martes, 22 de noviembre de 2016

Entre Dios y el prójimo



   Con la clausura del Año Jubilar de la Misericordia y próximos al Adviento, la Iglesia nos invita una vez más a vivir despiertos, atentos a las necesidades de todos los hombres y mujeres, creyendo y amando, porque precisamente “Entre Dios y el prójimo”, el amor y la misericordia determinan el sendero de nuestra fe cristiana católica.
   El año jubilar ciertamente terminó pero la tarea continúa, porque la misericordia va más allá de una convocatoria, es un compromiso formal de ayudar al hermano necesitado o como afirma el Cardenal venezolano Monseñor Baltazar Enrique Porras, “Para nosotros, la misericordia no cierra sus puertas, sino que las abre para poder avizorar un futuro más fraterno para todos”.
   Este tiempo de gracia que quizás para algunos pasó desapercibido y para otros fue una gran oportunidad de conversión, de reconciliación o de renovación espiritual, nos permitió revestirnos de una mayor conciencia y compasión por el hermano que sufre física o espiritualmente, porque los problemas de la humanidad no esperan.
   Todo esto bajo el aprendizaje del año santo y en observancia del principal mandamiento que nos reveló Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primer mandamiento y el más importante. El segundo es semejante al éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se basa toda la ley y los profetas” (Mt 22,37-40).
   La vinculación entre el amor a Dios y al prójimo en un solo mandamiento, también lo reitera con otras palabras, San Juan, “… quién no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido del Él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21).
   Jesús siempre unió el amor a Dios y el amor al prójimo, enseñándonos con su vida y su Palabra que no se puede vivir uno, sin el otro y con su testimonio resumió el cumplimiento de este mandamiento que da prioridad al amor sobre cualquier otro precepto religioso. Por lo tanto, al igual que Jesús, seamos concretos en  amar y ayudar a quien sufre y necesita de nuestra ayuda, porque Jesús  realmente se conmovía ante el dolor del otro.
   Jesús con su corazón humano y divino siempre rebosante de amor y misericordia, así como lo afirmó recientemente el Papa Francisco; “Aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo”. Pidamos también nosotros el don de esta memoria abierta y viva. Pidamos la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza. Como Dios cree en nosotros que estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás”. (Homilía;  20-11-16)
    Ahora bien como Jesús irrumpe con amor misericordioso en la historia y en el corazón de cada hombre, nos adentramos litúrgicamente al Adviento, tiempo cargado de esperanza que nos ofrece la Iglesia como preparación para celebrar con esperanza el Nacimiento de nuestro Salvador y también de su espera gozosa al final de los tiempos.
   Durante la primera semana de Adviento las lecturas  y la predicación son una invitación con las palabras del Evangelio
"Velen y estén preparados, que no saben cuándo llegará el momento". (San Mateo 24, 37-44).  
Porque al igual que  organizamos la casa para recibir a un invitado muy especial y celebrar su estadía. Durante los próximos cuatro domingos que anteceden a la fiesta de Navidad, nos preparamos espiritualmente para recibir a Cristo y celebrar al Emmanuel.
   Vivamos el Adviento como tiempo de esperanza y gozo, pero también como  tiempo para la conversión, por medio de la oración, el sacrificio, la generosidad y la caridad con los que nos rodean, procurando ser mejores para recibir a Jesús con gestos significativos de solidaridad; “Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertar del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz.  (San Pablo a  los Romanos 13, 11-14)}
   En este sublime tiempo litúrgico dejémonos acompañar también de María, quien con un espíritu de apertura a todos, e imitando su sencillez en el pesebre y de fortaleza en el calvario junto a su Hijo, podamos asistir al prójimo que sufre, al que necesita de un gesto de perdón o atención para que resplandezca el rostro misericordioso de nuestro Padre Celestial, y así celebrar el gran misterio de la encarnación, sembrando obras de amor y misericordia entre Dios y el prójimo.

   “El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando…Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros  Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como “visita”, como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?” (BENEDICTO XVI, 28 de noviembre de 2009)

                                                     
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

No hay comentarios:

Publicar un comentario