jueves, 11 de agosto de 2016

CRECER COMO PERSONAS, PARA ALCANZAR UNA VERDADERA CONVERSIÓN CRISTIANA





Cuando estaba en mis primeros años como estudiante en el seminario mayor, leí un libro que se llamaba :”Primero personas, después cristianos” de el autor… La lectura de aquel libro me ayudó a entender que no podemos ser verdaderamente cristianos, sino trabajamos primero en nuestro ser personas, en nuestra realidad   de seres humanos; es decir, con nuestros valores y  antivalores, con nuestras virtudes, vicios y defectos.

            La piedad en sí misma, sin una metodología de crecimiento espiritual, no nos ayudaría, si nosotros no tomamos conciencia de aquellas debilidades que nos impiden avanzar. Crecer como personas implica trabajar en las virtudes que debemos reforzar y algunas otras que debemos cultivar
              Santo Tomás repetía aquella famosa frase “la gracia supone la naturaleza 
              Es decir que para que la acción de la vida divina pueda actuar en nuestras personas, necesita unas disposiciones, unas condiciones; es conveniente que nuestra voluntad esté bien dispuesta a dejar actuar la Voluntad de Dios. Así lo señala el salmo de hoy: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” Cumplir la Voluntad de Dios no es algo mágico, ni automático, sino que está condicionado al deseo y disposición de nuestra naturaleza humana. Esta naturaleza es la esencia y lo caracteristico de nuestro ser. Por tanto, todos los seres humanos poseemos valores y costumbres que se desprenden de esta realidad personal: amor, respeto, honestidad, confianza, comprensión, capacidad de cambio, de reflexión, apertura, alegría, fidelidad, pudor, obediencia, sencillez, comunicación, diálogo, humildad, entre tantos otros.


            También puede haber presencia de antivalores, vicios o malas costumbres: odio, irrespeto, deshonra, recelo, incomprensión, resistencia al cambio, pesimismo, egoismo, infidelidad, desvergüenza, desobediencia, pomposidad, aislamiento, obstinación, intolerancia, soberbia, entre otros. Todas estos valores o contravalores están presentes en nuestra condición humana. Y es muy importante tomar conciencia de ambas realidades, ya que los valores humanos son el fundamento de la vida cristiana y todos ellos son una garantía de la ley natural, tanto a nivel ético, como a nivel moral.

En este sentido, toda persona de fe que quiera ser receptáculo del Espíritu Santo y poder avanzar ayudada por la gracia divina debe ser constante en el cultivo de los valores humanos y estar atentos a rechazar todos aquellos  antivalores, que afecten nuestra persona, conduciéndonos al pecado, es decir,  a la esclavitud. En la medida en que nuestra realidad humana se abre a Dios, en  esa medida, entramos en una verdadera actitud de cambio, de conversión, es decir, nos vamos purificando  y entonces podemos decir: “…he aquí  que vengo-pues de mí está escrito en el rollo del libro- a hacer, oh Dios, tu voluntad.

Conversión significa entonces, dejar que todas nuestras virtudes naturales, sean iluminadas por la  luz de la fe. Puede darse el caso que creamos que estamos por el camino correcto; sin embargo, corremos el riesgo de seguir en los mismos errores: vivimos una piedad, pero, nuestro carácter, nuestros caprichos, vicios, resentimientos, envidias e inmadurez, ahogan la acción divina. Es preciso tomar conciencia que sin cambios de mentalidad y actitudes, no puede brillar el oro de nuestras potencialidades y mucho menos, renovar la presencia del Espíritu de Dios, en nuestro ser.

Es preciso entonces, conocernos a nosotros mismos, con nuestras fortalezas y debilidades y tener presente que la gracia de Dios no puede actuar en nosotros, sino nuestra naturaleza humana, no está lo suficientemente dispuesta para ello. Dios respeta nuestra libertad, y nos quiere felices. Meditemos durante este tiempo de cuaresma, ya cercana la celebración del Gran  Misterio Pascual: ¿Qué valores debemos reforzar y cultivar en  nuestras personas y  qué debilidades aún tenemos que superar? para que se pueda dar un verdadero cambio de ruta, de vida, una verdadera conversión cristiana. Como dice la Palabra de Dios: “…Cierto que ninguna corrección es, a su tiempo, agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, robustezcan las manos caídas y las rodillas vacilantes y enderecen para sus pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure. (Hb 12, 11-13)

Acojamos como María el llamado de Dios, en esta solemnidad de la Anunciación de la encarnación de Jesús. A ella le fue anunciado que cocebiría y daría a luz al Mesías, a nosotros se nos anuncia la necesidad de la conversión y el perdón de los pecados, para que podamos renovar en nosotros el Misterio Pascual
Su hermano en la fe,
                                                                                   p.. Miguel Antonio Ospino Martinez       
                                                                                                                                                                  

Twitter @pmiguelospino

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