domingo, 28 de agosto de 2016

Olimpíadas de fe y misericordia

A los pies del imponente monumento de Cristo Redentor o Cristo Corcovado se desarrollaron los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, con el dinamismo y el entusiasmo que caracterizaeste evento deportivo mundial,que cada cuatro años concentra la atención y el interés de gran parte de la humanidad.


   

     Durante varias semanasmiles de atletas son los grandes protagonistas quienes además de demostrar su rendimiento físico, la sana rivalidad e imponer records, conviven con delegaciones de varias naciones sin distinción de cultura ni de religión. Esto es lo admirable y valioso del deporte cuando se practica con vocación, disciplinay respetando las normas.

    Particularmente el Papa Francisco nos invita a vivir el deporte como don de Dios y pidió que estos juegos olímpicos; ”impulsen la paz, la reconciliación en el mundo con las palabras de San Pablo alentó al “buen combate, y a terminar juntos la carrera”(2Tm 4,7-8), deseando conseguir como premio, no una medalla, sino algo mucho más precioso la realización de una civilización en la que reine la solidaridad, fundada en el reconocimiento que todos somos miembros de una única familia humana, independientemente de las diferencias de cultura, color de piel o religión. (Audiencia 03-08-16)

     Al asumir el deporte como don de Dios, nos aventurarnos buscando el equilibrio entre lo físico y lo espiritual en las tareas cotidianas, estimulando una sana condición personal y en términos de fe, nos ejercitarnos entre el amor y la misericordia, como lo hicieron los hombres y mujeres que hoy veneramos por su santidad y que seguramente desde el cielo nos animan cada día, con sus oraciones y aplausos para que perseveremos en el camino de verdad y vida.

     Todos somos atletas de la fe cristiana entrenados por la Iglesia Católica, llamados a anunciar la Buena Nueva de la Salvación, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret, superando obstáculos de cara a una sociedad abrumada por la necesitadde paz, amor, esperanza, y perseverando personal o comunitariamente,hasta alcanzar la alegría de la salvación.

Hacia la meta celestial 

     El alto nivel del espíritu deportivo es evidente en cada competición olímpica y nos lleva a reflexionar sobre el compromiso de fe que tenemos, porque ciertamente la vida del cristiano es una lucha constante, donde sólo los audaces son capaces de cumplir con las exigencias del Evangelio y las responsabilidades bautismales.

     En palabras del Papa Francisco; “los lazos entre la Iglesia y el deporte son una bella realidad que se ha consolidado en el tiempo, porque la comunidad eclesial ve en el deporte un valido instrumento para el crecimiento integral de la persona humana”. (Mensaje a delegados de los comités olímpicos de Europa). 

     Ciertamente la vida de un cristiano católico se asemeja mucho a la de un atleta profesional, así como lo interpretó el Apóstol Pablo,quien tomó las competencias deportivas que se celebraban cerca dela ciudad griega de Corinto, como referencia para enseñarnos la importancia de perseverar como discípulos de Cristo, bajo las condiciones deportivas de perseverancia, disciplina, concentración, constancia, sacrificio, fortaleza y esperanza.

     En los juegos olímpicos así como en la vida diaria, los atletas que no se rinden tienen una mejor recompensa que los que abandonan la lucha ante cualquier dificultad porque los motiva ganar la máxima premiación con las medallas de oro, plata y bronce, pero San Pablo reiteradamente nos anima y exhortáa buscar el premio celestial; “No saben que en las carreras del estadio todos corren, pero uno sólo se lleva el premio? Corran ustedes de manera que lo consigan Los atletas se privan de todo y eso por una corona de laureles perecederos, nosotros en cambio lo hacemos por una corona que no se marchita”. (1Co 9,24-25)

     El trabajo en equipo tan evidente e importante en varias disciplinas deportivas, también es vital en nuestro peregrinaje terrenal, porque estamos congregados en tormo a la Iglesia Católica actualmente bajo el pastoreo del Papa Francisco, quien constantementenos indica los pasos a seguir para testimoniar la palabra de Dios de acuerdo a las exigencias de la sociedad moderna. 

     Así como lo vivenciamos especialmente en este Año Jubilar de la Misericordia, donde todos necesitamos “entrenamientoextra” con la oración personal o comunitaria, frecuentando los sacramentos, cumpliendo los mandamientos y las obras de misericordia espirituales y corporales y también resonando en nuestros oídos las palabras de San Pablo; “Da el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado”. (1Tm 6, 12)
Todo este esfuerzo humano vale la pena y ante Dios todos sus atletas que perseveran amando y cumpliendo su voluntad son vencedores y caben en “elpodiocelestial”, quea diferencia del podio olímpico sólo hay espacio para los tres primeros lugares; “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones si no fuera así, no se lo habría dicho a ustedes.Yo voy a prepararles un lugary cuando les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo”. (Jn 14, 2-3)

     Que las Olimpiadas Río de Janeiro 2016 ante la mirada atenta y serena del Cristo Redentor o Cristo Corcovado sean un impulso de paz, tolerancia y reconciliación para toda la humanidad y nos motiven particularmente a dejar el sedentarismo espiritual aun lado y al grito de;  ¡Preparados, listos,fuera!, iniciemos o perseveremos con fe, esperanza, amor y misericordia nuestra carrera hacia la meta celestial; “Sigo corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús”. (Fil 3,12)



Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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