lunes, 3 de abril de 2017

Creer para vivir



   La liturgia cuaresmal se abre paso en la quinta semana y nos conduce a la ciudad de Betania, esta vez para reflexionar sobre el testimonio de los tres hermanos,  María, Marta y Lázaro, narrado según San Juan  y que nos brinda el contundente mensaje del triunfo de la VIDA sobre la muerte y de la Fe sobre la desesperanza. 

    A pocos días de la Pascua con el milagro de la resurrección de Lázaro, Jesús se revela a sí mismo como nuestra Resurrección y nuestra Vida, donde la última palabra no la tienen ni la muerte ni el pecado, sino el Padre Dios que por amor, misericordia y fidelidad, nos resucitará. Como dice Papa Emérito Benedicto XVI;  

 “Al encontrar a Cristo, entramos en contacto, más aún, en comunión con la vida misma y ya hemos cruzado el umbral de la muerte, porque estamos en contacto, más allá de la vida biológica, con la vida verdadera”. (Homilía 09-03-2008)


   Al igual que en los relatos de los domingo anteriores con la Mujer Samaritana  y de la sanación del Ciego de nacimiento, en la resurrección de Lázaro también el Jesús dialoga e interpela, como clave para manifestar su gracia. 

   En el diálogo con Marta (Jn 11, 20-27) se encuentra una de las revelaciones más precisas sobre Jesús, como Resurrección y Vida, porque para una vida nueva, plena e inmortal, sólo hay que creer en él; “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?  (Juan 11:25-26)

   Al creer se manifiesta la confianza, la obediencia y la entrega, así como lo manifiesta Jesús en Betania y en otros tantos relatos  bíblicos, porque Lázaro aunque volvería a morir en el futuro, en él era más grande su confianza y su esperanza que Cristo le resucitaría en el día final.

   En Betania Lázaro enfermo y moribundo y hoy en día miles de mujeres y hombres sepultados por el peso de sus pecados y temores solo pueden encontrar en Cristo, la fuerza necesaria para su sanación, conversión y liberación. 

   Por ejemplo San Agustín ve en la resurrección de Lázaro una semejanza con el Sacramento de la Penitencia, así como Lázaro sale de la tumba, así salimos nosotros cuando nos confesamos; “Los oprimidos por la costumbre están aprisionados, y Cristo brama para resucitarlos… Aquel cuya voz traspasa los corazones sea el que grite: Lázaro, sal fuera; esto es, vive, sal del sepulcro, muda la vida, da fin a la muerte. Y el muerto salió atado con las vendas; porque, si bien el consuetudinario cesa de pecar, todavía es reo de lo pasado, y necesario es que ruegue y haga penitencia por lo hecho, no por lo que hace, pues ya no lo hace; está vivo, no lo hace, pero aún está ligado por las cosas que hizo. Luego es a los ministros de la Iglesia, por medio de los cuales se imponen las manos a los penitentes, a los que dice Cristo: Desatadle y dejadle ir. Dejadle, desatadle: Lo que desatéis en la tierra, desatado quedará en el cielo. (Sermón 139 A).
 
"¡Lázaro, sal fuera!". (Jn 11,41- 43)

   Este mandato también es para nosotros, con frecuencia necesitamos que Jesús quite la pesada piedra de tantos temores y dudas. Necesitamos oír su voz y que nos llame por nuestro nombre para salir del sepulcro de la rutina, de la desesperación, de la tristeza, del miedo, de la violencia, de los vicios, para avanzar a una nueva vida.

   “Cristo no se resigna a los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte… nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la que nos hemos encerrado, contentándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre” Dejémonos aferrar, liberar, por las palabras que Jesús nos repite a cada uno: “salí afuera”. Nuestra resurrección empieza cuando decidimos obedecer a la orden de Jesús de salir a la luz, a la vida”. (Papa Francisco; Ángelus; 06-04-2014)

   La resurrección de Lázaro, es signo de nuestra resurrección futura, pero también es prueba elocuente del poder que Jesús tiene sobre la vida y la muerte, se trata de asumir este prodigio no sólo como un hecho bíblico e histórico. Sino  como una opción que transciende día a día, en la medida que morimos al pecado para resucitar a la nueva vida que sólo en Dios podemos encontrar, es decir Creer para Vivir, Fe para Resucitar”.

   Nos acostumbramos humanamente a “ver para creer”, pero la palabra de Dios nos interpela a pocos días de la Semana Santa, con la resurrección de Lázaro, indicándonos que si creemos, viviremos plenamente: «La vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo» (Misal Romano, Prefacio Liturgia Difuntos I).

    Es decir que la mejor  opción es asumir este relato como una nueva invitación para redefinir nuestra historia personal bajo las exigencias del Evangelio, pensando desde ya en la resurrección gloriosa, asumiendo la muerte física como un sueño que nos llevará hasta Jesús, fuente de vida eterna y con el compromiso de evangelizar, compartiendo este mensaje de nueva vida con el prójimo, sobre todo a partir de esta Semana Santa y tiempo pascual.

“Cristo lo es todo para nosotros.



Si quieres curar tus heridas, Él es médico.
Si la fiebre te abrasa, Él es la fuente de agua fresca.
Si te oprime el peso de la culpa, Él es la justicia.
Si necesitas ayuda, Él es la fuerza.
Si temes la muerte, Él es la vida.
Si deseas el cielo, Él es el camino.
Si huyes de las tinieblas, Él es la luz.
Si buscas comida, Él es el alimento.
Buscad y ved cuán bueno es el Señor;
Dichoso el hombre que espera en El”.   
San Ambrosio


Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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