Iluminados por la luz de la fe cristiana,
reflexionemos especialmente sobre las palabras de San Pablo: “En
otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Pórtense
como hijos de la luz." (Carta a los
Efesios, 5 -8)
Nuestra vida debe ser clara, transparente, porque
estamos llamados a ser “luz del mundo”, como dice el Evangelio, irradiando esa
luz que asumimos desde nuestro bautismo cuando el sacerdote dijo: Brille
de tal manera tu luz delante de los demás, que vean tus buenas obras y
glorifiquen a tu Dios.
La luz ilumina guía, orienta, brinda
seguridad, despeja las tinieblas, por eso cuando oramos, asistimos a misa,
frecuentamos los sacramentos y practicamos
las obras de la misericordia, mantenemos encendida esa luz que proviene de
Cristo y que nos permite transmitirla, para disipar las tinieblas que perturban
la vida de los incrédulos o de quienes están bajos las sombras del pecado.
Por ejemplo fue Jesús quien dio testimonio de sí mismo al indicar: “Yo
soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida” (Jn 8, 12). Y a sus discípulos no vaciló en
decirles: “Ustedes son la luz del mundo”. Y añadió: “Así debe brillar ante los ojos
de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas
obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”. (Jn
8, 16)
Así como cada 2 de febrero encendemos con
gozo y esperanza una vela o cirio con motivo de la Presentación de Jesús en el
Templo, la purificación ritual de la
Virgen María, la Jornada de la Vida Consagrada y día de Nuestra Señora de la
Candelaria.
Cuando María y José presentaron al Niño
Jesús en el Templo, lo hicieron con humildad, fe y obediencia a la Ley de Dios
y nos invitan a seguir su ejemplo de testimoniar
siempre el mensaje de salvación.
“Este día es su fiesta: la fiesta de Jesucristo, a los 40 días de su vida, en el templo de Jerusalén según las prescripciones de la ley de Moisés (cf. Lc 2. 22-24). Y es también la fiesta de Ella: de María. Ella lleva al Niño en sus brazos. También en sus manos Él es la luz de nuestras almas, la luz que ilumina las tinieblas de la conciencia y de la existencia humana, del entendimiento y del corazón”. (San Juan Pablo II, Homilía: 02 -02-1979)
Asimismo cuando los padres de Jesús llevaron
al Niño para cumplir las prescripciones de la ley, Simeón también nos comunica
el gozo de conocer al Salvador, «conducido por el Espíritu» (Lc 2,27), toma al Niño en brazos y comienza un canto de
bendición y alabanza: «Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a
quien has presentado ante todos los pueblos; luz para alumbrar a las naciones,
y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,30-32).
El ejemplo de obediencia y humildad
demostrado por la Sagrada Familia al acudir al templo con el Niño Jesús "para ofrecerlo al Señor" (Lc 2,
22), inspiró a San Juan Pablo
II a partir de
1997 de celebrar cada 2 de febrero la Jornada Mundial de la Vida Consagrada,
con el objetivo de ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el
testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo.
Este año con motivo de la 32° Jornada
Mundial de la Vida Consagrada, el Papa Francisco seleccionó como tema central:
“La
vocación es un regalo que hemos recibido del Señor”.
“Las personas consagradas son el signo de Dios en los diversos ambientes de la vida, son la levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, profecía de compartir con los pequeños y los pobres. Así entendida y vivida, la vida consagrada nos aparece realmente como es: ¡un don de Dios!”. (Ángelus; 02-02-2014)
Cada 2 de febrero en torno a la luz de
Cristo, celebramos también la Fiesta en honor a la Virgen de la Candelaria, todos
los símbolos litúrgicos de esta fiesta nos hablan de luz (Jesucristo, luz del
mundo, en la candela, velas o cirios). De
pureza y de limpieza del alma (la purificación de la Virgen) y a su vez nos
interpelan.
La historia de esta advocación mariana se
remonta a las Islas Canarias y especialmente de la isla de Tenerife, donde se
dice que apareció a dos aborígenes “guanches” cuando pastoreaban su rebaño y
vieron una pequeña imagen de madera de una mujer, como de un metro de alto.
En la imagen, la señora portaba una vela en
la mano izquierda y cargaba a un niño en el brazo derecho, mientras que el
pequeño llevaba en sus manos un pajarito de oro. Una réplica de esta imagen se
conserva en la Basílica de Candelaria en Tenerife, porque la
original desapareció después de un temporal que azotó la isla.
Tomando en cuenta estas celebraciones
litúrgicas y la exhortación clara de
Jesús de perseverar en el sendero de su luz, demos gracias a Dios y sigamos
abiertos al servicio de los demás brindándoles la posibilidad de conocer la
verdad, irradiando la luz de Cristo, bajo el prisma de una vida ejemplar
fundamentada en los valores del evangelio, guiando a las personas desorientadas
que viven en crisis o en la penumbra del pecado, así como dice San Juan: «Las tinieblas pasan y aparece ya
la luz verdadera», (1Jn 2, 8).
Propaguemos cada día la luz de la fe
cristiana, con obediencia a la Iglesia y
por devoción a la vida bajo el compromiso de servir a Dios y al prójimo, con
manos siempre abiertas, llenas de luz y generosidad.
Apoyemos las vocaciones, sin olvidar que la
vida consagrada antes de ser empeño del hombre, es un don, una iniciativa del Dios
Padre, por lo tanto oremos frecuentemente para el nacimiento y perseverancia de
las vocaciones.
Como José y María presentemos
siempre con alegría a Jesús ante el pueblo, seguramente encontraremos muchos
ejemplos de quienes al igual de Simeón y Ana (Lc. 2, 25-38), que esperaron con paciencia y esperanza ese
gran encuentro con el Señor, para proclamarlo con alegría, en el sendero de su
luz.
Oh,
amado Jesús.
Ayúdame
a esparcir Tu fragancia por donde quiera que vaya. Inunda mi alma con Tu
Espíritu y Vida.
Penetra
y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de
la Tuya.
Brilla
a través de mí y permanece tan dentro de mí, que cada alma que me encuentre
pueda sentir Tu presencia en la mía.
¡Permite
que no me vean a mi sino solamente a Jesús para los demás. La luz oh, Jesús,
vendrá toda de Ti, nada de ella será mía; serás Tú quien resplandezca sobre los
demás a través de mí.
Brillando
sobre quienes me rodean, permíteme alabarte como más te gusta. Amen.
(Irradiando
a Cristo –Santa Teresa de Calcuta)
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina
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