domingo, 10 de julio de 2016

Sin salir del camino…




 La Parábola del Buen Samaritano, una de las enseñanzas más importantes  predicada por Jesús y relatada en el evangelio de Lucas, nos ayuda a reflexionar y a preguntarnos¿Cuál es nuestro balance personal en el Jubileo de la Misericordia?  

   La liturgia dominical nos interpela sobre la “misericordia del Buen Samaritano” y nos permite evaluar los frutos personales o comunitarios cosechados desde el pasado 8 de Diciembre, cuando el Papa Francisco abrió la Puerta Santa, como símbolo del inicio de este año de gracia.

¿Nos limitamos sólo a peregrinar y ganar indulgencia? ¿Nos mantenemos en la senda de la misericordia? o por el contrario al igual que el “sacerdote y el levita” de la parábola  ¿nos salimos del camino evitando el encuentro con el hermano necesitado?

El Papa Francisco al convocar el Jubileo afirmó; “La misericordia además de ser condición para nuestra salvación es, la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona, cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida”.(Misericordiae Vultus)

   La afirmación del Santo Padre coincide con la respuesta de Jesús al  “letrado o doctor de la ley”, cuando le pregunta Maestro ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?  (Lc10, 25).Porquesólo amando verdaderamente a Dios a través de la compasión y la misericordia hacia el prójimo, heredaremos la vida eterna, tal y como lo explica la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37)

   La misericordia nos llama a salir al encuentro del hermano necesitado que el mismo Dios nos presenta en al camino de la vida diaria y “el amar a Dios y  al prójimo” nos lleva a practicar la misericordia conlos que están necesitados espiritual o materialmente, sin distinción de edad, sexo, raza, condición social ideología, incluso la religión.
   Como dice San Juan Bosco; “Todo cristiano tiene la obligación de ayudar a los demás y no hay predicación más eficaz que la del buen ejemplo”. De tal manera que si nos hacemos llamar cristianos católicos, no hay forma de evadir el mandato del amor, no hay forma de evadir el encuentro con el hermanonecesitado o excluido socialmente.

   Este Año Santo de la Misericordia es una oportunidad especial para la reconciliación con Dios Padre, para así renovados y fortalecidos con su gracia, salgamos al encuentro del prójimo, por el camino del “Buen Samaritano”, llevando la bondad y el amor del Padre Celestial. Una de las intenciones del Papa Francisco al convocar el Jubileo es precisamente recordarle a la humanidad azotada actualmente por tantas problemáticas, que “Dios  será siempre como aquel que está presente cercano, providente, santo y misericordioso”.      (Misericordiae Vultus #6)

Del “saber” al “hacer” 

   Desde el diálogo entre Jesús y el letrado o Doctor de la ley, hasta el relato  propio de los personajes de la parábola  el sacerdote, el levita y el samaritano, es evidente la importancia entre el conocimiento y la acción, entre lo aprendido y lo demostrado, o como se dice popularmente entre el “dicho y el hecho”

Con la riqueza del evangelio en la “Parábola del Buen Samaritano” Jesús nos enseña también magistralmente la importancia del “saber” y del “hacer”, en la praxis del mandamiento del amor.

La pregunta del letrado, quien conocía el Decálogo, es válida, pero Jesús lo lleva más allá de la norma y le enseña que amando  al prójimo se cumple con toda la ley. Aunque el sacerdote y  el levita del relato conocían también la ley optaron “por pasar de largo” y obviar al hombre “casi muerto” que estaba en el camino. Por su parte el “Buen Samaritano”, del cual Jesús no da mayores detalles, sólo quizás el más importante que era un hombre  misericordioso que sin pesarlo dos veces hizo suyo el sufrimiento del asaltado y “se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas, con aceite y vino, y se las vendo, luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuido de él.Al día siguiente pago dos denarios, se los dio al dueño y le dijo “Cuida de él y lo que gastes de más. Te lo pagaré a mi regreso”. (Lc 10.33-35)

El Buen Samaritano no evade el encuentro con el otro, sigue por el camino y   a pesar que los judíos y los samaritanos no se trataban por diferencias sobre todo religiosas,se deja llevar por la compasión con “el hombre mal herido” abre su corazón para atenderlo, curarlo, llevarlo a la posada y cubrir todos sus gastos. Es decir pone en práctica las obras de misericordia en lo espiritual y corporal, siendo  el mejor ejemplo de compasión y misericordia que la liturgia nos ofrece en esta  etapa del  Jubileo de la Misericordia, tiempo de gracia que finaliza el venidero 20 de noviembre, en la Solemnidad de Cristo Rey.

   No perdamos la posibilidad del encuentro con el Señor, particularmente en el pobre, el excluido de la sociedad, en el enfermo, en ese hermano o hermana, que necesita de nuestra ayuda , aunque suene trillado , es un mandato de Dios , que nos pide “saber y hacer” , todo por amor a él y al prójimo. 

Así como Jesús preguntó al letrado: “Según tu parecer, ¿Cuál de estos tres se portó como prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?”. Él contestó: “el que se mostró compasivo con él”. Y Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”. (Lc 10, 36-37)

   La compasión es una virtud humana que al igual que el amor hay que ejercitarla y la Parábola del Buen Samaritano, es el llamado que quizás nos hacía falta para despertar, para salir de la coraza de nuestros temores, problemas y dudas, para mirar un poco más de allá y darnos cuenta que en nuestro hogar, vecindario, trabajo, grupo de apostolado y en la sociedad en general, hay muchas personas, urgidas de amor. Porque continuar en el “camino cristiano” es asumir también  nuestro compromiso con el prójimo siguiendo los pasos del “Buen Samaritano”, sobre todo en este Año Santo de la Misericordia.

   
Así como lo afirma el Papa Francisco: “La actitud del Buen Samaritano es necesaria para dar prueba de nuestra fe, la cual “si no está hecha de obras es sí misma está muerta como recuerda el apóstol Santiago”. Mediante las buenas obras que hacemos con amor y con alegría hacia el prójimo, nuestra fe nace, florece y lleva fruto Al final seremos juzgados sobre las obras de misericordia el Señor podrá decirte: ¿te acuerdas de aquella vez sobre la calle de Jerusalén a Jericó? Ese hombre medio muerto era yo”.  (Ángelus; 10-07-2016)

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina











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