martes, 17 de mayo de 2016

“Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya" Salmo 46



     Vida, alegría, misericordia, milagros, esperanza, protección, oración y sobre todo amor, son el testimonio pascual de Cristo Resucitado, que hoy nos invita a subir  hasta el Monte de los Olivos, para contemplar su Ascensión al cielo. 

   Desde el  Domingo de Resurrección recorremos junto a Jesús el camino pascual que ahora nos sitúa en uno de los acontecimientos más significativos para Jesús y también para sus discípulos.

   La Ascensión de Jesús según el diccionario bíblico; “es la glorificación de Cristo descrita en el libro de los Hechos de los Apóstoles, y es la condición previa para que la Iglesia empiece su camino “hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8)”.

     Asimismo en el Catecismo de la Iglesia Católica se afirma, “La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo”, (668) y además " A partir de ese momento los apóstoles se convirtieron en los testigos del “Reino que no tendrá fin”. (664)

   Jesús se manifestó en diversas ocasiones a los discípulos, para despejar las dudas sobre su resurrección, les dio muchas pruebas de que estaba vivo, “mostrándose a ellos y hablándoles del Reino de Dios”  (Hch  1,3), pero llego su momento de regresar al Padre, para que ellos iniciaran la evangelización, aunque no tenían todavía la fuerza del Espíritu Santo, que recibirían al ser bautizados en Pentecostés.

   Desde entonces  la razón de ser de la Iglesia es continuar la misión de Jesús de anunciar la Buena Nueva a toda la humanidad, porque “Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles”. (655) y por eso anualmente en la Solemnidad de la Ascensión también compartimos como Iglesia la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que en este año jubilar  el título del Mensaje del Papa Francisco  es “Comunicación y Misericordia”. 

   “Porque como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión, el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado”.  Además “El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Y si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios”.   

 Testigos
  Tengamos presente que Jesús antes de regresar al Padre realizó su actividad sanadora, liberadora, reconciliadora, sobre esta tierra. Por eso no nos quedemos mirando al cielo, pero si fijemos la mirada en Jesús quien ha recorrido el camino hacia la patria celestial y nos anima a alcanzar la meta. “Hombres de Galilea, ¿Qué hacen allí parados mirando el cielo? Ese mismo Jesús, que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto marcharse. Aleluya (Hch 1.10)

      A la vista de los apóstoles, Jesús “se elevó y una nube lo ocultó de su vista”. (Hch 1,9), pero antes indicó la tarea que tenían por delante “Serán testigos míos en  Jerusalén, Judea. Samaria y hasta el confín del mundo”  (Hch 1,8), y a cada generación Jesús repite la misma orden; “Serán discípulos míos”.  “Vayan”, “Sean testigos”. 

   Entonces seamos “Testigos”  siendo cristianos auténticos, no solo de apariencia  sino con palabras anunciando y con acciones trabajando, sirviendo a los demás a ejemplo de Jesús, reiterando la necesidad que tiene el ser humano de volver a Dios, para el perdón de los pecados.

    Recordemos las palabras de San Pablo a la comunidad de los Efesios; “Le pido (a Dios)  que les ilumine la mente para comprender  cuál es la esperanza que les da su llamamiento y cuan gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros,  los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa”.  (Efesios 1, 17-18)

    Además para realizar la tarea no estaremos solos: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes; y cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza” (Hch 1,8)  y como explica el Papa Francisco,  Ël  (Cristo) nos ha abierto el paso para llegar a Dios y nos trae hacia él, nos protege, nos guía e intercede por nosotros. Mirar a Jesucristo que asciende a los cielos, es una invitación a testimoniar su Evangelio en la vida cotidiana, con la vista puesta en su vendida gloriosa definitiva”.   Abril 27 ,2013

  
Lcda. María Espina de Duarte
 @mabelespina













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