La gloria de
Dios resplandece para todos sus hijos, al meditar especialmente en la liturgia
dominical la Fiesta de la Transfiguración de
Jesús.
Desde el Monte Tabor el Señor revela su
divinidad y adelanta una visión del Reino de los Cielos, nos llama al cambio, a
la transformación espiritual y así contemplando su gloria, dejemos que su luz nos
comunique la fuerza para anunciar y testimoniar el Evangelio.
Al hablar de Transfiguración entendemos que
se trata de una transformación, cambio, alteración, metamorfosis o
modificación, a través de la cual se revela la verdadera esencia o naturaleza
de una cosa o persona. Y según el relato evangélico entendemos que Jesucristo
orando y en compañía de Pedro, Santiago y Juan, se transfigura para revelar parte de su
divinidad:
“En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan el hermano de éste, y los hizo subir a solas con El a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve”. (Mt 17, 1-2)
Con la Transfiguración el Señor nos muestra
su gloria y el amor ilimitado que tiene Dios como Padre para todas sus
criaturas y nos interpela sobre el compromiso que todo cristiano debe asumir en
medio de una sociedad cada vez más fraccionada, demostrando si realmente somos
capaces de transmitir el mensaje de la cruz y de la victoria pascual, con una
vida transfigurada por el Espíritu Santo.
Así como se proclama en un antiguo himno
litúrgico: “En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en la medida de su
capacidad, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado,
comprendieran que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tú eres
verdaderamente el esplendor del Padre”.
Jesús en la Transfiguración demostró parte
de su divinidad y un anticipo del cielo a tan solo tres de sus discípulos, para que ellos pudieran
tener una mayor comprensión de quien era el Mesías y creyeran sobre su futura
glorificación y entronización como Rey de Reyes y Señor de señores, a pesar del
martirio y crucifixión.
Pedro,
Santiago y Juan tienen el privilegio de contemplar el rostro transfigurado de
su Maestro en el Tabor, para confirmarlos en la fe y para que no teman ni se
escandalicen, cuando vean su rostro desfigurado en la Cruz.
“La Transfiguración de Cristo tiene por
finalidad fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión; la
subida a un monte alto “prepara la
subida al Calvario. Cristo, Cabeza de la Iglesia, manifiesta lo que su cuerpo
contiene e irradia en los sacramentos”.
(Catecismo; #568)
La Transfiguración nos recuerda que sólo el
poder de Dios nos transforma realmente por amor y alcanzaremos la gloria del
cielo a través del difícil camino de la
cruz, por eso se oyó la voz del Padre diciendo:
Dios envió a su Hijo a quien debemos escuchar para enseñarnos no
sólo con su palabra, sino con su vida y ejemplo desde la Cruz, que debemos irradiar la luz del evangelio y en obediencia a estas
palabras la mejor opción es orar, porque la oración nos transfigura y sensibiliza
el alma, para descubrir el rostro escondido de Dios, sobre todo en momentos de
adoración Eucarística.
Además las palabras de San Pablo a los
Colosenses describen especialmente el significado de la Transfiguración para
cada uno de nosotros: “La esperanza de la gloria”. (Col 1,27).
Esa gloria que es nuestra
herencia por ser Hijos de Dios, que Jesús con su obra redentora no las hace
accesible, pero que definitivamente la podremos alcanzar recorriendo el sendero
cristiano de verdad y vida y ejercitando aquí en la tierra obras de amor y
misericordia.
En oración pidamos a Jesús frecuentemente, “muéstranos tu rostro”, para saber reconocer su rostro
transfigurado en los hermanos enfermos,
en los pobres, en los adversarios y cuando así reconozcamos ese rostro de
Cristo transfigurado en el prójimo
necesitado, vendrá la luz a nuestras almas con la esperanza de la Resurrección,
porque Jesús transfigurado transmite amor y salvación.
“Quien quiera vivir según la voluntad de Dios debe seguir a Jesús, escucharlo, acoger sus palabras y, con la ayuda del Espíritu Santo profundizarlas…Creced en el amor y el conocimiento de Cristo como individuos, como comunidad parroquial; encontradlo en la Eucaristía, en la escucha de su palabra, en la oración, en la caridad”.(Papa Benedicto XVI, Homilía; 20-03 2011).
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina
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