¡ALELUYA!
En el inicio del camino pascual y llenos de
gozo cantamos con el Salmista;
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia”. (Salmo 117). Porque motivos nos sobran para estar alegres y
seguir los pasos de Cristo victorioso el “hombre celestial* (1Co 15, 35-50),
porque la Pascua es el paso de la muerte a la vida y de la esclavitud a la libertad con Cristo, que nos
dio la vida de la gracia.
San Josemaría Escrivá de Balaguer explica en
la homilía “Cristo presente en los cristianos” que “El tiempo pascual es tiempo
de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino
que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive:
Cristo no es una figura que solo pasó, que existió en un tiempo y que se fue,
dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos”.
La Pascua es la fiesta principal, el corazón
del calendario litúrgico, la llamada “Fiesta de Fiestas”. Es el paso liberador de Dios en la historia
de los hombres, es la celebración gozosa del triunfo de Cristo sobre el pecado
la muerte y toda clase de esclavitud. En la Pascua, también celebramos nuestra
conversión y cambio de una vida de esclavitud a una vida de liberación en
Cristo, que iniciamos espiritualmente durante el tiempo de Cuaresma.
Celebrar la Pascua de Resurrección es tomar
conciencia que la misericordia, el amor y el perdón triunfaron sobre el pecado
y la muerte. Es reconocer que también nosotros, si vivimos la misericordia,
resucitaremos a una vida nueva, recordando también que nuestro testimonio
cristiano, es el primer signo de la misericordia de Dios para los hombres.
Sin la Pascua la vida humana y cristiana es
absurda. El dolor, el sufrimiento y la muerte quitarían del ser humano la
fuerza para luchar ante las adversidades, como lo plantea el Catecismo de la
Iglesia Católica; "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación,
vana también vuestra fe"(1Co 15,14). La Resurrección constituye ante todo
la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades,
incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si
Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según
lo había prometido. (#651)
El cristiano que celebra la Pascua refleja
en su mirada la luz de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su
corazón la fortaleza ante todas las adversidades. La Pascua exige de todo
cristiano, el compromiso de sembrar en el corazón de la sociedad, la capacidad
de vivir la misericordia, dándose, .perdonando, sirviendo a los demás
desinteresadamente.
“Tener un corazón misericordioso no
significa tener un corazón débil”, como ha manifestado el Papa Francisco.
“Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al
tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu
y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En
definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por
el otro”.
Las enseñanzas de Jesús, casi todas sus
palabras, parábolas, gestos y acciones nos hablan de misericordia, pero también fue muy claro al indicar que no
importa cuántas dificultades enfrentemos durante la vida terrenal, con Dios,
tarde o temprano, tendremos nuestra mañana de Pascua y según sea el fundamento
de nuestra fe, podemos escoger entre permanecer "crucificados" o
seguir con el Espíritu, hacia nuestra mañana victoriosa de Pascua.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.
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