martes, 28 de marzo de 2017

Primavera Espiritual



En armonía con la hermana naturaleza y como dijo San Juan Crisóstomo avanzamos hacia la Pascua, por el camino cuaresmal revestidos con la fuerza, el florecimiento, el calor y la luz de  la Primavera Espiritual”.

   En primavera la naturaleza despierta y renace luego de la rigurosidad del frío invierno y en el plano espiritual la Iglesia simultáneamente nos invita a una renovación, a un cambio de vida, con los beneficios propios de la Cuaresma. 

   De la frialdad de la nieve del pecado el camino cuaresmal nos conduce al calor y la intensidad del hermano sol de la conversión, compartiendo con nuestro prójimo el amor misericordioso que sólo Dios como Padre y Redentor, nos puede dar. 

   Como peregrinos de la vida terrenal la meta es alcanzar la Primavera Eterna, la herencia que nos ofrece nuestro hermano mayor Jesús, con su redención en la cruz, por lo tanto nos corresponde perseverar en la caridad, en la oración y sobre todo viviendo en coherencia con las exigencias básicas del Evangelio Así como afirma el Papa Emérito Benedicto XVI; 


No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino”. (Homilía, 16-09-2005)


    No se trata de un cumplimiento formal del tiempo cuaresmal,  aún estamos a tiempo de experimentar y compartir una verdadera conversión interior, como fruto del encuentro con Dios. Para así comunicar esa fe renovada y revestida de la luz del amor divino, asumiendo el reto de nuestro tiempo de hacer cercano el Evangelio, anunciando y testimoniando la Buena Nueva de la Salvación.

   En palabras del Papa Francisco; "Cada encuentro con Jesús nos cambia la vida". (Homilía; 23-03- 2014). Y precisamente de eso se trata la principal enseñanza de la liturgia en el inicio de la cuarta semana de Cuaresma.      Porque detallando la Carta de San Pablo a los Efesios o el Evangelio según San Juan,  interpretamos varios interrogantes. ¿Qué lugar ocupa Jesús en la camino de nuestra vida? ¿Estamos en luz o en las tinieblas? ¿Qué tipo de ceguera  nos impide avanzar en nuestro compromiso cristiano?

    Para responder tomemos en cuenta las palabras de San Pablo: “En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad”. (Ef 5, 8-9)

  En el Evangelio según San Juan, con la curación de un ciego de nacimiento el propio Jesús nos ayuda a responder nuestro autoexamen y nos enseña también a defender y ayudar al prójimo excluido y despreciado socialmente, él no pasa de largo, sino que asume la voluntad de Dios ante la necesidad del ciego y las dudas de sus discípulos al indicar enfáticamente; "Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en tierra e hizo lodo con la saliva, le untó con ello los ojos y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé" (que significa enviado). Fue, se lavó y volvió con vista." (Jn 9, 5-7).

    Por su parte el ciego al encontrarse con Jesús cambia totalmente su vida, después de una curación  en la que él también colaboró, no sólo es sanado de la vista sino de la fe, al lograr ver más allá de un hecho milagroso, contempla la misericordia y la gracia de Dios en un dialogo breve con Jesús; "Jesús oyó que lo habían expulsado; fue a buscarlo y le dijo: "¿Tú crees en el hijo del Hombre?" .Él le respondió: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús le dijo: "Lo estás viendo; es el que habla contigo". Respondió: "Creo, Señor". Y se puso de rodillas ante él."  (Jn 9, 35-38)

   Así también como ocurre frecuentemente a nuestro alrededor, en contraposición a la fe del ciego curado está el corazón endurecido de los fariseos quienes no aceptan el milagro ni a Jesús como el Mesías. Pero el ciego, en cambio, sin entrar en discusiones teológicas manifiesta al igual que la Mujer Samaritana, su experiencia del encuentro personal con Jesús y comunica su fe: “Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. (Jn 9, 25)

   En esta Cuaresma dejemos que Cristo nos “devuelva la vista”, con un corazón arrepentido y sencillo, revisemos nuestra conciencia y que las palabras de San Pablo; «Caminad como hijos de la luz» (Ef 5, 8), nos estimulen a seguir  recorriendo este camino de conversión y renovación espiritual, lejos de la soberbia y el orgullo; “...Porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz. Por eso se dice: “Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”. (Ef 5,14),


   Además Jesús es nuestro Pastor y nada nos faltará, por ser un Dios fiel a sus promesas él está con nosotros todos los días, con su amor y gracia nos guía y protege para avanzar con seguridad y valentía, aun en valles oscuros; “Nada temo porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad”.  (Salmo 22)

   Recordemos igualmente las palabras del Señor al Profeta Samuel; “Yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones". (1Sam 16). 

    Así también encomendamos especialmente el camino cuaresmal, nuestra Primavera Espiritual  a María, Reina y Madre, su oración y ejemplo nos ayuden a testimoniar  los frutos de la luz, “bondad, santidad y verdad, con hechos y palabras. 

    “El ciego ha lavado el barro de sus ojos, y se ha visto a sí mismo; otros han lavado la ceguera de su corazón, y se han examinado a sí mismos. De este modo, abriendo exteriormente los ojos de un ciego, nuestro Señor abre secretamente los ojos de muchos otros ciegos… En estas pocas palabras del Señor están escondidos tesoros admirables, y en esta curación, fue esbozado un símbolo: Jesús, hijo del Creador. (San Efrén, Comentario al Diatessaron, 16, 28-31)

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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