Con frecuencia invocamos en las letanías a la Virgen María
como “Salud de los Enfermos”, por su maternal
solidaridad con todo ser humano afligido
por el sufrimiento físico y espiritual, además por los relatos de las Sagradas Escrituras
y por sus mensajes en las diferentes apariciones, la conocemos siempre sensible
ante todo sufrimiento, compartiendo los gozos y las esperanzas, las alegrías y
las tristezas de la humanidad.
María es invocada en
la Iglesia con títulos muy diversos, como Abogada, Auxiliadora, Socorro,
Mediadora: "Lo cual ha de entenderse
de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único
Mediador" (LG 62).
La Santísima Virgen,
por ser Madre de Cristo y Madre de los fieles, socorre con amor a todos sus
hijos en dificultades, sobre todo los enfermos que acuden a ella con
frecuencia, muchas veces visitando los santuarios marianos, para recibir por su
intercesión la salud. Así como particularmente en el Santuario de Nuestra Señora
de Lourdes, en Francia.
Según datos y
testimonios hubo 18 apariciones entre el 11 de febrero y el 16 de julio de
1858, todas las apariciones se caracterizaron por la sobriedad de las palabras
de la Virgen María y por presentarse una fuente de agua que brotó
inesperadamente junto al lugar de las apariciones y que desde entonces es un
lugar de referencia de innumerables milagros constatados por científicos.
En las apariciones,
María Santísima exhortó a Bernadette a rogar por los pecadores, invitó a la conversión
y a la penitencia; pidió que edificaran una capilla y que fueran en procesión y
le pidió a Bernadette besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para
otros. La Virgen había dicho: "Rogarás
por los pecadores...Besarás la tierra por la conversión de los pecadores".
Como la Visión retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas besando la tierra.
Desde entonces esta advocación mariana
adquiere particular importancia en los
actos piadosos que preparan y celebran anualmente la Jornada Mundial del
Enfermo, instituida por San Juan Pablo II el 13 de mayo de 1992, y fijada para
cada 11 de febrero, Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, en esa oportunidad
Juan Pablo II afirmó: ...”La celebración
anual de la Jornada mundial del enfermo tiene, por tanto, como objetivo
manifiesto sensibilizar al pueblo de Dios y, por consiguiente, a las varias
instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, ante la
necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos...”
Para esta XXV edición
el título del mensaje publicado por el Papa Francisco es "Confiar en Jesús misericordioso como María; hagan lo que Él les
diga”. (Lc 1,49)". A través del cual se nos invita a
“imitar el camino seguido por santa Bernadette hasta contemplar en María, a la
Inmaculada, y después su vida de silencio y meditación”.
Al honrar a María
bajo la advocación de Lourdes, también se “renueva
en la Iglesia la fuerza espiritual para realizar, de la mejor manera posible,
esta parte esencial de su misión que incluye el servicio a los enfermos, a los
que sufren, a los excluidos y marginados” señala el Papa Francisco.
Especialmente en esta Jornada el Santo Padre
nos pide que difundamos "una cultura respetuosa de la vida, la salud y el
medio ambiente" y también nos recuerda que, en la Jornada instituida por San
Juan Pablo II; “Constituye una ocasión
para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los
que sufren en general. Al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se
entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y
voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de
acompañar a los hermanos enfermos”.
Así también el Papa Francisco
afirmó que en medio del dolor, debemos dar un "agradecimiento al Señor
Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en obediencia a la voluntad del
Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la humanidad fuera redimida".
La solidaridad de Cristo, Hijo de Dios nacido de María, es la expresión de la
omnipotencia misericordiosa de Dios que se manifiesta en nuestras vidas
―especialmente cuando es frágil, herida, humillada, marginada, sufriente".
Estamos llamados a
ser solidarios con nuestros hermanos enfermos, orando o visitándolos, siguiendo
el ejemplo de Jesús, quien a lo largo de su vida acogió y sanó a muchos
enfermos, así como lo exhorta San Juan Pablo II; “En Cristo está la esperanza de la verdadera y plena salud; la salvación
que él trae es la verdadera respuesta a los interrogantes últimos del hombre.
No existe contradicción entre la salud terrena y la salud eterna, dado que el
Señor murió por la salud integral del hombre y de todos los hombres (cf. 1 P 1,
2-5; liturgia del Viernes santo, Adoración de la cruz). La salvación constituye
el contenido final de la nueva alianza”. ( Jornada Mundial del Enfermo del año
2005)
No podemos ser indiferentes ante los rostros
de muchas personas enfermas que encontramos en el camino de la vida, por eso la
importancia de esta Jornada Mundial del Enfermo, la cual cada año busca
involucrarnos y despertar las conciencias, ante la realidad del sufrimiento
humano y la llamada a ofrecer un poco de alivio físico o espiritual a quien
enfrenta la enfermedad.
Asimismo la Iglesia
siempre ha estimado la asistencia a los enfermos parte integrante de su misión
y los considera como una vía privilegiada para encontrar a Cristo, para
acogerlo y servirlo. Así como lo explica el Papa Francisco; “Cada uno de nosotros, está llamado a llevar
la luz del Evangelio y la fuerza de la gracia a aquellos que sufren y a cuantos
los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que su servicio al enfermo
sea cumplido siempre con más humanidad, con dedicación generosa, con amor
evangélico”. (Ángelus; 08-02-2015)
Recordando el lema de
este año; “El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho
obras grandes por mí (Lc 1,49)”,
reflexionemos especialmente sobre nuestro compromiso solidario y bajo la
maternal intersección de Nuestra Señora de Lourdes, Madre y Salud de todos los
enfermos, pidamos que cada día como creyentes cristianos católicos, también
seamos capaces de aliviar la pesada carga de los enfermos sean familiares,
amigos, vecinos, compañeros de trabajos o desconocidos.
Que sepamos cumplir
con amor y humildad esta obra de misericordia, recordando especialmente las palabras esperanzadoras
de la Virgen María a Bernadette, que lo importante es ser feliz en la otra
vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz. "Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este
mundo, sino en el otro".
Oración del Enfermo;
Señor, Tú conoces mi
vida y sabes mi dolor. Has visto mis ojos llorar, mi rostro entristecerse. Mi
cuerpo lleno de dolencias y mi alma traspasada por la angustia. Lo mismo que te
pasó a ti cuando, camino de la cruz, todos te abandonaron.
Hazme comprender tus sufrimientos y, con ellos,
el amor que Tú nos tienes. Y que yo también aprenda que uniendo mis dolores a
los tuyos, tienen un valor redentor por mis hermanos. Ayúdame a sufrir con
amor, hasta con alegría.
Si no es posible que “pase de mí este cáliz”
te pido por todos los que sufren:
Por los enfermos como yo, por los pobres,
los abandonados, los desvalidos, los que no tienen cariño ni comprensión y se
sienten solos.
Señor, haz que estas dolencias que me
aquejan me purifiquen, me hagan más humano,
Me transformen y me
acerque más a Ti. Amén. San Juan Pablo II
Lcda. María Espina de
Duarte
Twitter: @mabelespina
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