Guiados por el Evangelista
San Lucas continuamos “de caminoa Jerusalén”
y en esta oportunidad con el signo milagroso de,“la Curación de los diez
leprosos”,Jesús nos enseña que la fe hay que vivirla, compartiéndolacon
el servicio a Dios y al prójimo.
Jesús de paso por la zona
fronteriza entre Samaria y Galilea, “cerca de un pueblo”, atiende el clamor de
un grupo de enfermos de lepra necesitados de sanación, pero sobre todo de
misericordia;quienes“se detuvieron a lo
lejos y a gritos le decían, Jesús
maestro, tencompasión de nosotros”. (Lc 17, 12-13)
El grupo de leprosos cuando vio a Jesús, seguramente
por su enfermedad y exclusión socialreconoce al “Maestro” que predica y hace
curaciones y por eso al borde del camino distanciados físicamente, pero muy cerca
de él por su necesidad interior, buscan ser liberados y sanados..
Al grupo de leprosos no les venció el
desaliento, ni la enfermedad,ni el rechazo social y al salir al encuentro de
Jesúsllegó su tiempo de gracia, porque quien invoca al Señor en su sufrimiento
y enfermedad, está seguro que su amor misericordioso no le abandona, por más
difíciles que se presenten las circunstancias.
“Dios por medio de su Hijo, no nos abandona,
en nuestras angustias y sufrimientos está junto a nosotros nos ayuda a
llevarlas y desea curar nuestro corazón en lo más profundo”. (Benedicto XVI, Jornada Mundial de Oración
por los Enfermos 11-02-2012)
Según la narración bíblica
Jesús se compadece de los diez leprosos y les indica que cumplan con lo
prescrito por la ley de ir alos sacerdotes quienes tenían la responsabilidad de
diagnosticar la lepra y revisar si había alguna curación, por eso Jesús les
dice: “Vayan a los sacerdotes y aconteció
que mientras iban, fueron sanados” (Lc 17, 14)
Así ocurrió el milagro y por acción de la
misericordia divina el grupo de leprosos cumpliendo la orden del Maestro quedó
sano, pero uno sólo regresó para agradecer, los otros nueve se conformaron con
la sanación física, con su nueva vida social.“Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió,
glorificando a Dios, a gran voz y se postró en tierra a sus pies, dándole
gracias y éste era samaritano” y Jesús le preguntó: “¿No son diez los que
fueron limpiados? y los nueve ¿Dónde están?”. (Lc 17, 15-17).
Una vez más Jesús nos
reitera con sus palabras y acciones que
no ha venido para condenar, sino para perdonar y salvar, para dar esperanza
incluso en la oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, para darnos vida
en abundancia y porque además; “el Señor
siempre está cerca de quien le invoca”. (Salmo 145)
Con este pasaje narrado por el evangelista
Lucas, tenemos claro que al tener fe vemos a Dios en todos los acontecimientos
de la vida y quizás por eso del grupo de diez leprosos, uno sólo reacciona ante
la acción de Dios y regresa alabando y agradeciendo por su sanación, por su
conversión, porque no hay mejor salud que la espiritual, la salud del alma, La
Salvación y por eso Jesús responde; “Levantate, vete, tu fe te ha salvado”. (Lc
17,19)
Según el Catecismo de la Iglesia Católica; “La fe es una adhesión personal del hombre
entero a Dios que se revela. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la
voluntad a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus
palabras. (Catecismo; #176)
A lo largo de la vida muchas veces nos encontramos
al borde del camino esperando una señal una respuesta la intervención de Dios,
incluso también enfermos de la “lepra” del pecado, de las dificultades, de la crisis
de fe, clamamos al “Maestro”, que tenga compasión de nosotros, que nos sane y
nos oriente e indique el nuevo rumbo que debemos emprender en pro de la salvación
y para que nuestra fe de muchos frutos, .así como lo afirma el Apóstol Santiago
es su carta “mis obras son fruto de mi
fe”. (St.2:14)
Pero también es oportuno
preguntarnos;¿Somos agradecidos con los dones que Dios diariamente nos otorga
gratuitamente?
Así como la Iglesia nos
recuerda lo vital que es para nuestra fe ejercitarnos constantemente con la
oración, frecuentando los sacramentos, asistiendo
a misa, meditando las escrituras, también debemos incluir la dosis diaria del
agradecimiento a La Santa Trinidad; “Dad
gracias a Dios, porque él es bueno, porque eterna su misericordia”. Salmo 136
Fruto de una sanación, de la
conversión o de un sencillo acto de perseverancia, reconocerse necesitado del
amor divino nos lleva a fortalecer la fe, muchas veces son un sencillo pero
profundo agradecimiento a Dios, así como ocurrió con los leprosos, eran diez
hombres que tenían en común la enfermedad,entre los diez había un samaritano,
pero al ser sanados por Jesús, sólo uno el extranjero, se diferenció del grupo,
por su fe agradecida al Dios que le sana y concede la salvación, mientras los
nueve hebreos no volvieron ante Jesús.
Sigamos adelante con nuestro peregrinaje
terrenal en plena confianza con Dios, reconociendo que en cada momento de la vida recibimos su amor misericordioso, su protección.
Porque su gracia renueva nuestras fuerzas y nos colma de bendiciones cada día,aún
en los momentos más difíciles y oscuros, sólo así podemos experimentar su
respuesta al suplicar, Creo Señor, pero
aumenta mi fe o clamar como el Salmista:
“El
Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas, su diestra y su santo brazo le
han dado la victoria”.Salmo 97
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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