sábado, 4 de marzo de 2017

Del paraíso al desierto


Con certeza sabemos que cada Primer Domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, para impregnar el inicio del tiempo cuaresmal con el ejemplo humano y mesiánico de nuestro hermano mayor Jesús, quien según el evangelista Mateo “fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el demonio”.   (Mt 4, 1)



   Como dicen las abuelitas con su dulce sabiduría religiosa en Cuaresma el primer domingo es el “domingo de las tentaciones” y por eso debemos estar más alertas y preparados para cualquier  trampa que el enemigo nos pueda presentar en el camino.

   En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos que al ser tentado en el desierto a diferencia de Adán y del pueblo de Israel, “Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo, él ha “atado al hombre fuerte”, para despojarlo de lo que se había apropiado” (#539).  Además la victoria que el Demonio había obtenido en el Paraíso por desobediencia de Adán, ahora se revierte en el Desierto con una total derrota ante la confianza y obediencia de Jesús a Dios Padre.

   Por eso la referencia “del Paraíso al Desierto”, porque de alguna u otra manera muchas situaciones de la vida nos ubican en ambos extremos, sobre todo en el plano espiritual; de la belleza a la aridez, de la paz a la tormenta, de la abundancia a la escasez y donde el diablo representa toda realidad que nos invita a tomar cualquier opción que nos aleje de los caminos del Señor y de su proyecto de salvación.

   Como afirma el Papa Emérito Benedicto XVI; “El desierto es el lugar del silencio, de la soledad; es alejamiento de las ocupaciones  cotidianas, del ruido y de la superficialidad. El desierto es el lugar de lo absoluto, el lugar de  la libertad, que sitúa al hombre ante las cuestiones fundamentales de su vida”.

   En Jesús, el nuevo Adán, igualmente está nuestro reflejo y ejemplo a seguir, luego de su bautismo público en el Río Jordán ante Juan y reconocido por Dios Padre (Mt 3,13-17l), fue tentado en el desierto, en soledad, lejos de los hombres, fue sometido a prueba con su esencia humana y por obediencia al Espíritu se fortalecía con la oración y el ayuno.

    Así también en el Catecismo se hace referencia que; “La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre” (#540).

   Porque las “tres” tentaciones de Jesús se resumen en una sola, la tentación de abandonar el mesianismo humilde y obediente en favor de los hombres y emprender un camino de gloria, de poder y de autosuficiencia humana.

   El Demonio lo tienta, primero, con el placer; “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes” (Mt 4, 3). Luego, con el poder, “Si eres el Hijo de Dios, lánzate hacia abajo, porque está escrito que Dios mandará a sus Ángeles a que te cuiden” (Mt 4, 6). Y, finalmente el Diablo lo tienta con la avaricia al decirle;  “Te daré todos los reinos de la tierra, si te postras y me adoras” (Mt 4,9)

.  El tentador ofrece visiones, suscita deseos, desafía con promesas cautivadoras,  mientras Jesús resiste y vence con la Palabra de Dios y nos enseña a soportar para vencer las tentaciones que experimentamos con frecuencia, sobre todo cuando hiere el pecado.

   El texto según Mateo también en cierto modo, es una proclamación de fe a la confianza inquebrantable de Cristo en la Palabra de Dios, con la cual elabora todas sus respuestas al tentador y se une la fe de la Iglesia que reconoce en Jesús al Mesías de Dios.  “La tentación en el desierto muestra a Jesús humilde Mesías, que triunfa de Satanás, mediante su total adhesión al designio de salvación querido por el Padre” (Catecismo; #566)

   Otra enseñanza que debemos asumir es que Jesús no dialoga con Satanás, ante la insistencia y acoso del tentador, Jesús sólo responde con la palabra de Dios, de ahí la importancia de perseverar con dosis diarias de oración y meditación de las Sagradas Escrituras.

   Específicamente para saber responder al tentador y a sus tentaciones, el Papa Francisco recomienda; “Hermanas y hermanos, metámonoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre. Solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar”, por eso “Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia, sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura. Y de hecho «las tres respuestas de Jesús al diablo son tomadas de la Biblia, del Antiguo Testamento, de la Palabra de Dios, porque con el diablo no se puede dialogar». Esto es valentía, esto es ganar. Porque cuando tú empiezas a dialogar terminarás vencido, derrotado. De aquí el deseo de «que el Señor nos dé la gracia y nos acompañe en esta valentía y, si estamos engañados por nuestra debilidad, en la tentación nos dé la valentía de levantarnos e ir adelante: ¡por esto ha venido Jesús, por esto”.  (Homilías; 14-02-2016 y 10-02-2017)

   De tal manera avancemos el camino cuaresmal reflexionando y tomando muy en cuenta el ejemplo de Jesús al ser tentado en el desierto, porque él fue tentado, pero nunca pecó y además que nos motive saber que transitando frecuentemente entre el Paraíso y el Desierto, es posible cumplir la voluntad de Dios a pesar de las promesas engañosas del tentador.

   “En resumen, así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida. Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos”.  (Rom 5, 12-19))







Lcda. María Espina de Duarte

Twitter: @mabelespina






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