A pocos días de la Navidad,
es muy difícil avanzar es nuestra preparación espiritual sin tomar en cuenta el
ejemplo de la Virgen María, sin hacer un esfuerzo por imitar sus virtudes, por ser
ella la tierra fértil donde germina la semilla del amor divino.
Como decía el Papa Pablo VI, el Adviento “debe ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto
de la Madre del Señor”, pues favorece la auténtica devoción a la Virgen
María, que es llevarnos hacia su hijo Cristo
Jesús.
Además durante el tiempo de Adviento coinciden
importantes fiestas marianas; como Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa,
Inmaculada Concepción, Guadalupe, Nuestra Señora de la Soledad e incluso
Nuestra Señora del Nuevo Adviento a través de las cuales la Iglesia nos invita una
vez más a valorar el rol de María en la historia de la salvación, incluyendo estas fiestas marianas también para
intensificar el espíritu de preparación y reiterando la invocación de la
liturgia diaria como “La Virgen, Madre de
Dios”, y portadora del reiterado mensaje de conversión, penitencia y
caridad.
Tenemos la opción de avanzar hacia la
Navidad siguiendo los pasos de la Virgen María, desde la Anunciación hasta el
momento pleno del nacimiento de Niño Dios y aún más allá. Ella es la llena de
gracia, la escogida por Dios y la Inmaculada discípula que acoge la Palabra, la
conserva en su interior y nos enseña cómo esperar al Dios Salvador.
Particularmente, en la Solemnidad de la
Inmaculada Concepción, cada 8 de Diciembre entendemos que la Virgen, fue preservada
del pecado original para que en el momento mismo de su concepción, tuviera su alma plenamente capacitada para recibir la plenitud de la gracia de ser
la Madre de Jesús. Así como habla de la “Purísima”, San Jerónimo:
“Se le llama Inmaculada porque no sufrió corrupción alguna; y considerada atentamente, se ve que no existe virtud, ni candor, ni gloria, que en ella no resplandezca”.
La Inmaculada Concepción nos trae la gracia
de liberarnos del pecado y de vencer nuestras pasiones, para que pueda venir la
gracia del nacimiento de Jesucristo místicamente a nuestra alma, el día de
Navidad. “De este modo, los fieles que
viven con la liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor
con que la Virgen Madre esperó al Hijo (Cf. Prefacio II de Adviento), se
sentirán animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la
oración y... jubilosos en la alabanza”, para
salir al encuentro del Salvador que viene (Marialis
Cultus 4)
Tengamos
claro que nos preparamos para acoger a Cristo, el Hijo de María, Nuestro
Salvador, no se trata de fanatismo, ni idolatría, mucho menos de un simple sentimentalismo
o tradiciones de luces, regalos o adornos, todo esto es importante pero sólo
complementario, porque lo esencial es vivir el Adviento y la Navidad, como un
compromiso de fe, de vida cristiana que nos permita renovarnos, tomando a María como
modelo, vigilantes en la oración, confiados en la voluntad divina y jubilosos
por la presencia del Dios con nosotros.
Quien mejor que María, para enseñarnos como
se preparan los caminos para la venida del Señor. María es la mujer de Dios,
que a Dios lleva y a Dios trae, dándolo a conocer desde Nazaret a la montaña de
Judea, que es portadora de Cristo dentro en su seno virginal y ante cuya
presencia Juan el Bautista saltó de gozo en el vientre de su madre Isabel. Además
ella en su “corazón mariano” vivió nueve meses de esperanza, gestando vida con
una espera paciente confiada y humilde.
A
ejemplo de María sigamos avanzando el camino del Adviento, con su apertura a la
voluntad de Dios, dispuestos a colaborar y servir al hermano necesitado.
Pidamos a Nuestra Madre Inmaculada que
siga intercediendo por nosotros para que seamos capaces de abrir caminos de salvación,
de paz y justicia.
Porque ella también para el Nuevo Adviento cumple
siempre una doble función, como en las Bodas de Caná; de intercesora que expone
nuestras necesidades: “No tienen vino",
y también mostrándonos el camino hacia la voluntad del Maestro: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2, 5)
Así en el Tiempo de Adviento como cristianos
católicos honremos y acompañemos a María en su dulce y bienaventurada espera,
siendo portavoces de la Buena Nueva de la Salvación y fieles creyentes
vigilantes y esperanzados durante nuestra peregrinación terrenal, hasta la Segunda
Venida de Jesús.
¡Bendita
Tú eres...!
Porque
creíste en la Palabra del Señor,
Porque
esperaste en sus promesas,
Porque
fuiste perfecta en el amor.
Por
tu caridad premurosa con Isabel,
Por
tu bondad materna en Belén,
Por
tu fortaleza en la persecución,
Por
tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
Por
tu vida sencilla en Nazaret,
Por
tu intercesión en Caná,
Por
tu presencia maternal junto a la Cruz,
Por
tu fidelidad en la espera de la Resurrección,
Por
tu oración asidua en Pentecostés.
Por
la gloria de tu Asunción a los cielos,
Por
tu maternal protección sobre la Iglesia,
Por
tu constante intercesión por toda la humanidad.
San
Juan Pablo II
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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