La Parábola del Buen Samaritano, una de las enseñanzas más importantes predicada por Jesús y relatada en el
evangelio de Lucas, nos ayuda a reflexionar y a preguntarnos¿Cuál es nuestro balance personal en el Jubileo
de la Misericordia?
La liturgia dominical nos interpela sobre la
“misericordia del Buen Samaritano” y nos permite evaluar los frutos personales
o comunitarios cosechados desde el pasado 8 de Diciembre, cuando el Papa
Francisco abrió la Puerta Santa, como símbolo del inicio de este año de gracia.
¿Nos limitamos sólo a peregrinar
y ganar indulgencia? ¿Nos mantenemos en la senda de la misericordia? o por el
contrario al igual que el “sacerdote y el levita” de la parábola ¿nos salimos del camino evitando el encuentro
con el hermano necesitado?
El
Papa Francisco al convocar el Jubileo afirmó; “La misericordia además de ser condición para nuestra salvación es, la
ley fundamental que habita en el corazón de cada persona, cuando mira con ojos
sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida”.(Misericordiae Vultus)
La afirmación del Santo Padre coincide con
la respuesta de Jesús al “letrado o
doctor de la ley”, cuando le pregunta “Maestro ¿Qué debo hacer para conseguir la vida
eterna? (Lc10, 25).Porquesólo
amando verdaderamente a Dios a través de la compasión y la misericordia hacia
el prójimo, heredaremos la vida eterna, tal y como lo explica la Parábola del
Buen Samaritano (Lc 10, 25-37)
La misericordia nos llama a salir al
encuentro del hermano necesitado que el mismo Dios nos presenta en al camino de
la vida diaria y “el amar a Dios y al
prójimo” nos lleva a practicar la misericordia conlos que están necesitados
espiritual o materialmente, sin distinción de edad, sexo, raza, condición
social ideología, incluso la religión.
Como dice San Juan Bosco; “Todo cristiano
tiene la obligación de ayudar a los demás y no hay predicación más eficaz que
la del buen ejemplo”. De tal manera que si nos hacemos llamar cristianos
católicos, no hay forma de evadir el mandato del amor, no hay forma de evadir
el encuentro con el hermanonecesitado o excluido socialmente.
Este Año Santo de la Misericordia es una
oportunidad especial para la reconciliación con Dios Padre, para así renovados
y fortalecidos con su gracia, salgamos al encuentro del prójimo, por el camino
del “Buen Samaritano”, llevando la bondad y el amor del Padre Celestial. Una de
las intenciones del Papa Francisco al convocar el Jubileo es precisamente
recordarle a la humanidad azotada actualmente por tantas problemáticas, que
“Dios será siempre como aquel que está
presente cercano, providente, santo y misericordioso”. (Misericordiae Vultus #6)
Del “saber” al
“hacer”
Desde el diálogo entre Jesús y el letrado o
Doctor de la ley, hasta el relato propio
de los personajes de la parábola el sacerdote,
el levita y el samaritano, es evidente la importancia entre el conocimiento y
la acción, entre lo aprendido y lo demostrado, o como se dice popularmente
entre el “dicho y el hecho”
Con la
riqueza del evangelio en la “Parábola del Buen Samaritano” Jesús nos enseña
también magistralmente la importancia del “saber” y del “hacer”, en la praxis
del mandamiento del amor.
La pregunta
del letrado, quien conocía el Decálogo, es válida, pero Jesús lo lleva más allá
de la norma y le enseña que amando al
prójimo se cumple con toda la ley. Aunque el sacerdote y el levita del relato conocían también la ley
optaron “por pasar de largo” y obviar al hombre “casi muerto” que estaba en el
camino. Por su parte el “Buen Samaritano”, del cual Jesús no da mayores
detalles, sólo quizás el más importante que era un hombre misericordioso que sin pesarlo dos veces hizo
suyo el sufrimiento del asaltado y “se compadeció de él, se le acercó, ungió
sus heridas, con aceite y vino, y se las vendo, luego lo puso sobre su
cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuido de él.Al día siguiente pago dos
denarios, se los dio al dueño y le dijo “Cuida de él y lo que gastes de más. Te
lo pagaré a mi regreso”. (Lc 10.33-35)
El Buen
Samaritano no evade el encuentro con el otro, sigue por el camino y a pesar que los judíos y los samaritanos no
se trataban por diferencias sobre todo religiosas,se deja llevar por la
compasión con “el hombre mal herido” abre su corazón para atenderlo, curarlo,
llevarlo a la posada y cubrir todos sus gastos. Es decir pone en práctica las
obras de misericordia en lo espiritual y corporal, siendo el mejor ejemplo de compasión y misericordia
que la liturgia nos ofrece en esta etapa
del Jubileo de la Misericordia, tiempo
de gracia que finaliza el venidero 20 de noviembre, en la Solemnidad de Cristo
Rey.
No perdamos la posibilidad del encuentro con
el Señor, particularmente en el pobre, el excluido de la sociedad, en el enfermo,
en ese hermano o hermana, que necesita de nuestra ayuda , aunque suene trillado
, es un mandato de Dios , que nos pide “saber y hacer” , todo por amor a él y
al prójimo.
Así como
Jesús preguntó al letrado: “Según tu parecer, ¿Cuál de estos tres se portó como
prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?”. Él contestó: “el que
se mostró compasivo con él”. Y Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”. (Lc
10, 36-37)
La compasión es una virtud humana que al
igual que el amor hay que ejercitarla y la Parábola del Buen Samaritano, es el
llamado que quizás nos hacía falta para despertar, para salir de la coraza de
nuestros temores, problemas y dudas, para mirar un poco más de allá y darnos
cuenta que en nuestro hogar, vecindario, trabajo, grupo de apostolado y en la
sociedad en general, hay muchas personas, urgidas de amor. Porque continuar en
el “camino cristiano” es asumir también nuestro compromiso con el prójimo siguiendo
los pasos del “Buen Samaritano”, sobre todo en este Año Santo de la
Misericordia.
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
No hay comentarios:
Publicar un comentario