domingo, 3 de abril de 2016

Apóstoles de la Divina Misericordia



 
     “La luz del Mensaje de la Misericordia confiado a Santa Faustina por Jesucristo, iluminará al hombre del tercer milenio. Quiero transmitir al nuevo milenio y a todo el mundo, este mensaje de la Divina Misericordia, para que conozcan mejor el verdadero Rostro de Dios Misericordioso”. Así lo afirmó  San Juan Pablo II, hace 16 años y sigue muy vigente hoy en día, con gran gozo y la característica esperanza del tiempo pascual en el Año Jubilar.

   San Juan Pablo II, instituyó para cada segundo Domingo de Pascua la Fiesta de la Divina Misericordia, por solicitud de Jesús a Santa Faustina Kowalska. (Diario, 49) y durante la canonización de la monja polaca, el 30 de Abril del año 2000

   Desde entonces el mensaje de la Divina Misericordia, se ha enraizado en la devoción de millones católicos a nivel mundial y constituye básicamente  el conjunto de revelaciones que Sor Faustina recibió de Nuestro Señor Jesucristo y recopiló en un Diario, entre el 22 de febrero de 1931 y su muerte en 1938. 

   En el Diario Santa Faustina describe la importancia de la misericordia y del amor de Dios, quien nos quiere a todos sin importar el tamaño nuestras faltas. La misericordia divina es más grande que todos nuestros pecados, Dios siempre quiere que nos acerquemos a Él con  confianza y arrepentimiento y a través de los sacramentos, porque cuanto más confiemos en Él, más recibiremos su misericordioso amor. 

   Las prácticas devocionales propuestas en el diario de  Santa Faustina están en completo acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y su raíz está firmemente  contenida en los cuatro Evangelios.  Así por ejemplo tenemos que Jesús dijo a Sor Faustina, “Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo; la primera -la  acción, la segunda- la palabra y la tercera-la oración. En estas tras formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia mí”. (Diario, 742). 

   Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos de la misma manera. Tenemos que orar y pedirle al Señor, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su Misericordia en nuestras vidas diarias, sobre todo poniendo en práctica las 14 Obras de Misericordia.


    Precisamente en este Año Santo de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, estamos llamados a vivir de modo especial la misericordia, virtud que nos lleva a sentir con el que sufre, a solidarizarnos con el que padece, a no ser indiferentes. “Son 14 las obras de misericordia: siete corporales y siete espirituales, dice el Papa como decían los antiguos catecismos. Las corporales “dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero (cfr. al inmigrante), asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos”. Y “no olvidemos las espirituales”, dice el papa: “dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas (cfr. asistir a los ancianos y a los enfermos especiales), rogar a Dios por los vivos y los difuntos”.

    Por su parte San Juan Pablo II  en su célebre encíclica “Dives in Misericordia también explica que los límites del mal los delimita la Divina Misericordia y la necesidad de atender amando al hermano necesitado. “Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia», nos permite «verlo» especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios”.  

“Sed Apóstoles de la Divina Misericordia”

  
Todos estamos llamados a ser fervientes devotos y  Apóstoles de la Misericordia, recordando especialmente como dijo Jesús a Santa Faustina “Las almas que suplican mi Misericordia son Mi deleite”,"...aquellos que proclamarán mi gran Misericordia. Yo mismo los defenderé en la hora de la muerte, como mi Gloria aunque los pecados de las almas fuesen negros como la noche, cuando un pecador se dirige a mi Misericordia, me rinde la gloria más grande y es un honor para mi pasión. Cuando un alma exalta mi Bondad, entonces Satanás tiembla y huye a lo más profundo del infierno." (Diario, 378).

   No sigamos ignorando esta exhortación de Jesús en este tiempo pascual y en el corazón del Año Jubilar de la Divina Misericordia,   sembremos testimonio con las prácticas devocionales descritas en el Diario de Sor Faustina, pero sobre todo aceptando y atendiendo al hermano necesitado  y como dijo recientemente  el Papa Francisco; “Cuántos rostros, entonces, tiene la misericordia de Dios!. Ésta se nos muestra como cercanía y ternura, pero en virtud de ello también como compasión y comunicación, como consolación y perdón. Quién más la recibe, más está llamado a ofrecerla, a comunicarla; no se puede tener escondida ni retenida sólo para sí mismo”.

    Que los extraordinarios ejemplos y testimonios de santidad y de apostolado de la Divina Misericordia de Sor Faustina y del Papa Juan Pablo II, fortalezcan  nuestra fe y nos impulsen a seguir propagando  el amor Misericordioso del Padre, revelado cercana y plenamente  a la humanidad  en Jesucristo, encarnación del amor creador y redentor. “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”. (Lucas 6, 36-38)   

    Finalmente recordemos que el 17 de agosto de 2002, el Papa Juan Pablo II celebró la Misa de Consagración del Santuario de la Divina Misericordia en Lagiewniki –Cracovia, y  ahí también consagró el mundo a la Divina Misericordia  expresando: "Deseo ardientemente que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado a través de Santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir "la chispa que preparará al mundo para su última venida".

    A once años del regreso a la casa del Padre del muy querido San Juan Pablo II y en la gozosa Fiesta del segundo domingo de Pascua y del Año Jubilar, compartimos la oración de la Consagración  del mundo a la Divina Misericordia. 

     Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo: Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre. Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu Misericordia, para que en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y Resurrección de Tu Hijo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.


Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.










No hay comentarios:

Publicar un comentario