Ayer
como hoy Dios, el Divino Sembrador sale a nuestro encuentro, para dejar caer la
semilla de su Palabra en el campo de nuestra vida, esperando que la siembra sea
fecunda, al ciento por uno, con
frutos de salvación.
“La Palabra de Dios se compara a una semilla
sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de
Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece
hasta el tiempo de la siega“(LG 5). (Catecismo: #543)
De eso se trata la labor que debemos
cumplir como “Semilla Buena”, como “Ciudadanos del Reino”, sobre todo
cuando Jesús nos recuerda que es tiempo de sembrar y crecer, con la
predica de tres parábolas sobre el Reino
de los Cielos, en la liturgia dominical, “La parábola de la cizaña, del
grano de mostaza y de la levadura”.
Trigo y Cizaña
«El Reino de los Cielos se parece a un
hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su
enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó». (Mt 13, 24-25)
Jesús explicó a sus discípulos que el campo
es el mundo, donde conviven los “hijos del Reino” y los “hijos del Maligno”, porque el trigo y
la cizaña crecen juntos, el bien y el mal conviven en la humanida, pero sólo a
la hora del juicio Dios los separa.
Por eso el Señor nos invita a buscar la
Sabiduría, porque nos puede pasar ante las situaciones cotidianas que intentemos
arrancar la cizaña del mal antes de la cosecha, dañando también el trigo de las
buenas obras.
Con la parábola Jesús también aclara que Dios
no ha sembrado el mal, sino el demonio, porque el malvado obra en la noche,
ocultamente no destruye la buena siembra, pero echa su cizaña para que crezca
y se confunda con la semilla de Dios, por lo cual entendemos que la cizaña es
todo aquello que nos impide llegar a Dios, o se opone a su voluntad.
«El que siembra la buena semilla es el Hijo
del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del
Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es
el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los que recogen la cosecha los
ángeles». (Mt 13, 37-39)
Así también el Señor nos enseña en el
evangelio que «los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13, 43).
Esta afirmación nos anima para seguir adelante sembrando también la buena semilla,
evangelizando y practicando las obras de misericordia.
El grano de mostaza
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas». (Mt 13, 31-32)
La parábola nos enseña que lo pequeño puede
llegar a ser algo muy grande bajo la acción de Dios, así la más pequeña de las
semillas, la de la mostaza, al
igual que el Reino de los cielos es pequeño
y casi insignificante en sus inicios, pero al crecer se convierte en un árbol
frondoso, capaz de abrigar en sus ramas a las aves del cielo, es decir, es
capaz de salvar a miles de personas y llevarlas a la vida eterna.
En comparación con el grano de mostaza, Jesús nos pide cultivar la
semilla del Reino, con paciencia, fe y servicio, confiando en la fuerza
interior que Dios ha puesto en nosotros, en la Iglesia. Porque inicialmente el alcance
del Reino de Dios y del apostolado es
casi imperceptible, pero a lo largo del tiempo su expansión es fecunda y
resistente.
La levadura
“El Reino de los Cielos es semejante a la
levadura que toma una mujer y mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo
fermenta". (Mt 13, 33)
Como sabemos por mínima que sea la porción de levadura, la masa amorfa del
pan se multiplica, porque el fermento actúa escondido,
con mayor estado de transformación que tiene para cambiar a toda la masa.
Con esta parábola Jesús nos enseña que los
cristianos, como la levadura en la masa, estamos llamados a transformar el
mundo, así como actúa la levadura desde adentro hacia afuera, es decir con más
hechos que palabras.
Pero esta acción multiplicadora de la
levadura solo es posible cuando está en contacto con la masa, por lo tanto en
pro del Reino de Dios, no podemos dar fruto o transformar el mundo solos o aislados,
sino en comunidad, en Iglesia y sobre todo bajo la gracia de Dios y guiados por
el Espíritu Santo.
Como “Ciudadanos del Reino”, seamos el buen trigo, el grano
de mostaza fecundo y la levadura que haga crecer la Iglesia hasta la cosecha o el
fin del tiempo.
“La tarea evangelizadora supone mucha paciencia, mucha paciencia, cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. Y también sabe presentar el mensaje cristiano de manera serena y gradual, con olor a Evangelio como lo hacía el Señor. Sabe privilegiar en primer lugar lo más esencial y más necesario, es decir, la belleza del amor de Dios que nos habla en Cristo muerto y resucitado”. (Papa Francisco: Video Mensaje; 16-11-2013).
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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