miércoles, 24 de enero de 2018

Raíces espirituales



   Comúnmente en el mes de enero muchas personas planifican metas y propósitos, en el plano personal, familiar, estudiantil o laboral, en función de sus prioridades espirituales o materiales y de cara al año que comienza.

   En el caso específico de quienes optan por profundizar su fe católica, una buena alternativa es meditar sobre las raíces espirituales de los santos, por ser intercesores ante Jesucristo y modelos de vida a imitar. 

   La veneración de los santos no se trata de una costumbre pasada de moda, por eso  la Iglesia nos propone sus ejemplos de vida, porque ellos entre tantas cosas, nos ayudan a comprender el Evangelio y a testimoniarlo.
   Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica:  

“Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores”. (Catecismo: #828)

   Es una gran riqueza conocer a nuestros hermanos que han vivido heroicamente la fe y ahora nos preceden en el camino hacia la patria celestial.
   Por ejemplo en el santoral del mes de enero, encontramos dos vidas ejemplares que son dignas de reflexionar y tomar muy en cuenta hoy en día, como modelos e intercesores.

   San Francisco de Sales (24 de enero) y San Juan Bosco (31 de enero), ambos sacerdotes en épocas muy diferentes, pero unidos en su pasión evangelizadora, por la salvación de las almas.

   San Francisco de Sales fue un obispo que vivió al sur de Francia, aproximadamente 200 años antes que Don Bosco naciera. Tiene el título de Doctor de la Iglesia, es titular y patrono de la Familia Salesiana (fundada por Don Bosco y también es patrono de escritores y periodistas, porque la devoción y la defensa de la fe que caracterizaron a este santo, son puestas como modelo para estos profesionales, cuyo norte debe ser siempre la difusión de la verdad y la edificación de la humanidad.
   Así como lo describe el Papa Emérito: Benedicto XVI:

 “San Francisco de Sales es un testigo ejemplar del humanismo cristiano. Con su estilo familiar, con parábolas que tienen a menudo el batir de alas de la poesía, recuerda que el hombre lleva inscrita en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y que sólo en él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena”.  (Benedicto XVI, Audiencia General: 02-03-2011).

   Como obispo de Ginebra desempeñó su misión de pastor con gran generosidad y devoción, además del trabajo administrativo de la diócesis, dedicaba mucho tiempo a predicar y confesar incansablemente. Su generosidad y caridad, su humildad y compasión eran inagotables, pero también sabía utilizar la firmeza de su carácter cuando la bondad no bastaba.

   Es decir, principalmente como apóstol comprometido en hacer realidad los ideales del concilio de Trento y propulsor del diálogo con los protestantes supo vivir como hombre de su tiempo al servicio de la Iglesia y de los más necesitados, probablemente porque desde se infancia fue un gran seguidor de San Francisco de Asís.

   Siempre consecuente con sus ideas, San Francisco de Sales también fue un escritor y predicador que se distinguió por decir la verdad con elegancia y sin herir a nadie. Pues sólo buscaba la transmisión de la esencia del evangelio y el secreto de su vida, que se refleja en su obra más importante: el Tratado del amor de Dios.

   Como enseñanza para nuestra impaciencia y mal humor, San Francisco de Sales se caracterizó también por ser mal genio y luchó durante 19 años para cambiar su carácter impulsivo. Gracias a la ayuda de Dios, como él mismo lo mencionaba, se convirtió en un hombre bondadoso y amable, por eso solía afirmar: 

"No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo". (Introducción a la vida devota. III Parte; Cap. VIII)

   De esta manera la vida y obra de San Francisco de Sales fueron determinantes para la posterior labor que San Juan Bosco, emprendiera con los jóvenes y personas más necesitadas. Por eso entre los propósitos de su ordenación sacerdotal expresó: “la caridad y la dulzura de San Francisco de Sales me guiarán”.
 
   La caridad pastoral y la bondad de Don Bosco  influyeron en el estilo que transmitió a sus muchachos en los mismos orígenes de la fundación de la Congregación Salesiana, actualmente extendida y aún muy activa en los cinco continentes.

   El apelativo salesiano hace, por tanto referencia al obispo de Ginebra, pero no sólo a su persona, sino también a su espíritu y mensaje evangelizador. Como lo indica el artículo 17 de las Constituciones Salesianas el cual establece, casi a imitación del santo, que el salesiano: “Cree en los dones personales y sobrenaturales del hombre, sin ignorar su debilidad. Acepta los valores del mundo y no se lamenta de su tiempo: toma aquello que es bueno, especialmente todo aquello en beneficio de la juventud”. 

   La vida y obra de Don Bosco nos enseña el camino a la santidad, por su gran amor a la Iglesia. Su amor filial a la Virgen, a su “María Auxiliadora”. Su devoción a la Eucaristía. Era un profundo hombre de oración, así sacaba las fuerzas para ejercer su ministerio y también valoraba la confesión o reconciliación, incluso hasta el final de su vida, fue un gran e incansable confesor de los jóvenes, sacramento que complementaba con el don de consejo, pues un consejo de Don Bosco cambiaba a las personas. 

  Tomando en cuenta la situación de los adolescentes y jóvenes en gran parte del mundo, pidamos al Señor que nos guíe, como lo hizo con San Juan Bosco., quien fue un verdadero “padre y maestro de los jóvenes”. Aprendamos de su ejemplo para seguir su camino de amor paciente y apasionado, sembrando los valores del evangelio para salvar a la humanidad y especialmente a la juventud, «la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana», como diría el santo educador.

    Oreemos y perseveremos para dejar que el Señor llene nuestra vida de fe, esperanza y caridad. Que lleguemos a ser, como él decía, buenos cristianos y honestos ciudadanos.
   Apoyemos también nuestro apostolado sobre las raíces espirituales de la bondad, amor, humildad y perseverancia que demostró San Francisco de Sales, recordando que nuestra vocación principal, es la vocación a ser santos y ante las adversidades de la vida diaria, podemos apoyar nuestra oración con estas palabras del Obispo de Ginebra y patrono de la Familia Salesiana.

   “En el culmen de la prueba, fue a la iglesia de los dominicos en París y, abriendo su corazón, rezó de esta manera: «Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí...; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor (...), te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza... ¡Oh Señor Jesús, tú serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!”.  (I Proc. Canon., vol. I, art. 4).

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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