lunes, 18 de junio de 2018

Dar lo que somos…


Según el Catecismo de la Iglesia Católica:


   “Podemos invocar a Dios como ¨Padre¨, porque Él nos ha sido revelado por su Hijo, hecho hombre y su Espíritu nos lo hace conocer.” (#2780)


   Se trata de una verdad descrita en el Antiguo Testamento, confirmada por Jesús y poco asimilada por nosotros hoy en día.
   Sobre todo cuando naufragamos en la cotidianidad de los problemas y de las pruebas de cada día, restando importancia  a esta bendición de fe.



   San Juan afirma; Vean que amor singular nos ha dado el Padre; que no solamente nos llamamos Hijos de Dios, sino que lo somos”. (1Jn, 3, 1)
   Sólo quien tiene una relación perseverante de fe y confianza con Dios vive plenamente el  privilegio de ser su Hijo, porque no solo se trata de saberlo sino de sentirlo día a día a través de la oración, frecuentando los sacramentos y asumiendo el ejemplo del hermano mayor Jesús.

   En Jesús recibimos el amor del Padre, porque Dios como creador nos da la vida y es Padre porque da su propia vida, y al reconocer a Dios como Padre, nos reconocernos criaturas de su infinito amor y por naturaleza divina “el Buen Padre” ama tanto al hijo santo como al pecador.


    “Nadie es Padre como lo es Dios. Sólo Dios Padre realiza su “designio amoroso” de creación, de  redención y de santificación”. (Catecismo; 235).   


    Como “Hijos amados de Dios”, vamos a dar lo que somos, testimoniando el mensaje de salvación, de amor y misericordia divina. También desde una experiencia personal de encuentro con Cristo, por su obra redentora y en el ejercicio concreto del amor, el respeto y la solidaridad con nuestros semejantes.

   Las tareas que podemos desempeñar como Hijos amados de Dios, son simples y  abarcan todos los campos: familia, amigos, trabajo, estudios, vecindario. Tomando en cuenta los valores evangélicos, podemos luchar contra el mal en los sectores donde nos sea posible, visitar a los que viven en soledad, acompañar a los enfermos, evangelizando cuando servimos y atendiendo al próximo necesitado, en lo material como en lo espiritual.

   Como afirma el Papa Emérito Benedicto XVI, "El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida". (Benedicto XVI, Spe Salvi, n. 2)

   Asumamos, disfrutemos y compartamos la bendición de  ser “Hijos amados de Dios” y como “No se puede amar lo que no se conoce”, debemos orar, leer y meditar el Evangelio. Porque si conocemos mejor a Jesús, podemos amarlo mejor; si conocemos la Sagrada Escritura, podemos proclamarla con insistencia; si conocemos a nuestro prójimo, podemos darnos a nosotros mismos y compartir lo que somos.

   Como dice el Papa Francisco; “En cualquier situación de la vida, no debo olvidar que no dejaré jamás de ser hijo de Dios, ser un hijo de un Padre que me ama y espera mi regreso incluso en las situaciones más feas de la vida, Dios me espera, Dios quiere abrazarme, Dios me espera”. (Audiencia 11-05-16)  

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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