domingo, 29 de mayo de 2016

Flor de La Trinidad



  
       Popularmente el mes de Mayo es el “mes de las flores”, en la mayoría de los países está relacionado con la intensidad de la primavera; por el revestimiento de los árboles con sus respectivos flores y frutos. A nivel social están las importantes efeméridesdel Día Internacional de la Madre y de la Familia. Así  también a la luz de nuestra fe católica, en el mes de mayo “florece” parte del Tiempo Pascual y las importantes solemnidades de la Ascensión, Pentecostés, Santísima Trinidad y Corpus Christi.

   Pero en el corazón del mes de Mayo, destaca el florecimiento espiritual  con la devoción a María Santísima, puntualmente en las advocaciones de Fátima, Nuestra Señora de Luján, Auxiliadora y la Fiesta de la Visitación, por lo cual  en los grupos de apostolado, comunidades de fe, parroquias y hogares se acostumbra organizar jornadas especiales de oración, meditaciones, rosarios, procesiones, charlas, entre otras actividades.  
  
   Como lo afirma el Papa Emérito Benedicto XVI,“armoniza bien la tradición de la Iglesia de dedicar el mes de mayo a la Virgen María. Ella en efecto, es la flor más hermosa que ha brotado de la creación, la *rosa* que apareció en la plenitud de los tiempos, cuando Dios enviando a su Hijo, dio al mundo una nueva primavera”. (Regina Coeli, 9 de mayo de 2009). 

    Con el auge de la devoción mariana en la Edad Media surge la tradición de rendir culto a las virtudes de la Madre de Dios, especialmente cada mes de Mayo. Por ejemplo  Alfonso X, Rey de Castilla, escribió las Cantigas de Santa María, porque quería“trovar en honor de la Rosa de las Rosas y de la flor de las flores”.YSan Felipe Neri en el siglo XVI  continuo propagando el mes mariano, invitando a los jóvenes a cantar, llevar flores y ofrecer ofrendas o sacrificios a la Virgen María. 

Así cada generación enriqueció y transmitió la tradición del mes marianoentendiendo que al amar y venerar a María, agradecemos y glorificamos a Dios por su testimonio de vida. Y hasta en la actualidad heredamos y administramos esta bella herencia espiritual y podemos exclamar como San Efrén;  ¡Oh azucena esplendida y rosa de delicada fragancia, el aroma de tu santidad perfumó toda la tierra, ruega para que seamos el  agradable aroma de Cristo y lo extendamos por toda la tierra

   Como cristianos católicos y devotos marianos entonces aprovechemos la oportunidad  para reflexionar en el “mes de las flores” sobre María, especialmente como “Flor de La Santísima Trinidad”, porque María es la Hija del Padre, la Madre del Verbo divino y la Esposa del Espíritu Santo, y así también podemos proclamar con gozo como el salmista:“Que admirable, Señor, es tu poder”.  Salmo 8 

Trinidad Santa, un solo Dios

Frecuentemente profesamos nuestra fe católica, porque creemos en el misterio de un solo Dios en Tres Personas. Dios es uno, pero hay tres Personas en Dios. Se aman entre si y nos aman a nosotros con un amor que es infinito, que es Dios.

   Por eso en el inicio de cada Eucaristía nos encomendamos al Dios Uno y Trino  con la exclamación de San Pablo; “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes”. (2Co 13, 13)

   El Misterio de la Santa Trinidad, es el máximo conocimiento sobre Dios que encontramos en el Nuevo Testamento, a través de la revelación hecha por Dios mismo en la persona de Jesús, quien a su vez revela al Espíritu Santo como el consolador y santificador. Es decir Dios se nos revela y nos hace partícipes de este misterio de fe.

“El Padre es lo mismo que el Hijo, el Hijo es lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir un solo Dios por naturaleza”. Catecismo, 253
   En palabras del Papa Benedicto XVI, “Esta revelación se resume en estas palabras, “Dios es amor”, (1Jn 4, 8) y el amor es siempre un misterio, una realidad que supera la razón”. (Ángelus: 22-05-05)   

    Así tenemos a un Dios que es Padre y nos ama, a Jesús que es el Hijo muy amado de Dios, a quien debemos escucharlo (Mc 9,7) y al Espíritu que es fuente de todo consuelo. Como dice San Agustín, “Amante, amado y amor”.

