Santo Tomas de Aquino y Don
Bosco
Todo ser humano renovado en el amor de Dios
está invitado a vivir la santidad como parte de la riqueza de la iglesia, que
durante este año de Jubileo Extraordinario de la Divina Misericordia, también nos exhorta a un “nuevo
compromiso para testimoniar con mayor
entusiasmo y convicción la propia fe” en Cristo, quien “amó a su Iglesia» y «se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla» (Efesios 5, 25-26).
De tal manera como lo explica el Papa
Francisco, “La santidad es un don ofrecido a todos, sin excepción, por lo que
constituye el carácter distintivo de todo cristiano, donde estamos llamados a
ser santos, precisamente viviendo con amor y dando nuestro propio testimonio cristiano en las ocupaciones
diarias”.
Desde el Bautismo y por acción del Espíritu
Santo, el verdadero discípulo de Cristo se caracteriza por el ejercicio del
amor, practicando la caridad hacia Dios y el prójimo. “Los bautizados es
necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la
santificación que recibieron» (Lumen Gentium», 40, a.).
Para motivarnos en la historia de la
Iglesia Católica, abundan los ejemplos
de mujeres, hombres, jóvenes, ancianos incluso niños, que simplemente asumieron la santidad como la
indica el Concilio Vaticano II “La plenitud de la vida cristiana y la
perfección de la caridad” (40)
Por esta razón durante todo el año litúrgico, la iglesia nos
invita a recordar el testimonio de vida de los santos, para que asimilemos sus ejemplos y también podemos
cosechar los frutos de la santidad, a través de una intensa siembra de conversión,
compromiso, servicio y testimonio, todo esto abonado con mucho amor, humildad y
fe cristiana. “Como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios,
poned al servicio de los demás el carisma que cada uno ha recibido. Para que
Dios sea glorificado en todo, por medio de Jesucristo”. (1 Pedro 4, 10-11).
Precisamente en la última semana del mes de enero
el Santoral nos presenta dos grandes pilares de la fe católica, como los son
Tomas de Aquino y Don Bosco, ambos testimonios reflejan por si solo la riqueza
espiritual que caracterizo a estos dos sacerdotes, que al igual que nosotros
con dudas, temores, tentaciones, enfermedades, problemas, pero, con la
diferencia de su fe, oración y perseverancia,
asumieron el don de la santidad revistiéndose del amor cristiano hasta
desgastar sus vidas reflejando el Evangelio.
Santo Tomás de Aquino, declarado Doctor de la
Iglesia en 1567 y patrón de las universidades católicas y centros de estudio en
1880, decía, que “La santidad es una
firme resolución de abandonarse en Dios”.
Reconocido como "el más santo
de los sabios y el más sabio de los santos", este presbítero de la
Orden de Predicadores, fue dotado de gran sabiduría, fue un gran filósofo y teólogo cuyos discursos y escritos, durante
siglos, han sido la base de los estudios de los seminaristas a nivel mundial.
Entre tantas reflexiones de Santo Tomás
compartimos esta; “El ideal de la vida
cristiana será una vida en la cual lo contemplativo, movido por el dinamismo
suscitado por la propia contemplación, es capaz de dejar "a Dios por
Dios", o sea, para servirlo en los hermanos. Bueno es contemplar la verdad;
sin embargo, mejor todavía es comunicarla a los otros. Por la contemplación, el
alma se alimenta; por el apostolado, se da”.
Incluso momentos antes de fallecer y cuando le llevaron por última vez la Sagrada
Comunión Santo Tomas exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste
con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que
escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia
Católica, de quien me profeso hijo obediente". Así murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49
años. Sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Toulouse, un 28
de enero, fecha en la que se celebra su fiesta.
Por su
parte cada 31 de enero, la iglesia nos invita a contemplar la vida y obra de
San Juan Bosco, Presbítero, "Padre y maestro de la juventud", patrono
de los editores, fundador de la Orden
Salesiana. Don Bosco decía que Dios lo había enviado al mundo para
educar a los jóvenes pobres y para propagar la buena lectura. Sus grandes
amores fueron, la Eucaristía, la Virgen María, la Iglesia y la juventud.
Sus últimas recomendaciones fueron:
"Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis
lo que son milagros. Ayudad mucho a los niños pobres, a los enfermos, a los
ancianos y a la gente más necesitada, y conseguiréis enormes bendiciones y
ayudas de Dios. Os espero en el Paraíso".
De tal manera que bajo la intersección de
Santo Tomas de Aquino y Don Bosco, pidamos a Dios, nos conceda la gracia de renovar
nuestra fe, con obras de amor y misericordia a favor de nuestros hermanos. Que
a pesar de las dificultades y duras pruebas de la vida no perdamos nunca la
esperanza en Cristo, y que el testimonio de las santas y santos de la Iglesia Católica,
sean para todos no una polémica, sino una invitación a experimentar y compartir
tas bendiciones heredadas en nuestro bautismo. “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en
toda su conducta”. (1 Pedro 1,15),
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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