miércoles, 8 de agosto de 2018

La pastoral de los afectos


      Nuestra  acción pastoral  toda ha de ser  la continuación  del  ministerio  que  Jesús  ejerció durante su vida histórica iluminado luego por el misterio de su resurrección.  Jesús fue siempre misericordioso y empático, nadie ha sabido "ponerse en el lugar del otro" mejor que Jesucristo lo ha hecho,  por ello sus acciones son efectivas, eficientes y no "efectistas".
     La eficiencia del testimonio de Jesús radica precisamente en la empatía misericordiosa o en una  misericordia  verdaderamente  empática.  Nunca  se  preocupó  Jesús  por  ser  o  aparecer simpático o buscar la aprobación social o el mero afecto y  reconocimiento humano ni siquiera de los más cercanos,  aquellos a quienes llamó amigos. 
     La amistad de Jesús nunca estuvo fundamentada en la simpatía,  a Pedro  le dice sin ningún titubeo "aléjate de mí Satanás,  porque piensas como los hombres y no como Dios".
     Somos afectivos  y el afecto  es necesario  a la persona como el sol lo es a las plantas, sin el afecto el corazón se vuelve huraño,  triste,  aburrido y hasta insensible,  pero cuidado porque la propia necesidad de afecto y reconocimiento conduce también a la idolatría si no es adecuadamente procesada. 
     Para  quien  camina  con  Cristo  el  afecto  es  siempre  tamizado  en  la  dimensión  de  la misericordia que no es otra cosa que la justicia de Dios y por tanto es la verdad. Para quienes se llaman cristianos,  especialmente  para aquellos que se consagran en el celibato es fundamental el  desapego  de  los  afectos  para  dar  paso  a un  amor  superior  capaz  de  dar  la vida por el enemigo.
     Una  pastoral  basada  en  los  afectos  es  la  pastoral  de  las  simpatías,  que  no  construye comunidad cristiana sino grupos de amigos,  clubes de seguidores y sociedades de felicitadores cuyos  miembros  distan  años luz de  llegar a  conocerse y a amarse  en la verdad de su historia propia de salvación,  con sus cruces y miserias porque viven bajo la tiranía del ser simpáticos a los otros,  de aparecer buenos.
     Son realidades en las que el Evangelio puede quedar relegado a una consigna o un manual o a un esquema y rutina de encuentros,  charlas y conferencias porque es más cómodo para todos no mirar ni abrazar el sufrimiento de los hermanos. 
La pastoral de simpatías crea grupos a los que las personas asisten para "ser mejores"  "sentirse bien",  "lograr aceptación"  no para  ser ellos mismos y amarse en la dimensión del sufrimiento abrazando la cruz.
     Una pastoral  de los  afectos  estará  sin duda  gravemente  "afectada"   y susceptible  de  no evangelizar,  porque generalmente va acompañada de la herejía recalcitrante del moralismo.

     Pocas  cosas serán  más difíciles  y retadoras  que  evangelizar tales realidades,  porque en cuanto se sustituye la pastoral de las simpatías por una auténtica evangelización fundamentada en la empatía de la cruz,  surgen las dificultades y las hostilidades. He allí el reto martirial.

     Gracias a Dios el Espíritu Santo 'sopla donde quiere"  y es en última y primera instancia el que conduce la vida de la Iglesia.

Padre Alberto Gutiérrez,  parroquia de la Purísima Madre de Dios y San Benito de Palermo de El Bajo

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