Banquete pascual, Fracción del pan, comunión, Pan de ángeles, asamblea o celebración eucarística, son algunas de las definiciones que comúnmente utilizamos para describir nuestro sacramento de salvación,el tesoro más valioso que nos dejó Jesús; “La Eucaristía”
Cada vez que comulgamos Jesús se une a
nosotros y nos alimenta con su amor y misericordia. “Quien como mi carne y bebe
mi sangre habita en mí y yo en él” (Juan 6,56)
El pan eucarístico es el
Cuerpo de Cristo no sólo porque mediante
la fe, así lo creemos y afirmamos, sino además porque Dios hace posible que
Cristo esté presente realmente.“La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y
de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, “no se conoce por los
sentidos, dice Santo Tomas, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la
autoridad de Dios”. (Catecismo, #1381)
La Eucaristía, sacramento de
nuestra salvación, realizada por Cristo en la cruz, es también una alabanza y
acción de gracias por toda la creación, como obra del amor divino.
“Es un sacrificio de acción
de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su
reconocimiento a Dios, por todos sus beneficios.por todo lo que ha realizado
mediante la creación, la redención y la santificación. Eucaristía significa,
ante todo; acción de gracias”. (Catecismo, #1360)
Para el Concilio Vaticano II también la Eucaristía
“contiene todo el tesoro espiritual de la Iglesia, es la fuente y la cima de
toda la evangelización”. (LG, 11)
La Eucaristía también es el
sacramento de la unidad porque al recibir a Cristo como
alimento, no podemos ser iguales algo debe cambiar en nosotros y uno de los
efectos más evidentes de la sagrada comunión, tiene que ser la solidaridad y el
amor como fuente de unión y el fundamento para impulsar en nosotros el
compromiso de trabajar en pro de una sociedad más fraterna. Sobre todo en este
Año Santo de la Divina Misericordia,donde la Iglesia nos propone a todos,practicar
las obras de misericordia,siendo Eucaristía para los demás.
Así como nos dice San Pablo, “Esa copa de
bendición que bendecimos. ¿No significa solidaridad con la sangre del Mesías?
Ese pan que partimos, ¿No significa solidaridad con el cuerpo del Mesías? Como
hay un solo pan, aun siendo muchos formamos un solo cuerpo, pues todos y cada
uno participamos de ese único pan”. (1Cor 10,16-17)
Siempre estamos invitados al gran banquete
eucarístico donde Jesús se nos da como sacramento, para alimentamos en la vida
cotidiana y en preparación para la eternidad, así como lo expresó Santa
Faustina,“Debemos ver con ojos de fe en cada Hostia, al Salvador misericordioso
derramándose como una fuente de misericordia para todos. (Diario, #441)
“Al amor de los amores”
“La Iglesia y el mundo tienen una gran
necesidad del culto eucarístico Jesús nos espera en este sacramento del amor.
No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la
contemplación llenos de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del
mundo”. Diciendo“Creyendo, esperando y amando, te adoramos”. Santo Juan Pablo II
El cristiano tiene que caracterizarsepor ser un
hombre de oración, de contemplación, de escucha, porque en la oración, “el amor
es el que habla”, como dijo Santa Teresa y por lo tanto las visitas a “Jesús
Sacramentado”, con sus exposiciones y
bendiciones han de ser un momento para profundizar nuestra fe y renovar el compromiso
cristiano.
Si adoramos confesamos su
presencia real y verdadera y así nos ejercitarnos en el silencio, la meditación,
la alabanza, la contemplación y sobre
todo en la oración. Porque no hay una oportunidad más perfecta de adoración, de
acción de gracias y para pedir al Padre, que a través de Jesús, en la
Eucaristía.
Santa Faustina, por ejemplo, se caracterizó
por su devoción a Jesús Sacramentado y
como tal reflexionaba; “Un día sabremos lo que Dios hace por nosotros en cada
santa misa y que don prepara para nosotros en ella: y “Oh Hostia Viva, mi única Fortaleza, Fuente de amor y su Misericordia,
abraza al mundo entero fortifica a las almas débiles. Oh bendito sea el
instante y el momento en que Jesús nos dejó su misericordiosisimo corazón”.
(Diario, #914,223)
Cada vez que adoramos, entramosen
íntima relación con Jesús, Dios y Hombre presente verdaderamente en el santísimo sacramento. Reparamos
nuestros pecados y los de la humanidad y además oxigenamos nuestra fe y amor
hacia Jesús, el hermano mayor y salvador,
quien eligió la Eucaristía, para quedarse con nosotros hasta el fin del mundo.
San Agustín dijo; “Nadie coma de esta carne
sin antes adorarla…pecaríamos si no la adoramos”. Además recordemos las
palabras de Jesús en la última cena con sus discípulos; “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19): (1Co
11.24).
