A los pies del imponente
monumento de Cristo Redentor o Cristo Corcovado se desarrollaron los Juegos
Olímpicos Río de Janeiro 2016, con el dinamismo y el entusiasmo que caracterizaeste
evento deportivo mundial,que cada cuatro años concentra la atención y el
interés de gran parte de la humanidad.
Durante varias semanasmiles
de atletas son los grandes protagonistas quienes además de demostrar su
rendimiento físico, la sana rivalidad e imponer records, conviven con
delegaciones de varias naciones sin distinción de cultura ni de religión. Esto
es lo admirable y valioso del deporte cuando se practica con vocación, disciplinay
respetando las normas.
Particularmente el Papa Francisco nos invita
a vivir el deporte como don de Dios y pidió que estos juegos olímpicos; ”impulsen la paz, la reconciliación en el
mundo con las palabras de San Pablo alentó al “buen combate, y a terminar
juntos la carrera”(2Tm 4,7-8), deseando conseguir como premio, no una medalla,
sino algo mucho más precioso la realización de una civilización en la que reine
la solidaridad, fundada en el reconocimiento que todos somos miembros de una
única familia humana, independientemente de las diferencias de cultura, color
de piel o religión. (Audiencia 03-08-16)
Al asumir el deporte como
don de Dios, nos aventurarnos buscando el equilibrio entre lo físico y lo
espiritual en las tareas cotidianas, estimulando una sana condición personal y
en términos de fe, nos ejercitarnos entre el amor y la misericordia, como lo
hicieron los hombres y mujeres que hoy veneramos por su santidad y que
seguramente desde el cielo nos animan cada día, con sus oraciones y aplausos
para que perseveremos en el camino de verdad y vida.
Todos somos atletas de la fe
cristiana entrenados por la Iglesia Católica, llamados a anunciar la Buena
Nueva de la Salvación, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret, superando
obstáculos de cara a una sociedad abrumada por la necesitadde paz, amor, esperanza,
y perseverando personal o comunitariamente,hasta alcanzar
la alegría de la salvación.
Hacia
la meta celestial
El alto nivel del espíritu
deportivo es evidente en cada competición olímpica y nos lleva a reflexionar
sobre el compromiso de fe que tenemos, porque ciertamente la vida del cristiano
es una lucha constante, donde sólo los audaces son capaces de cumplir con las
exigencias del Evangelio y las responsabilidades bautismales.

Ciertamente la vida de un
cristiano católico se asemeja mucho a la de un atleta profesional, así como lo
interpretó el Apóstol Pablo,quien tomó las competencias deportivas que se
celebraban cerca dela ciudad griega de Corinto, como referencia para enseñarnos
la importancia de perseverar como discípulos de Cristo, bajo las condiciones
deportivas de perseverancia, disciplina, concentración, constancia, sacrificio,
fortaleza y esperanza.
En los juegos olímpicos así como
en la vida diaria, los atletas que no se rinden tienen una mejor recompensa que
los que abandonan la lucha ante cualquier dificultad porque los motiva ganar la
máxima premiación con las medallas de oro, plata y bronce, pero San Pablo
reiteradamente nos anima y exhortáa buscar el premio celestial; “No saben que en las carreras del estadio
todos corren, pero uno sólo se lleva el premio? Corran ustedes de manera que lo
consigan Los atletas se privan de todo y eso por una corona de laureles
perecederos, nosotros en cambio lo hacemos por una corona que no se marchita”.
(1Co 9,24-25)
El trabajo en equipo tan
evidente e importante en varias disciplinas deportivas, también es vital en
nuestro peregrinaje terrenal, porque estamos congregados en tormo a la Iglesia
Católica actualmente bajo el pastoreo del Papa Francisco, quien constantementenos
indica los pasos a seguir para testimoniar la palabra de Dios de acuerdo a las
exigencias de la sociedad moderna.
Así como lo vivenciamos
especialmente en este Año Jubilar de la Misericordia, donde todos necesitamos “entrenamientoextra” con la oración
personal o comunitaria, frecuentando los sacramentos, cumpliendo los
mandamientos y las obras de misericordia espirituales y corporales y también resonando
en nuestros oídos las palabras de San Pablo;
“Da el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido
llamado”. (1Tm 6, 12)
Todo este esfuerzo humano
vale la pena y ante Dios todos sus atletas que perseveran amando y cumpliendo
su voluntad son vencedores y caben en “elpodiocelestial”,
quea diferencia del podio olímpico sólo hay espacio para los tres primeros
lugares; “En la casa de mi Padre hay
muchas habitaciones si no fuera así, no se lo habría dicho a ustedes.Yo voy a
prepararles un lugary cuando les haya preparado un lugar, volveré otra vez para
llevarlos conmigo”. (Jn 14, 2-3)
Que las Olimpiadas Río de
Janeiro 2016 ante la mirada atenta y serena del Cristo Redentor o Cristo
Corcovado sean un impulso de paz, tolerancia y reconciliación para toda la
humanidad y nos motiven particularmente a dejar el sedentarismo espiritual aun
lado y al grito de; ¡Preparados, listos,fuera!,
iniciemos o perseveremos con fe, esperanza, amor y misericordia nuestra carrera
hacia la meta celestial; “Sigo corriendo hacia la meta, al premio a
que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús”. (Fil 3,12)
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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