Con la popularidad de las
redes sociales, también se abren camino cada día más las aplicaciones de
fotografías, mejor conocidas como Selfies,
donde cientos de personas las publican para compartir con sus “seguidores o
contactos”, situaciones cotidianas.
Selfie
es un término inglés que se emplea como sinónimo de “autofoto o autorretrato” y
tiene más de un siglo de antigüedad, pero su auge se produjo a partir del
año 2000, con el uso de las cámaras
digitales y los teléfonos celulares o móviles.
A pesar de tratarse de una acción
aparentemente espontánea y carente de técnica, la realidad es que este tipo de
fotografías se ha convertido en uno de los elementos básicos de comunicación
gráfica de los últimos tiempos, razón por la cual existe mucho más contenido
del que podemos apreciar a simple vista.
Como ejemplo tenemos al propio Papa
Francisco, quien en sus visitas pastorales o desde la Plaza San Pedro, en
reiteradas ocasiones ha compartido Selfies
con jóvenes y adultos, por su claro
interés de aprovechar el avance tecnológico en su misión evangelizadora, para
revitalizar la fe católica y atraer nuevos creyentes.
Por eso la invitación para aprovechar este
recurso de la comunicación gráfica para evangelizar, sobre todo en este tiempo
de Cuaresma y para cada momento de nuestra vida en general. Más allá de
preparar nuestra mejor postura ante la cámara, brindemos el mejor testimonio o Selfie Cuaresmal posible para Dios y sobre todo para el
prójimo.
En el inicio del camino cuaresmal, el Papa
Francisco dijo que “es un tiempo de
esperanza que requiere empeño porque “nadie va al Paraíso en carroza”. Por
eso “Cada paso, cada cansancio, cada
prueba, cada caída, todo tiene solo sentido en el interior del diseño de salvación
de Dios, que quiere para su pueblo la vida y no la muerte, la alegría y no el
dolor”. Nuestra salvación es ciertamente don suyo y porque es una historia de
amor requiere nuestro ‘sí’ y nuestra participación, como nos demuestra nuestra
Madre María y después todos los santos”. (Homilía; 01-03-2017)
Ya estamos en la tercera semana de Cuaresma y
vale la pena evaluar el camino recorrido, si es más de lo mismo o si al
contrario la oración, la limosna y el ayuno practicado con mayor fervor, han
enriquecido nuestra vida como un manantial del que brota vida, amor y sobre
todo caridad.
En la liturgia dominical Jesús sale a
nuestro encuentro, como salió un día al encuentro de la mujer samaritana,
ofreciéndonos la posibilidad de renovar nuestras vidas. La mujer samaritana simboliza
todas nuestras ansias, limitaciones y necesidades que sólo en Jesús obtienen
respuesta y atención.
“La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarse dentro, para hacer surgir nuestros deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así: “Jesús dame de esa agua así no tendré más sed”. Papa Francisco, (Ángelus: 23-03-2014)
Cansado del camino, Jesús se sienta junto al
pozo de Jacob, donde llega una mujer a sacar agua, de Sicar un pueblo semi-pagano, despreciado por los judíos,
pero Jesús superando los perjuicios y con espontaneidad inicia el diálogo
diciéndole; “Mujer, dame de beber”. (Jn 4,7).
O como reflexionaba San Agustín, «Aquel que pedía de beber, tenía sed de la fe de aquella mujer»
En el encuentro con la Samaritana, podemos
identificarnos porque Jesús nos espera especialmente en este tiempo de
Cuaresma, para hablarnos al corazón, escuchando especialmente su voz que nos
dice: “Si conocieras el don de Dios y quien
es el que te pide de beber, tú le pedirías a él y él te daría agua viva".
(Jn 4, 10-11)
Recordemos que la conversión del pecador sólo
se da al experimentar esencialmente el amor y la misericordia de Dios, pero también entendemos en el relato
del evangelio que se trata de un encuentro penitencial en el que Jesús como
maestro y un buen confesor, conociendo la vida personal de la mujer samaritana,
le habla del «Agua viva» capaz de
saciar la sed y de convertirse en ella en un «manantial de agua que salta hasta la vida eterna». (Jn 4, 13-15)
Además Jesús le revela que había llegado la
hora de cambiar de vida y de adorar al único Dios verdadero en espíritu y en
verdad, “Pero se acerca la hora, y ya
está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en
espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto.
Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en
verdad". (Jn 4, 23)
Ella reconoce a Jesús como “profeta” y deja su
cántaro porque ya no necesita agua del pozo, ya tiene la fuente de la vida eterna
y su deseo es ir y compartir esta fe con los demás, como nueva evangelizadora; “Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue
al pueblo y comenzó a decir a la gente: "Vengan a ver a un hombre que me
ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?" Salieron del
pueblo y se pusieron en camino hacia a donde Él estaba”. (Jn 4,28-30)
Porque
seguramente como aquella mujer samaritana, otras personas en ese pueblo también
buscaban ese manantial de vida eterna y querían que el vacío de su corazón
fuera sanado con algo diferente y eterno .No con cosas pasajeras como los
vicios, las drogas, el placer, el dinero, entre otros.
Pero finalmente escuchamos las palabras de
nuestro Señor Jesucristo que dice: "Levantad
los ojos y contemplad los campos que están ya dorados para la siega; el segador
ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se
alegran lo mismo sembrador y segador" (Jn 4, 35-36).
Inicialmente la mujer sólo veía en Jesús a
un viajero cansado, sin medios para sacar agua del pozo y calmar su sed, así de
la misma manera, muchos siguen creyendo en un Cristo crucificado, vencido
aparentemente, que en sus últimos momentos de vida volvía a repetir en medio de
su agonía la misma frase: "Tengo
sed" (Jn 19:28).
Que el ejemplo de la mujer samaritana nos
permita profundizar y reflexionar sobre nuestro compromiso cristiano que
estamos renovando desde el pasado miércoles de ceniza, como un camino que nos
lleve al misterio más profundo de nuestra fe; la muerte y la resurrección de nuestro
Señor.
Pidamos a Dios la gracia de prepararnos
espiritualmente para vivir la Pascua no como espectadores sino
unidos a Jesús para poder pasar, junto a él, de la muerte, del pecado, del
odio, del egoísmo, del desaliento, a la vida nueva, renovada, a una sociedad
más justa y esperanzada, como dice San Pablo “apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios”. (Rom 5,5)
Por lo tanto ofrezcamos un verdadero
testimonio cristiano, posando siempre con el rostro resplandeciente y siempre victorioso
ante las pruebas de fe. Sobre todo con el entusiasmo de practicar la caridad y
compartir nuestro mejor Selfie Cuaresmal, ante Dios y a nuestros hermanos.
“El episodio de la samaritana delinea el itinerario de fe que todosestamos llamados a recorrer. También hoy Jesús "está sediento", es decir, desea la fe y el amor de la humanidad. Del encuentro personal con él, reconocido y acogido como Mesías, nace la adhesión a su mensaje de salvación y el deseo de difundirlo en el mundo”. San Juan Pablo II (Homilía, 03-03-2002)
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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