La liturgia cuaresmal se abre paso en la
quinta semana y nos conduce a la ciudad de Betania, esta vez para reflexionar
sobre el testimonio de los tres hermanos,
María, Marta y Lázaro, narrado
según San Juan y que nos brinda el contundente mensaje del
triunfo de la VIDA sobre la muerte y de la Fe sobre la desesperanza.
A pocos días de la Pascua con el milagro de
la resurrección de Lázaro, Jesús se revela a sí mismo como nuestra Resurrección
y nuestra Vida, donde la última palabra no la tienen ni la muerte ni el pecado,
sino el Padre Dios que por amor, misericordia y fidelidad, nos resucitará. Como
dice Papa
Emérito Benedicto XVI;
“Al encontrar a Cristo, entramos en contacto, más aún, en comunión con la vida misma y ya hemos cruzado el umbral de la muerte, porque estamos en contacto, más allá de la vida biológica, con la vida verdadera”. (Homilía 09-03-2008)
Al igual que en los relatos de los domingo
anteriores con la Mujer Samaritana y de
la sanación del Ciego de nacimiento, en la resurrección de Lázaro también el Jesús
dialoga e interpela, como clave para manifestar su gracia.
En el diálogo con Marta (Jn 11, 20-27) se
encuentra una de las revelaciones más precisas sobre Jesús, como Resurrección y
Vida, porque para una vida nueva, plena e inmortal, sólo hay que creer en él; “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la
vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y
cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
(Juan 11:25-26)
Al creer se manifiesta la confianza, la
obediencia y la entrega, así como lo manifiesta Jesús en Betania y en otros
tantos relatos bíblicos, porque Lázaro aunque
volvería a morir en el futuro, en él era más grande su confianza y su esperanza
que Cristo le resucitaría en el día final.
En Betania Lázaro enfermo y moribundo y hoy
en día miles de mujeres y hombres sepultados por el peso de sus pecados y
temores solo pueden encontrar en Cristo, la fuerza necesaria para su sanación, conversión
y liberación.
Por ejemplo San Agustín ve en la
resurrección de Lázaro una semejanza con el Sacramento de la Penitencia, así
como Lázaro sale de la tumba, así salimos nosotros cuando nos confesamos; “Los oprimidos por la costumbre están
aprisionados, y Cristo brama para resucitarlos… Aquel
cuya voz traspasa los corazones sea el que grite: Lázaro, sal fuera; esto es,
vive, sal del sepulcro, muda la vida, da fin a la muerte. Y el muerto salió
atado con las vendas; porque, si bien el consuetudinario cesa de pecar, todavía
es reo de lo pasado, y necesario es que ruegue y haga penitencia por lo hecho,
no por lo que hace, pues ya no lo hace; está vivo, no lo hace, pero aún está
ligado por las cosas que hizo. Luego es a los ministros de la Iglesia, por
medio de los cuales se imponen las manos a los penitentes, a los que dice
Cristo: Desatadle y dejadle ir. Dejadle, desatadle: Lo que desatéis en la
tierra, desatado quedará en el cielo. (Sermón 139 A).
"¡Lázaro, sal
fuera!". (Jn 11,41- 43)
Este mandato también es para nosotros, con
frecuencia necesitamos que Jesús quite la pesada piedra de tantos temores y
dudas. Necesitamos oír su voz y que nos llame por nuestro nombre para salir del
sepulcro de la rutina, de la desesperación, de la tristeza, del miedo, de la
violencia, de los vicios, para avanzar a una nueva vida.
“Cristo no se resigna a los sepulcros que
nos hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte… nos llama
insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la que nos hemos
encerrado, contentándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre” Dejémonos
aferrar, liberar, por las palabras que Jesús nos repite a cada uno: “salí
afuera”. Nuestra resurrección empieza cuando decidimos obedecer a la orden de
Jesús de salir a la luz, a la vida”. (Papa Francisco; Ángelus; 06-04-2014)
La resurrección de Lázaro, es signo de
nuestra resurrección futura, pero también es prueba elocuente del poder que
Jesús tiene sobre la vida y la muerte, se trata de asumir este prodigio no sólo
como un hecho bíblico e histórico. Sino
como una opción que transciende día a día, en la medida que morimos al
pecado para resucitar a la nueva vida que sólo en Dios podemos encontrar, es decir “Creer para Vivir, Fe para
Resucitar”.
Nos acostumbramos humanamente a “ver para
creer”, pero la palabra de Dios nos interpela a pocos días de la Semana Santa, con
la resurrección de Lázaro, indicándonos que
si creemos, viviremos plenamente: «La
vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al
deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo»
(Misal Romano, Prefacio Liturgia Difuntos I).
Es decir que la mejor opción es asumir este relato como una nueva
invitación para redefinir nuestra historia personal bajo las exigencias del
Evangelio, pensando desde ya en la resurrección gloriosa, asumiendo la muerte
física como un sueño que nos llevará hasta Jesús, fuente de vida eterna y con
el compromiso de evangelizar, compartiendo este mensaje de nueva vida con el
prójimo, sobre todo a partir de esta Semana Santa y tiempo pascual.
Si quieres curar tus
heridas, Él es médico.
Si la fiebre te abrasa, Él
es la fuente de agua fresca.
Si te oprime el peso de la
culpa, Él es la justicia.
Si necesitas ayuda, Él es la
fuerza.
Si temes la muerte, Él es la
vida.
Si deseas el cielo, Él es el
camino.
Si huyes de las tinieblas,
Él es la luz.
Si buscas comida, Él es el
alimento.
Buscad y ved cuán bueno es
el Señor;
Dichoso el hombre que espera
en El”.
San Ambrosio
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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