
Esto consiste en que Dios nos hace participar de su condición divina. Esta dignidad se debilita por el pecado. Pero, con la entrega amorosa de Jesucristo en la cruz, nos redime y recrea nuestra condición de criatura elevando aún más nuestra dignidad haciéndonos hijos de Dios en el Hijo amado.

Aún más, todo régimen opresor del pueblo, que sumerge a la persona humana al hambre, a la violencia, a la privación de la salud, en fin, en la inhumana miseria y sufrimiento, es un régimen contrario al designio de Dios y crea una situación de pecado estructural o pecado social.
Todo esto significa que lo que vivimos en Venezuela es pecado y debe ser superado. El régimen imperante en nuestro pueblo es inhumano y anticristiano. Y la lucha contra esa situación es cristianamente legítima y obligatoria. Ningún cristiano podemos estar indiferentes, porque si no queremos ser participe del pecado opresor.

P. Andrés Bravo
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