domingo, 10 de enero de 2016

Tiempo de Reconciliación





   El año Jubilar de la Misericordia es un tiempo de oportunidades que nos brinda la Iglesia Católica para renovar nuestra fe en Dios rico en misericordia. En todo año jubilar se ofrece un perdón general e indulgencias y se hace un llamado a profundizar la relación con Dios y con el prójimo.

   San Juan afirma que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonar nuestros pecados y purificarnos  de toda injusticia.  (1Jn 1, 9-10)

  Tenemos esta nueva ocasión para renovar también el compromiso de ser un testimonio  de Cristo a través de una plena conversión de vida, y en consecuencia no debemos caer en dudas o caprichos, al contrario, abramos nuestro corazón de par en par a la luz de la misericordia divina, ejercitándonos en el sacramento de la reconciliación, viendo en el sacerdote al propio Cristo que escucha, orienta y perdona. 

   Según el Catecismo de la Iglesia Católica, “los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios, el perdón de los pecados cometidos con Él, y al mismo tiempo se reconcilian  con la Iglesia a la que ofendieron con sus pecados. (#1422) 

   Bajo la convicción de fe, el sacramento de la confesión es un “borrón y cuenta nueva”, es un acto que trasciende lo humano, bajo  la acción sobrenatural de Dios que actúa en nosotros a través del sacerdote. Como dijo San Juan Pablo II,  la confesión, es la caricia del perdón de Dios.

   Para dar ese paso al frente recordemos que el mismo Jesús nos llama a la conversión en el anuncio del Reino “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1, 15)

  También vale para nosotros la afirmación que “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15, 7)

   En este Jubileo  Extraordinario de la Misericordia, en este tiempo de gracia dejémonos acariciar por Dios con su amor, con su perdón, con su mano amiga que nos levanta e invita a seguir luchando cada día, con una fe renovada en la firmeza de los sacramentos y como nos recuerda el Papa Francisco “Dios perdona siempre, lo perdona todo, mas allá del desierto está el abrazo del Padre, su misericordia”.

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter @mabelespina







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