Popularmente el mes de Mayo es el “mes de
las flores”, en la mayoría de los países está relacionado con la intensidad de
la primavera; por el revestimiento de los árboles con sus respectivos flores y
frutos. A nivel social están las importantes efeméridesdel Día Internacional de
la Madre y de la Familia. Así también a
la luz de nuestra fe católica, en el mes de mayo “florece” parte del Tiempo
Pascual y las importantes solemnidades de la Ascensión, Pentecostés, Santísima
Trinidad y Corpus Christi.
Pero en el corazón del mes de Mayo, destaca
el florecimiento espiritual con la
devoción a María Santísima, puntualmente en las advocaciones de Fátima, Nuestra
Señora de Luján, Auxiliadora y la Fiesta de la Visitación, por lo cual en los grupos de apostolado, comunidades de fe,
parroquias y hogares se acostumbra organizar jornadas especiales de oración,
meditaciones, rosarios, procesiones, charlas, entre otras actividades.
Como lo afirma el Papa Emérito Benedicto
XVI,“armoniza
bien la tradición de la Iglesia de dedicar el mes de mayo a la Virgen María.
Ella en efecto, es la flor más hermosa que ha brotado de la creación, la *rosa*
que apareció en la plenitud de los tiempos, cuando Dios enviando a su Hijo, dio
al mundo una nueva primavera”. (Regina Coeli, 9 de mayo de 2009).
Con el auge de la devoción mariana en la
Edad Media surge la tradición de rendir culto a las virtudes de la Madre de
Dios, especialmente cada mes de Mayo. Por ejemplo Alfonso X, Rey de Castilla, escribió las
Cantigas de Santa María, porque quería“trovar en honor de la Rosa de las Rosas y
de la flor de las flores”.YSan Felipe Neri en el siglo XVI continuo propagando el mes mariano, invitando
a los jóvenes a cantar, llevar flores y ofrecer ofrendas o sacrificios a la
Virgen María.
Así cada generación enriqueció
y transmitió la tradición del mes marianoentendiendo que al amar y venerar a María,
agradecemos y glorificamos a Dios por su testimonio de vida. Y hasta en la
actualidad heredamos y administramos esta bella herencia espiritual y podemos
exclamar como San Efrén; ¡Oh
azucena esplendida y rosa de delicada fragancia, el aroma de tu santidad
perfumó toda la tierra, ruega para que seamos el agradable aroma de Cristo y lo extendamos por
toda la tierra.
Como cristianos católicos y devotos marianos
entonces aprovechemos la oportunidad
para reflexionar en el “mes de las flores” sobre María, especialmente como
“Flor de La Santísima Trinidad”,
porque María es la Hija del Padre, la Madre del Verbo divino y la Esposa del
Espíritu Santo, y así también podemos proclamar con gozo como el salmista:“Que admirable, Señor, es tu poder”. Salmo 8
Trinidad Santa, un solo Dios
Frecuentemente profesamos
nuestra fe católica, porque creemos en el misterio de un solo Dios en Tres
Personas. Dios es uno, pero hay tres Personas en Dios. Se aman entre si y nos
aman a nosotros con un amor que es infinito, que es Dios.
Por eso en el inicio de cada Eucaristía nos
encomendamos al Dios Uno y Trino con la
exclamación de San Pablo; “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios
Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes”. (2Co 13, 13)
El Misterio de la Santa Trinidad, es el
máximo conocimiento sobre Dios que encontramos en el Nuevo Testamento, a través
de la revelación hecha por Dios mismo en la persona de Jesús, quien a su vez
revela al Espíritu Santo como el consolador y santificador. Es decir Dios se
nos revela y nos hace partícipes de este misterio de fe.
“El Padre es lo mismo que el
Hijo, el Hijo es lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el
Espíritu Santo, es decir un solo Dios por naturaleza”. Catecismo, 253
En palabras del Papa Benedicto XVI, “Esta revelación se resume en estas
palabras, “Dios es amor”, (1Jn 4, 8) y el amor es siempre un misterio, una
realidad que supera la razón”. (Ángelus: 22-05-05)
Así tenemos a un Dios que es Padre y nos
ama, a Jesús que es el Hijo muy amado de Dios, a quien debemos escucharlo (Mc
9,7) y al Espíritu que es fuente de todo consuelo. Como dice San Agustín, “Amante, amado y amor”.