Pero además del amor, nuestra unión de vida con la familia trinitaria nace también en el bautismo  “Por la gracia del bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” somos llamados a participar en la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y después de la muerte, en la luz eterna”.  Catecismo, 265
    San Juan también nos indica la importancia de la unión trinitaria cuando al Ascender Jesús dijo a sus discípulos “Vayan pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.   (Juan 28, 20)


  De tal manera que nuestra fe se fortalece en la esencia gloriosa del Padre, siguiendo los pasos por el camino de verdad y vida que nos indica Jesús como Hijo, y dejándonos guiar por la fuerza inspiradora del Espíritu Santo, con sus dones y frutos.   
 
Ahora bien Dios Padre nos reveló su amor enviando a su Hijo Jesús, quien también nos manifestó su amor dando la vida por nuestra salvación y animado por el Espíritu Santo, en toda esta relación de amor trinitario y divino, el vínculo humano está en la Virgen María, porque Dios quiso asociarla al Hijo, como cooperadora  en la redención de la humanidad.
 “María es esa mujer que desde siempre el Señor se preparó, para nacer como una flor en el  jardín que a Dios enamoró”.   

     Desde la Anunciación vemos como María es la seleccionada para acoger en ella parte de la relación del amor eterno entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Es decir que desde su “maternidad divina”, ella está muy vinculada con la Santísima Trinidad, porque “Para ser la Madre del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante”. Catecismo, 490

     “Obra maestra de la Santísima Trinidad entre todas las creaturas, es la Virgen María, en su corazón humilde y lleno de fe en Dios, se preparó  una morada digna para realizar el misterio de la salvación. El amor divino encontró en ella una correspondencia perfecta y en su seno el Hijo unigénito se hizo hombre”. Benedicto XVI, (Homilía, 11-06-2006)
María acepta la acción divina desde el principio por su fe, confió en el anuncio del Ángel y se entregó a la voluntad de Dios sin cálculos humanos (Lc 1,35). Por la fe, María pone todas sus esperanzas en el poder de Dios Padre, y por eso es proclamada dichosa por Isabel y por todas las generaciones futuras.

   “El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es “el Señor que da la vida”. Haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya”.  Catecismo, 485
Dios Padre eligió a la siempre Virgen María desde toda la eternidad y habiendo dado a luz al Redentor del género humano, la relación con su Hijo es íntima y total,  según nos relata el Evangelio “Dio a luz a su hijo primogénito lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre”. (Lc 2, 7.12)

El Concilio Vaticano II, sitúa a María en el misterio trinitario y como expresión de la asociación de la Madre a la obra salvífica; “Redimida de un modo eminente en atención a los futuros méritos de su Hijo y a Él unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y por tanto la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo”. (LG 53)

   Con el “si” y posterior maternidad de  María, la humanidad se reencuentra con el senda de la salvación trazada por el Padre, a través de la acción redentora del Hijo y la acción permanente del Santo Espíritu, que sigue guiando y protegiendo hasta en hoy en día a la Iglesia Católica.

    “María fue la primera que guardó plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así que lo amaba no sólo como madre, sino antes como sierva humilde y obediente, por esto Dios Padre la amó y en ella puso su morada la Santísima Trinidad. De este modo ya antes y sobre todo después de la Pascua, la Madre de Jesús se convirtió también en la Madre y el modelo de la Iglesia”.  Benedicto XVI (Regina Coeli, 9 de mayo de 2009).   

    No dejemos pasar el mes de Mayo o cualquier fiesta mariana para reflexionar en el ejemplo que nos da “laflormásbellayllenadegracia”, porque en ellase mantiene activa la comunión trinitaria y como Madre Auxiliadora de los cristianos,María ora e intercede para que la Iglesia siga adelante con su misión evangelizadora y para que en cada uno de nosotros florezcan las virtudes necesarias, para cumplir la voluntad divina y permanecer en la presencia de la Santa Trinidad, aun en los momentos más difíciles de la vida.

   Pidamos su intersección orando como San Francisco de Asís; “Santa María Virgen, no hay mujer alguna nacida en el mundo que te iguale, hija y sierva del Altísimo Rey, el Padre celestial. Madre del Señor nuestro Jesucristo, esposa del Espíritu Santo, ruega por nosotros a tu Santísimo Hijo querido Señor y Maestro”.Amén


Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.









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