Perseveremos entones orando,
adorando, alabando y sobre todo amando, a quien siendo Dios, no se cansa de
amarnos y de esperarnos para brindarnos un caudal de bendiciones desde su
presencia eucarística, donde permanece para acompañarnos, guiarnos y sobre
alimentarnos.
Sólo él nos conoce plenamente, por eso nos
escucha, nos levanta, nos renueva, sana, libera, fortalece y sobre transforma
nuestro llanto en una cálida canción, y así renovados podemos exclamar como San
Juan Pablo II;“Tu eres nuestra esperanza,
nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo. Nuestro corazón se llena de
gozo y de esperanza al saber que vives, “siempre intercediendo por nosotros”.
(Hebreos 7,25)
“De corazón a corazón”
En el transcurso de la
historia de alguna maneraDios ha dado a conocer su infinito amor hacia la
humanidad y a su Iglesia. En Jesús, por ejemplo, además de la Eucaristía
también manifestó su deseo de acortar distancias buscando llegar al centro del
corazón del hombre, revelando la riqueza y la fuerza de su sagrado corazón,
como fuente de salvación y de misericordia.
La oración de la Iglesia
venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre, adora al
Verbo encarnado y a su corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar
por nuestros pecados. (Catecismo, #2669)
En una breve retrospectiva mental, seguramente
coincidimos en recordar dela infancia ola adolescencia que en nuestras casas, en
la de los abuelos o de algún familiar,era común observar en un lugar especial, el
cuadro del Corazón de Jesús, quizás, muchos de nosotros crecimos observando la
emblemática imagen donde Jesús con destellos de divinidad pero humildemente con
sus vestimentas azul y rojo, nos bendicecon la mano derecha y con la mano
izquierdaseñala su sagrado corazónherido y coronado de espinas, pero refulgente
de amor por sus hermanos y por su Iglesia.
Con este simple detalle podemos
entender el arraigo del Culto al Corazón de Jesús que por muchas generaciones
se ha propagado y conservado con respeto y devoción, entre otras razones porque
la Eucaristía y el culto al Corazón de Jesús, guardan una gran relación, no
solamente porque se trata de Jesús, vivo en el sacramento con efectos
redentores.Sino también porque su Sagrado Corazón, es símbolo de redención,
consuelo, vida, redención, misericordia, protección, paz, pero sobre todo de
AMOR.
Así
como afirma San Juan;“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y
hemos creído en ese amor. Dios es amor y quien permanece en el amor; permanece
en Dios y Dios en él”. (1Juan 4,16)
Sobre
las manifestaciones del Corazón de Jesús,en
1675 la religiosa Margarita María Alacoque, precisamente estaba en adoración al
Santísimo Sacramento cuando Jesús en una revelación le dijo; “Mira este corazón
que tanto ha amado a los hombres y en cambio no recibe de la mayoría, más que
ingratitudes”.
Desde entonces y paulatinamente
se propagó esta devoción para satisfacer las necesidades de la Iglesia y de
toda la humanidad, porque Jesús ofrece su humano corazón como fuente de
unidad,salvación, paz y misericordia. “Creer
en ese amor significa creer en la misericordia pues, es esta la dimensión
indispensable del amor de su corazón”. San Juan Pablo II
Toda esta devoción se
complementa para las nuevas generaciones a partir de 1931 con las revelaciones
a Sor Faustina; “Hija mía di que soy el Amor y la Misericordia en persona”.
“Deseo que mi Misericordia, sea conocida y venerada, le doy a la humanidad la
última tabla de la salvación, es decir, el refugio en MI Misericordia”.
(Diario, #374y#998)
En definitiva el Sagrado Corazón de Cristo
es la fuente inagotable de la Divina
Misericordia, que se acerca al hombre a pesar del pecado y de su fragilidad
humana.Como dijo Santo Pío de Pietrelcina, “Recordemos
que el Corazón de Jesús nos ha llamado, no sólo para que nos santifiquemos,
sino también para que santifiquemos a los demás. Él quiere que le ayudemos a
salvar las almas”.
En
ambas manifestaciones, la Eucaristía ocupa un lugar muy importante así como
debe ser en nuestra vida .diaria. Por eso el Papa Francisco afirma que, “La
Eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles y
para los pecadores. De tal manera que esta reflexión permita motivarnos para
frecuentar los sacramentos, dejándonos bendecir y guiar por Jesús Sacramentado,
quien siempre nos dice; “Aprendan de mí
que soy manso y humilde de corazón”. (Mateo 11, 29)
Además en las devociones del Sagrado Corazón
y la Divina Misericordia, Jesús nos bendice dejando caer sobre nosotros,
torrentes de su gracia y amor, para que compartamos esa unción con nuestros
hermanos más necesitados y como parte del año jubilar y como hijos valiosos
ante los ojos del Padre, recordemos oportunamente las sabias palabras de San
Juan Pablo II, “El hombre del año 2000 necesita del Corazón de Cristo, para conocer a
Dios y conocerse a sí mismo; lo necesita para construir la “Civilización del
Amor”.
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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