para enfrentar los
momentos difíciles, y para cumplir a cabalidad la misión que el Padre le había
encomendado y en esa noche luego de cenar con sus discípulos instituyendo la
eucaristía, el sacerdocio, el mandamiento del amor y antes de ser arrestado, la
oración hizo que su amor fuera más grande que su temor.
“Jesús dijo a sus discípulos:
"Siéntense aquí mientras voy a orar". Y llevó consigo a Pedro, a
Santiago y a Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia, y les dijo:
"Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense aquí y permanezcan
despiertos". Jesús se adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que si
era posible no tuviera que pasar por aquella hora. Decía: "Abbá - Padre -
para ti todo es posible, aparta de mi esta copa. Pero no se haga lo que yo
quiero, sino lo que quieres tú". Marcos 14, 26.32-36.
Pidamos a Jesús que nos dé un corazón orante
como el suyo, y que haga crecer nuestra
fe en Dios y la capacidad de amar a los demás, con un amor compasivo y
misericordioso, sincero y servicial, en todas las circunstancias de la vida.
En la Flagelación,
obviamente Jesús con cada latigazo
experimentó un profundo dolor físico, pero sobre todo padeció dolores
espirituales, viéndose traicionado por Judas, negado por Pedro, abandonado por
los demás discípulos, y acusado injustamente por las autoridades religiosas de
su pueblo, que no le reconocían como el Mesías.
Aprendamos de Jesús la fortaleza del cuerpo y
del espíritu y la solidaridad por todas
aquellas personas, que padecen injusticia y violencia. Por quienes están
encarcelados por delitos que no han cometido y pidamos por quienes tienen la
gran responsabilidad de impartir justicia.
La
Coronación de espinas;
Jesús siendo víctima de sus verdugos, guardo silencio, ni una queja salió
de sus labios, seguramente oraba, ofrendando al Padre ese doloroso y humillante
momento, enseñándonos a ser tolerantes cuando somos ofendidos por alguien.
“Los soldados romanos llevaron a Jesús al
patio del palacio y reunieron a toda la tropa en torno a él. Le quitaron sus
vestidos y le pusieron una capa de soldado de color rojo. Después le colocaron
en la cabeza una corona que habían trenzado, con espinos; y en la mano derecha
le pusieron una caña. Doblaban la rodilla ante Jesús, y se burlaban de él
diciendo: "¡Viva el rey de los judíos!". Mateo: 27, 27-30
Pidamos a Jesús doliente, que nos haga
"mansos y humildes de corazón", como él lo fue siempre; Hombres y
mujeres de paz, capaces de perdonar y de pedir perdón, en todas las
circunstancias de la vida.
"Tomaron, pues, a
Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en
hebreo se llama Gólgota, y allí, le crucificaron". Juan 19, 16-18
Ayúdanos Dios, a cargar nuestra cruz con
alegría, respetando siempre la voluntad del Padre. Concédenos que no vacilemos
al decidir si la cruz es tuya o de mis semejantes y para que juntos podamos
glorificar al Padre, y salvar las almas.
Jesús
muere en la cruz; El precio de nuestra redención había sido
pagado, en la muerte de nuestro Señor Jesucristo encontramos el gran amor de
Dios por cada una de nosotros, pero al mismo tiempo, nos dice el Papa
Francisco, descubrimos el llamado “a dejarnos contagiar por este amor, a mirar
siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien
tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos
invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la
mano.”
"Jesús, viendo a su madre y junto a
ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu
hijo". Luego dice al discípulo: "ahí tienes a tu madre"...
(Después) la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona...y Jesús,
dando un fuerte grito, dijo: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu"
y, dicho esto, expiró". (Juan 19, 26-27; Lucas 23, 44-46)
Demos gracias a Dios por la salvación del
mundo entero y con la intersección de nuestra Madre María Dolorosa, podamos perseverar
hasta el final, y cuando termine nuestro viaje terrenal, Oh buen Jesús permite
que sean los ángeles los que canten el último verso de nuestra vida: "Todo
ha terminado."
Especialmente en esta año Jubilar de la
Divina Misericordia, busquemos para que las celebraciones de estos días
trasciendan en nuestra vida y nos ayuden a permanecer en la fidelidad a Dios,
para alabarle y proclamarlo nuestro Rey,
perseverando en nuestra “vía dolorosa” con los frutos de su redención y caminando gozosos hacia la Pascua.
“En la cruz está la vida y el consuelo, y
ella sola es el camino para el cielo. En la cruz está "el Señor de cielo y
tierra", y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra. Todos los males
destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo. Es una
"oliva preciosa" la santa cruz que con su aceite nos unta y nos da
luz. Alma mía, toma la cruz con gran consuelo, que ella sola es el camino para
el cielo”. Poema
de Santa Teresa de Ávila
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina.
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