El año Jubilar de la Misericordia es un
tiempo de oportunidades que nos brinda la Iglesia Católica para renovar nuestra
fe en Dios rico en misericordia. En todo año jubilar se ofrece un perdón
general e indulgencias y se hace un llamado a profundizar la relación con Dios
y con el prójimo.
San Juan afirma que “si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonar nuestros pecados y
purificarnos de toda injusticia. (1Jn 1, 9-10)
Tenemos esta nueva ocasión para renovar
también el compromiso de ser un testimonio
de Cristo a través de una plena conversión de vida, y en consecuencia no
debemos caer en dudas o caprichos, al contrario, abramos nuestro corazón de par
en par a la luz de la misericordia divina, ejercitándonos en el sacramento de
la reconciliación, viendo en el sacerdote al propio Cristo que escucha, orienta
y perdona.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica,
“los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia
de Dios, el perdón de los pecados cometidos con Él, y al mismo tiempo se
reconcilian con la Iglesia a la que
ofendieron con sus pecados. (#1422)
Bajo la convicción de fe, el sacramento de
la confesión es un “borrón y cuenta nueva”, es un acto que trasciende lo humano,
bajo la acción sobrenatural de Dios que
actúa en nosotros a través del sacerdote. Como dijo San Juan Pablo II, la confesión, es la caricia del perdón de
Dios.
Para dar ese paso al frente recordemos que
el mismo Jesús nos llama a la conversión en el anuncio del Reino “El tiempo se
ha cumplido y el reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena
Nueva” (Mc 1, 15)
También vale para nosotros la afirmación que
“habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por
noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15, 7)
En este Jubileo Extraordinario de la Misericordia, en este
tiempo de gracia dejémonos acariciar por Dios con su amor, con su perdón, con
su mano amiga que nos levanta e invita a seguir luchando cada día, con una fe
renovada en la firmeza de los sacramentos y como nos recuerda el Papa Francisco
“Dios perdona siempre, lo perdona todo, mas allá del desierto está el abrazo
del Padre, su misericordia”.
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter @mabelespina
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