En la cuenta regresiva para
la Navidad, la liturgia nos invita a seguir vigilantes y alegres en la espera por el advenimiento del Dios Salvador y el
ambiente es propicio para recordar las palabras de San Juan Pablo II; ¨La alegría
es el centro del evangelio de la
Navidad, (Ángelus, 16/12/01).¨
El gozo y la preparación de María y José para
recibir al Niño Jesús, se propaga hasta en hoy en día entre nosotros, en su
Iglesia y en cada ser humano que acoge con fe en su corazón, la señal propia de
la vida y el amor, representada en un niño que nace y en el nombre que se le asigna.
¡Dios con nosotros!
En el Tiempo de Adviento cada año la Iglesia
nos brinda la oportunidad de reflexionar
en el misterio del Dios que se hace hombre y sale a nuestro encuentro para responder
a nuestras necesidades, sanando heridas y perpetuando su cercanía entre los
hombres. Porque la promesa del nacimiento de Jesús es promesa de eternidad
feliz para todo aquél que la acepte con esperanza.
Por
eso el llamado reiterativo de preparar el camino al Señor, para allanar todo
obstáculo personal o social que impida vivir plenamente la alegría de la
promesa divina de la salvación para todos y por lo tanto debemos estar vigilantes,
porque también en Adviento celebramos la dimensión escatológica de nuestra fe,
reflexionando sobre el plan divino de salvación con elementos ya realizados en
Cristo y con otros aspectos que están por cumplirse.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: "Al celebrar anualmente la liturgia de
Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga
preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente
deseo de su segunda Venida" (# 524).
En estos tiempos tan agitados por las
diatribas políticas, económicas e ideológicas, propaguemos con voz profética la
esperanza y la alegría, por la llegada del Señor como un Dos liberador. Él nos
muestra el camino de la fidelidad, de la paciencia, de la perseverancia y con su regreso, nuestra alegría será completa
y por eso clamamos: "Ven, Señor Jesús" y ayudanos a perseverar en la
labor evangelizadora como lo afirma San Pablo; “Por él hemos recibido este don
y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de
su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús.”
(Romanos 1, 1-7)
No olvidemos que el itinerario del Adviento
desemboca en la alegría de la Navidad, no en la alegría pasajera de la
actividad comercial, de las fiestas o de
las calles decoradas, sino en la alegría profunda fruto de la conversión, de la
paz interior, del encuentro y la reconciliación familiar, de la amistad recuperada,
del amor generoso y solidario.
“La alegría es el verdadero regalo de Navidad; no los costosos regalos que requieren mucho tiempo y dinero. Esta alegría podemos comunicarla de un modo sencillo: con una sonrisa, con un gesto bueno, con una pequeña ayuda, con un perdón […] En especial, tratemos de llevar la alegría más profunda, la alegría de haber conocido a Dios en Cristo” (Benedicto XVI, 18-12-2005).
Como el Señor muy está cerca, sigamos
avanzando con fe y oración en el camino de preparación del Adviento, para que
podamos encender una luz en el centro de
nuestras vidas, que ilumine a otros y para que el Señor cuando llegue, nos
encuentre despiertos y muy preparados, para celebrar y compartir la alegría de
su salvación.
Así como lo explicó recientemente el Papa
Francisco; “La salvación, traída por
Jesús, llega a todo ser humano y lo regenera. Dios entró en la historia para la
liberación de la esclavitud del pecado. Colocó su tienda en medio de nosotros
para formar parte de nuestras vidas, sanar nuestras heridas y darnos una vida
nueva…Hoy se nos invita a regocijarnos en la inminente venida de nuestro
Redentor, y estamos llamados a compartir esta alegría con los demás, dar
consuelo y esperanza a los pobres, a los enfermos, a las personas que están
solas y a la gente infeliz”. (Ángelus;
11-12-2016)
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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