domingo, 27 de noviembre de 2016

Adviento y algo más…



En el inicio del Adviento y del nuevo año litúrgico ciclo A, dejemos resonar en nuestras vidas el mensaje de la liturgia dominical, sobre todo las palabras de San Pablo; “Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer… La noche está avanzada y se acerca el día”.   (Rm 13, 11)
   En el Adviento precisamente tenemos que estar atentos, preparados y esperanzados por la llegada del Salvador,  porque es un tiempo primoroso cargado de esperanza que nos ofrece la Iglesia para redescubrir las raíces de nuestra fe cristiana.

   Como sabemos el término Adviento procede de la palabra latina “Adventus”, que significa “venida” y “advenimiento” y dentro del calendario litúrgico el Adviento tiene la doble misión de preparar de forma inmediata el encuentro con Jesús  en la celebración de su Nacimiento en Navidad y también la misión de preparar a la feligresía  para la venida definitiva del Señor glorioso al final de los tiempos. 

   Retomando la exhortación de San Pablo, nos recuerda que ya es hora de despertarnos del sueño porque ya amanece la salvación y  ya hemos dormido lo suficiente y nos corresponde salir del retardo, desechando “las obras de las tinieblas y revistiéndonos con las armas de la luz”. (Rm 13,11-14)
   Estas indicaciones nos sugieren dejar el pecado y revestirnos de virtudes, despertar a una vida nueva, para no quedarnos dormidos porque el Adviento también es un tiempo de conversión y de preparación de nuestro corazón para recibir al Emmanuel; 
“Mirad el Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra”. (Liturgia de las Horas)
   Quizás eso es lo que espera Dios de muchos de nosotros, ofrendar un corazón dispuesto y siempre preparado para acoger y poner en práctica su Palabra y  su Voluntad. Sobre todo en este Tiempo de Adviento tener un corazón misericordioso abierto con las puertas de par en par,  ayudando a todo aquel hermano necesitado o sumergido en la oscuridad de la sociedad actual.

   Seamos portavoces del Reino de Dios, que no viene de manera espectacular sino que se desarrolla en el vivir cotidiano, así como describe el Profeta Isaías que debemos estar atentos a la escucha y meditación de la voz de Dios; “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la Palabra del Señor”. (Is. 2, 1-5)  

   Por eso hay que estar pendientes a los signos de los tiempos para redescubrir el mensaje del salvador y redentor que se nos ofrece, recordando las palabras de  San Juan de la Cruz; “La persona recibe de Dios tanto cuanto espera de Él”.


    El Señor siempre nos pide algo adicional, un mayor compromiso de fe y de caridad por los demás, una vida solidaria reflejo de su luz y de su salvación para  nuestros hermanos en la fe, por eso muy especialmente en el Evangelio dominical, advierte que no nos suceda como el pueblo en tiempos de Noé que;  
 “Cuando menos lo esperaban sobrevino el diluvio y se llevó a todos…Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor”. (Mt 24, 37-44)
   Así que al encender esta semana la primera vela de nuestra corona de Adviento,  encendamos también la luz de la esperanza activa, la ilusión por perseverar por más dificultades que se nos presenten, para que el encuentro con el Dios Salvador  cambie nuestra vida y la preparación para la Natividad del Señor, sea muy distinta a la Navidad que nos ofrece la publicidad comercial y así aportemos algo nuevo, recordando que fuimos creados  para armonizar con la creación con vida, orden y belleza.

   También emprendamos este nuevo camino del Adviento de la mano de nuestra Madre María, especialmente bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Recordemos que el 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se presentó  a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, en Paris, Francia.

   Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra y le dijo a Sor Catalina: Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás…”

   Especialmente María Santísima le encomendó A Sor Catalina presentar al mundo la Medalla Milagrosa, donde ella aparece como Inmaculada, Reina y Corredentora de las gracias. Llevar la santa medalla es proclamar nuestra fe en la súplica de la Santísima Virgen María, como mediadora universal ante la presencia de Dios, invocándola con estas sencillas palabras; "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti".

   De tal manera que estamos invitados para que nuestra vida sea un continuo Adviento en espera del Señor, dejándonos sorprender por él y en esta primera semana de Adviento bajo la amorosa intersección de Nuestra Madre Señora de la Medalla Milagrosa,  podamos ir “con alegría al encuentro del Señor”,  como nos dice el Salmo 121. 

Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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