domingo, 16 de abril de 2017

¡FELIZ PASCUA!



¡ALELUYA!

   La Resurrección de Cristo nos abre la puerta hacia la verdadera vida y así celebramos el inicio del Tiempo Pascual cantando como el Salmista; “Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”.  Aleluya. Salmo 117

   Cristo triunfó sobre la muerte, abriendo las puertas del Cielo y renovando la vida y la esperanza, para toda la humanidad y por eso cada domingo celebramos como Iglesia el Día del Señor, porque es el día de su triunfo, el día grandioso en el que Jesús resucitó, día en el que él hizo todo nuevo, día por lo tanto consagrado al Señor.




   “El Domingo es el día por excelencia de la asamblea litúrgica, en que los fieles «deben reunirse para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la Pasión, la Resurrección y la Gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (SC 106): (Catecismo; #1167)


    En la Pascua estamos llamados a celebrar la Vida que ahora con Jesús Resucitado no acaba, se renueva con la fuerza del amor Divino, una vida que nos fortalece en la adversidad y sobre todo nos da paz en la cruz y en el sufrimiento.

   “Consideremos, amadísimos hermanos, la resurrección de Cristo. En efecto, como su pasión significaba nuestra vida vieja, así su resurrección es sacramento de vida nueva. (...) Has creído, has sido bautizado: la vida vieja ha muerto en la Cruz y ha sido sepultada en el Bautismo. Ha sido sepultada la vida vieja, en la que has vivido; ahora tienes una vida nueva. Vive bien; vive de forma que, cuando mueras, no mueras”. San Agustín

  La Iglesia nos invita en el Tiempo Pascual a reflexionar que Jesús con su muerte nos libera del pecado y por su Resurrección nos abre el camino a una nueva vida,  como manifestación trinitaria del amor infinito y omnipotente del Padre, la divinidad del Hijo, el poder vivificante del Espíritu Santo.


   “La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50). (Catecismo: #646)


   Estamos llamados a cantar con júbilo y esperanza un canto renovado de victoria, un grito de liberación así como lo hizo el pueblo de Israel durante el paso por el Mar Rojo, (Ex 15) y redescubrir el sentido de la cruz, desde la fecundidad del misterio pascual. 

   Desde la luz del Dios de la vida,  dejémonos  sorprender y guiar por la fe en Jesús Resucitado como narra el Evangelio según San Juan, cuando María Magdalena, una de las mujeres que al llegar al sepulcro del Señor, al ver la piedra movida y el sepulcro vacío corrió, seguramente con miedo pero también con esperanza, para comunicarles a los discípulos lo sucedido. “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Jn 20,2).
 
   Por parte de los discípulos, Pedro y Juan, el más veterano y el más joven respectivamente, en medio del temor y la aparente derrota,  fueron corriendo al sepulcro para ver por sí mismos lo sucedido. Juan, que corría más rápido, llegó antes; «se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró» (Jn 20,5)  y esperó por respeto que Pedro llegará para que entrara primero.


   “Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron rápidamente al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.” (Jn 20, 1-9)


   Que este acto de fe de los apóstoles, nos sirva de ejemplo, nos ayude a revestirnos de la luz, el gozo y la esperanza de Cristo Resucitado. Es hora de resucitar con él, de morir al hombre viejo y de vivir intensamente la vida nueva que Cristo nos ofrece para alcanzar  también nosotros la salvación eterna. Así como afirma san Pablo: 

   “Hermanos: Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con Él”. (Col 3, 1-4)

   Despierta, tú que duermes, para que encuentres al Señor y él te alumbre y guíe  con la fuerza pascual, aun en medio de las tinieblas que nos acechan socialmente, como reflexionaba este domingo de resurrección el Papa Francisco; “También nosotros, en esta tierra de dolor, de tragedia, con la fe en Cristo resucitado, tenemos un sentido. En medio de tanta calamidad hay un horizonte: está la vida, está la gloria. Es la cruz con esta ambivalencia. Mira adelante. No te cierres. Tú, pequeña piedra, tiene un sentido en la vida porque eres una piedra tomada de aquella gran piedra que la maldad del pecado ha descartado”. (Homilía; 16-04-2017)

    Avancemos en el camino pascual de la mano de Nuestra Madre María repitiendo en nuestros corazones
¡Cristo ha resucitado! 

  Y para todos ustedes en nombre de todo el equipo de Producciones Católicas de Venezuela. 
¡FELIZ Y BENDECIDA PASCUA DE RESURRECCIÓN! 

   “Ahora que es tiempo, sigamos al Señor; deshagámonos de las amarras que nos impiden seguirlo. Pero nadie es capaz de soltar estas amarras sin la ayuda de Aquel de quien dice el salmo: Rompiste mis cadenas. Y como dice también otro salmo: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan. Y nosotros, una vez libertados y enderezados, podemos seguir aquella luz de la que afirma: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Porque el Señor abre los ojos al ciego. Nuestros ojos, hermanos, son ahora iluminados por el colirio de la fe”.  San Agustín


Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.

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