Con certeza sabemos que cada
Primer Domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta las tentaciones de Jesús
en el desierto, para impregnar el inicio del tiempo cuaresmal con el ejemplo humano
y mesiánico de nuestro hermano mayor Jesús, quien según el evangelista Mateo “fue conducido por el Espíritu al desierto
para ser tentado por el demonio”.
(Mt 4, 1)
Como dicen las abuelitas con su dulce
sabiduría religiosa en Cuaresma el primer domingo es el “domingo de las tentaciones” y por eso debemos estar más alertas y
preparados para cualquier trampa que el
enemigo nos pueda presentar en el camino.
En el Catecismo de la Iglesia Católica
encontramos que al ser tentado en el desierto a diferencia de Adán y del pueblo
de Israel, “Cristo se revela como el
Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es
vencedor del diablo, él ha “atado al hombre fuerte”, para despojarlo de lo que
se había apropiado” (#539). Además
la victoria que el Demonio había obtenido en el Paraíso por desobediencia de
Adán, ahora se revierte en el Desierto con una total derrota ante la confianza
y obediencia de Jesús a Dios Padre.
Por eso la referencia “del Paraíso al Desierto”,
porque de alguna u otra manera muchas situaciones de la vida nos ubican en
ambos extremos, sobre todo en el plano espiritual; de la belleza a la aridez,
de la paz a la tormenta, de la abundancia a la escasez y donde el diablo
representa toda realidad que nos invita a tomar cualquier opción que nos aleje
de los caminos del Señor y de su proyecto de salvación.
Como afirma el Papa Emérito Benedicto XVI; “El desierto es el lugar del silencio, de la
soledad; es alejamiento de las ocupaciones
cotidianas, del ruido y de la superficialidad. El desierto es el lugar
de lo absoluto, el lugar de la libertad,
que sitúa al hombre ante las cuestiones fundamentales de su vida”.
En Jesús, el nuevo Adán, igualmente está
nuestro reflejo y ejemplo a seguir, luego de su bautismo público en el Río
Jordán ante Juan y reconocido por Dios Padre (Mt 3,13-17l), fue tentado en el
desierto, en soledad, lejos de los hombres, fue sometido a prueba con su
esencia humana y por obediencia al Espíritu se fortalecía con la oración y el
ayuno.
Así también en el Catecismo se hace
referencia que; “La victoria de Jesús en
el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema
obediencia de su amor filial al Padre” (#540).
Porque las “tres” tentaciones
de Jesús se resumen en una sola, la tentación de abandonar el mesianismo
humilde y obediente en favor de los hombres y emprender un camino de gloria, de
poder y de autosuficiencia humana.
El Demonio lo tienta, primero, con el placer;
“Si tú eres el Hijo de Dios, manda que
estas piedras se conviertan en panes” (Mt 4, 3). Luego, con el poder, “Si eres
el Hijo de Dios, lánzate hacia abajo, porque está escrito que Dios mandará a
sus Ángeles a que te cuiden” (Mt 4, 6). Y, finalmente el Diablo lo tienta con
la avaricia al decirle; “Te daré todos los reinos de la tierra, si te
postras y me adoras” (Mt 4,9)
. El tentador ofrece visiones, suscita deseos,
desafía con promesas cautivadoras, mientras
Jesús resiste y vence con la Palabra de Dios y nos enseña a soportar para vencer
las tentaciones que experimentamos con frecuencia, sobre todo cuando hiere el
pecado.
El texto según Mateo también en cierto modo,
es una proclamación de fe a la confianza inquebrantable de Cristo en la Palabra
de Dios, con la cual elabora todas sus respuestas al tentador y se une la fe de
la Iglesia que reconoce en Jesús al Mesías de Dios. “La tentación en el desierto
muestra a Jesús humilde Mesías, que triunfa de Satanás, mediante su total
adhesión al designio de salvación querido por el Padre” (Catecismo; #566)
Otra enseñanza que debemos
asumir es que Jesús no dialoga con Satanás, ante la insistencia y acoso del
tentador, Jesús sólo responde con la palabra de Dios, de ahí la importancia de
perseverar con dosis diarias de oración y meditación de las Sagradas
Escrituras.
Específicamente para saber responder al
tentador y a sus tentaciones, el Papa Francisco recomienda; “Hermanas y hermanos, metámonoslo en la
cabeza, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar, porque nos va a
ganar siempre. Solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar”,
por eso “Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia, sino que
le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura. Y de
hecho «las tres respuestas de Jesús al diablo son tomadas de la Biblia, del
Antiguo Testamento, de la Palabra de Dios, porque con el diablo no se puede
dialogar». Esto es valentía, esto es ganar. Porque cuando tú empiezas a dialogar
terminarás vencido, derrotado. De aquí el deseo de «que el Señor nos dé la
gracia y nos acompañe en esta valentía y, si estamos engañados por nuestra
debilidad, en la tentación nos dé la valentía de levantarnos e ir adelante:
¡por esto ha venido Jesús, por esto”.
(Homilías; 14-02-2016 y 10-02-2017)
De tal manera avancemos el camino cuaresmal
reflexionando y tomando muy en cuenta el ejemplo de Jesús al ser tentado en el
desierto, porque él fue tentado, pero nunca pecó y además que nos motive saber
que transitando frecuentemente entre el Paraíso y el Desierto, es posible cumplir
la voluntad de Dios a pesar de las promesas engañosas del tentador.
“En resumen, así como por el pecado de un
solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un
solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida.
Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por
la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos”. (Rom 5, 12-19))
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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