sábado, 5 de agosto de 2017

“La esperanza de la gloria” (Col 1,27)



   La gloria de Dios resplandece para todos sus hijos, al meditar especialmente en la liturgia dominical  la Fiesta de la Transfiguración de Jesús. 

   Desde el Monte Tabor el Señor revela su divinidad y adelanta una visión del Reino de los Cielos, nos llama al cambio, a la transformación espiritual y así contemplando su gloria, dejemos que su luz nos comunique la fuerza para anunciar y testimoniar el Evangelio.

   Al hablar de Transfiguración entendemos que se trata de una transformación, cambio, alteración, metamorfosis o modificación, a través de la cual se revela la verdadera esencia o naturaleza de una cosa o persona. Y según el relato evangélico entendemos que Jesucristo orando y en compañía de Pedro, Santiago y Juan, se  transfigura para revelar parte de su divinidad: 


“En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan el hermano de éste, y los hizo subir a solas con El a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve”. (Mt 17, 1-2)


   Con la Transfiguración el Señor nos muestra su gloria y el amor ilimitado que tiene Dios como Padre para todas sus criaturas y nos interpela sobre el compromiso que todo cristiano debe asumir en medio de una sociedad cada vez más fraccionada, demostrando si realmente somos capaces de transmitir el mensaje de la cruz y de la victoria pascual, con una vida transfigurada por el Espíritu Santo.

   Así como se proclama en un antiguo himno litúrgico: “En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en la medida de su capacidad, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tú eres verdaderamente el esplendor del Padre”.

   Jesús en la Transfiguración demostró parte de su divinidad  y un anticipo del cielo a tan solo tres de sus discípulos, para que ellos pudieran tener una mayor comprensión de quien era el Mesías y creyeran sobre su futura glorificación y entronización como Rey de Reyes y Señor de señores, a pesar del martirio y crucifixión. 

     Pedro, Santiago y Juan tienen el privilegio de contemplar el rostro transfigurado de su Maestro en el Tabor, para confirmarlos en la fe y para que no teman ni se escandalicen, cuando vean su rostro desfigurado en la Cruz.

  “La Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión; la subida a un monte alto  “prepara la subida al Calvario. Cristo, Cabeza de la Iglesia, manifiesta lo que su cuerpo contiene e irradia en los sacramentos”.  (Catecismo; #568)

   La Transfiguración nos recuerda que sólo el poder de Dios nos transforma realmente por amor y alcanzaremos la gloria del cielo a través del difícil  camino de la cruz, por eso se oyó la voz del Padre diciendo: 


“Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”.  (Mt 17, 5)


   Dios envió a su Hijo  a quien debemos escuchar para enseñarnos no sólo con su palabra, sino con su vida y ejemplo desde la Cruz,  que debemos irradiar  la luz del evangelio y en obediencia a estas palabras la mejor opción es orar, porque la oración nos transfigura y sensibiliza el alma, para descubrir el rostro escondido de Dios, sobre todo en momentos de adoración Eucarística.

   Además las palabras de San Pablo a los Colosenses describen especialmente el significado de la Transfiguración para cada uno de nosotros: “La esperanza de la gloria”. (Col 1,27). 

   Esa gloria que es nuestra herencia por ser Hijos de Dios, que Jesús con su obra redentora no las hace accesible, pero que definitivamente la podremos alcanzar recorriendo el sendero cristiano de verdad y vida y ejercitando aquí en la tierra obras de amor y misericordia. 

   En oración pidamos a Jesús frecuentemente, “muéstranos tu rostro”,  para saber reconocer su rostro transfigurado  en los hermanos enfermos, en los pobres, en los adversarios y cuando así reconozcamos ese rostro de Cristo transfigurado en el  prójimo necesitado, vendrá la luz a nuestras almas con la esperanza de la Resurrección, porque Jesús transfigurado transmite amor y salvación.




 “Quien quiera vivir según la voluntad de Dios debe seguir a Jesús, escucharlo, acoger sus palabras y, con la ayuda del Espíritu Santo profundizarlas…Creced en el amor y el conocimiento de Cristo como individuos, como comunidad parroquial; encontradlo en la Eucaristía, en la escucha de su palabra, en la oración, en la caridad”.
(Papa Benedicto XVI, Homilía; 20-03 2011).


Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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