Cada año la devoción a Jesús Misericordioso,
despeja nuevos horizontes a nivel
mundial conquistando más corazones, como afirma el Santo Cura de Ars: “La
misericordia de Dios es como un torrente desbordado que arrastra los corazones
a su paso.”
Etimológicamente, Misericordia significa abrir el corazón al miserable, así como lo demostró el propio Jesús Resucitado, cuya
presencia pascual irradiando paz, gracia y amor misericordioso cambió muchas
vidas y así lo describió Santa Faustina en su diario a petición del propio
Jesús:
“Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona”. (Diario, p. 374).
De tal manera que a través de la devoción de
la Divina Misericordia, principalmente Dios quiere que nos acerquemos a él por
medio de la oración constante, frecuentando los sacramentos, arrepentidos de
pecar y practicando las obras de misericordia corporales y espirituales.
Como afirma el Papa Francisco: “Todos
estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena
Noticia a todo hombre y mujer de hoy. Lo podemos hacer realizando las obras de
misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de vida del cristiano”.
(Homilía: 03/04/2016)
Porque precisamente el verdadero culto a la
Divina Misericordia consiste en testificar con la propia vida el espíritu de
confianza en Dios y de misericordia hacia el prójimo, como esencia del
cristianismo.
Jesús Resucitado es el Evangelio, el anuncio
vivo de la misericordia de Dios Padre, que triunfó sobre el poder de la muerte
y el pecado. Ahora nos corresponde a nosotros seguir propagando esta Buena
Noticia.
Como lo explicaba en su momento el Santo
Padre, Juan Pablo II, sobre la revelación de la Divina Misericordia como parte
del evangelio de la Pascua: “Pero, como sucedió con los Apóstoles, es
necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a
Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite:
"Paz a vosotros". Es preciso que la humanidad se deje penetrar e
impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana
las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y
nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y de
la unidad fraterna. (Homilía: 30-04-2000)
Ciertamente, vivimos un momento tan
controversial en el mundo, donde muchos hombres y mujeres claman de manera
apremiante por verdadero amor y reconciliación, con la mirada fija en la
misericordia divina. Como Jesús dijo a Sor Faustina: “La
humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la
misericordia divina”. (Diario, p. 132)
Santa Faustina y San Juan Pablo II, fieles a
la voluntad de Dios sembraron su aporte para la iniciación y propagación de la
Fiesta de la Divina Misericordia, ahora nos corresponde a nosotros, seguir
escribiendo las nuevas páginas del Evangelio
de la misericordia divina, cuyo libro sigue abierto recopilando día a día el
testimonio vivo y fuerte de todos los discípulos de Cristo, quienes de vida
consagrada o seglar, trabajan con gestos concretos de amor fraterno,
testimoniando misericordia.
Por lo tanto de cara a la celebración de la
Fiesta de la Divina Misericordia aprovechemos también La Pascua, para
profundizar en el bautismo recibido o en la fe ya vivida, reflejando con nuevas
acciones y palabras la misericordia.
Reflexionando especialmente también sobre las sabias
palabras del Papa Emérito Benedicto XVI: “En realidad, la misericordia es el núcleo
central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro con el
que se reveló en la Antigua Alianza y plenamente en Jesucristo, encarnación del
Amor creador y redentor. Este amor de misericordia ilumina también el rostro de
la Iglesia y se manifiesta mediante los sacramentos, especialmente el de la
Reconciliación, y mediante las obras de caridad, comunitarias e individuales”. (Regina Caeli: 30 -03-2008)
Sigamos adelante proclamando y reflejando el
amor misericordioso de Dios a nuestros hermanos, porque principalmente ante la
miseria humana sobreabunda la misericordia divina que abraza, que levanta a los
caídos, .acoge y redime.
“Sí, el primer domingo después de Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también ha de haber obras de misericordia que deben surgir de tu confianza en Mí y de tu amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes: la acción, la palabra y la oración. No puedes excusarte. La fe sin obras es inútil”. (Diario, p.742)
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Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina / Instagram: @mabelespina0906
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