Pero además del amor,
nuestra unión de vida con la familia trinitaria nace también en el bautismo “Por la gracia del bautismo “en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” somos llamados a participar en la
Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y después de la
muerte, en la luz eterna”. Catecismo,
265
San Juan también nos indica la importancia
de la unión trinitaria cuando al Ascender Jesús dijo a sus discípulos “Vayan
pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo”. (Juan
28, 20)
De tal manera que nuestra fe se fortalece en
la esencia gloriosa del Padre, siguiendo los pasos por el camino de verdad y
vida que nos indica Jesús como Hijo, y dejándonos guiar por la fuerza
inspiradora del Espíritu Santo, con sus dones y frutos.
Ahora bien Dios Padre nos
reveló su amor enviando a su Hijo Jesús, quien también nos manifestó su amor
dando la vida por nuestra salvación y animado por el Espíritu Santo, en toda
esta relación de amor trinitario y divino, el vínculo humano está en la Virgen
María, porque Dios quiso asociarla al Hijo, como cooperadora en la redención de la humanidad.
“María es esa mujer que desde siempre el Señor
se preparó, para nacer como una flor en el
jardín que a Dios enamoró”.
Desde la Anunciación vemos
como María es la seleccionada para acoger en ella parte de la relación del amor
eterno entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es decir que desde su “maternidad divina”,
ella está muy vinculada con la Santísima Trinidad, porque “Para ser la Madre
del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan
importante”. Catecismo, 490
“Obra maestra de la Santísima Trinidad entre todas las creaturas, es la
Virgen María, en su corazón humilde y lleno de fe en Dios, se preparó una morada digna para realizar el misterio de
la salvación. El amor divino encontró en ella una correspondencia perfecta y en
su seno el Hijo unigénito se hizo hombre”. Benedicto XVI, (Homilía,
11-06-2006)
María acepta la acción
divina desde el principio por su fe, confió en el anuncio del Ángel y se
entregó a la voluntad de Dios sin cálculos humanos (Lc 1,35). Por la fe, María
pone todas sus esperanzas en el poder de Dios Padre, y por eso es proclamada
dichosa por Isabel y por todas las generaciones futuras.
“El Espíritu Santo fue enviado para
santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es
“el Señor que da la vida”. Haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre
en una humanidad tomada de la suya”. Catecismo, 485
Dios Padre eligió a la
siempre Virgen María desde toda la eternidad y habiendo dado a luz al Redentor
del género humano, la relación con su Hijo es íntima y total, según nos relata el Evangelio “Dio a luz a su
hijo primogénito lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre”. (Lc 2,
7.12)
El Concilio Vaticano II,
sitúa a María en el misterio trinitario y como expresión de la asociación de la
Madre a la obra salvífica; “Redimida de un modo eminente en atención a los
futuros méritos de su Hijo y a Él unida con estrecho e indisoluble vínculo,
está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios
Hijo y por tanto la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo”.
(LG 53)
Con el “si” y posterior maternidad de María, la humanidad se reencuentra con el
senda de la salvación trazada por el Padre, a través de la acción redentora del
Hijo y la acción permanente del Santo Espíritu, que sigue guiando y protegiendo
hasta en hoy en día a la Iglesia Católica.
“María fue la primera que guardó plenamente
la palabra de su Hijo, demostrando así que lo amaba no sólo como madre, sino
antes como sierva humilde y obediente, por esto Dios Padre la amó y en ella
puso su morada la Santísima Trinidad. De este modo ya antes y sobre todo
después de la Pascua, la Madre de Jesús se convirtió también en la Madre y el
modelo de la Iglesia”. Benedicto XVI
(Regina Coeli, 9 de mayo de 2009).
No dejemos pasar el mes de
Mayo o cualquier fiesta mariana para reflexionar en el ejemplo que nos da “laflormásbellayllenadegracia”,
porque en ellase mantiene activa la comunión trinitaria y como Madre
Auxiliadora de los cristianos,María ora e intercede para que la Iglesia siga
adelante con su misión evangelizadora y para que en cada uno de nosotros
florezcan las virtudes necesarias, para cumplir la voluntad divina y permanecer
en la presencia de la Santa Trinidad, aun en los momentos más difíciles de la
vida.
Pidamos su intersección orando como San
Francisco de Asís; “Santa María Virgen, no hay mujer alguna nacida en el mundo que te
iguale, hija y sierva del Altísimo Rey, el Padre celestial. Madre del Señor
nuestro Jesucristo, esposa del Espíritu Santo, ruega por nosotros a tu
Santísimo Hijo querido Señor y Maestro”.Amén
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina.
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