¡A descongelar el amor!
Nuevamente la Cuaresma sale a nuestro
encuentro para encaminarnos hacia la
Pascua, haciendo un alto en la vida rutinaria para evaluar nuestra fe y purificar el corazón, quitando todo aquello
que no nos deja avanzar, corrigiendo todos los miedos y vicios que nos impiden
crecer y para cosechar los frutos de santidad que Dios espera de nosotros.
Como afirmaba el Cardenal italiano Giacomo Biffi:
Como sabemos la Cuaresma es un tiempo
simbólico de cuarenta días que responde a lo que nos dice el evangelista Mateo
(Mt 4, 1) que: "Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto", antes de comenzar su misión pública. Para
la Iglesia es un tiempo de preparación para la celebración de la Pascua, en el
que los fieles cristianos deben vivificar la fe, avivar la esperanza y
acrecentar la caridad.
Para esta Cuaresma 2018, el Papa Francisco
especialmente nos invita a descongelar el amor, con una dosis especial del “dulce
remedio de la oración, la limosna y el ayuno”. Tomando en cuenta el
afán social de poseer y tener, mediante este mensaje su Santidad desea, “ayudar
a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia”; y
lo hace inspirándose en una expresión de Jesús según el Evangelio de Mateo: “Al
crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Cf. Mt 24, 12).
El materialismo consumista nos ha llevado a
menospreciar los valores del Reino de Dios, a disociar la fe de la vida, a
olvidar que el hombre no vive solo de pan sino también de la palabra de Dios,
en resumen es la lucha del "SER" sobre el "TENER".
El Papa Francisco nos advierte de la
cantidad de “hombres y mujeres” que “viven como encantados por la ilusión del
dinero” y “que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos”.
¿Cuáles son las señales que nos indican que
el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?, responde
el Papa Francisco citando el Evangelio – cuando hay avidez por el dinero; a
esta “le
sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él”.
Igualmente todo esto se “transforma en violencia que se dirige contra el niño por nacer, el
anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no
corresponde a nuestras expectativas”.
El amor se enfría también en nuestras
comunidades debido a “la acedia egoísta,
el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras
fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente,
disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero”.
De manera especial en este tiempo cuaresmal
debemos saber diferenciar a “los falsos
profetas”, que son como “encantadores de serpientes y charlatanes”, que “se aprovechan de las emociones humanas
para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren”,
ofreciendo soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios
que resultan ser completamente inútiles y hasta quitan lo más valioso del ser
humano, es decir: “la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”.

“nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.
Así al dedicar más tiempo a la oración hace que, “nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos
engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios”,
que es nuestro Padre y que desea la vida para nosotros.
Con el ejercicio de la limosna, “nos libera de la
avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano”. Mientras el ayuno, “debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante
ocasión para crecer”.
Al disponernos, un año más, a celebrar la
Santa Cuaresma, reflexionemos especialmente sobre el mensaje papal: “Al
crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría”. Y renovemos las
fuerzas en el camino cuaresmal hacia la Pascua, con pasos firmes de las prácticas
penitenciales de la oración, el ayuno y la limosna, como dulce remedio para descongelar
el amor, actualmente acechado por las frías corrientes del materialismo y la
codicia.
Lcda.
María Espina de Duarte.
Twitter:
@mabelespina
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