Cada segundo domingo de
Pascua renovamos el gozo y la esperanza de Cristo Resucitado con la Fiesta
de la Divina Misericordia, instituida oficialmente en el año 2000 por San Juan Pablo II, en lo
que definió como una contribución personal, en el cumplimiento de la voluntad
de Cristo.
Como sabemos la devoción de honrar la Divina
Misericordia fue propagada por la religiosa polaca Santa Faustina, quien en
oración contemplativa recibió varias revelaciones de Nuestro Señor Jesucristo y
las recopiló en un Diario, entre el 22 de febrero de 1931 y hasta su muerte en 1938,
en las cuales se describe la importancia de la misericordia y del amor de Dios.
“Esta Fiesta surge de Mi piedad más entrañable...Deseo que se celebre con gran solemnidad el primer domingo después de Pascua de Resurrección....Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y abrigo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores. Las entrañas más profundas de Mi Misericordia se abren ese día. Derramaré un caudaloso océano de gracias sobre aquellas almas que acudan a la fuente de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas” (Diario, #699)
Las prácticas devocionales propuestas en el
diario de Santa Faustina están
relacionadas con las enseñanzas de la Iglesia Católica y su raíz está
firmemente contenida en los cuatros
Evangelios, por citar algunas:
·
“Sed misericordiosos como vuestro Padre
es misericordioso” (Lc 6,36)
·
“Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7)
·
“Tuve hambre y me diste de comer, tuve
sed y me diste de beber ...” (Mt. 25,
31-46)
·
“Nos acompañará la gracia, la
misericordia y paz de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, con la
verdad y el amor”. (2Jn
3)
De tal manera que a través de la devoción de la
Divina Misericordia, principalmente Dios quiere que nos acerquemos a él por
medio de la oración constante, arrepentidos de pecar y pidiéndole que derrame su
Misericordia sobre nosotros y sobre el mundo entero. Y sobre todo que seamos
misericordiosos con el prójimo, practicando las obras de misericordia corporales
y espirituales.
“Debes
mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de
hacerlo ni excusarte ni justificarte… “Te doy tres formas de ejercer
misericordia al prójimo; la primera -la
acción, la segunda- la palabra y la tercera-la oración. En estas tras
formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio
irrefutable del amor hacia mí”. (Diario, #742).
Y finalmente que confiemos completamente en
Jesús, de cuyo cuerpo crucificado traspasado por una lanza brotó Sangre y Agua, que representan
respectivamente los sacramentos de la Eucaristía o Comunión y de la Penitencia
o del Perdón: Por lo tanto, la presencia de los dos rayos en la Imagen de la
misericordia es una clara invitación a que participemos con frecuencia en los
Sacramentos.
"Los dos rayos significan Sangre y Agua- el rayo pálido representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas-. Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando mi corazón agonizado fue abierto por una lanza en la Cruz... Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no le seguirá hasta allí". (Diario, #299).
« ¡Señor mío y Dios mío!».
La devoción a la Divina Misericordia se
enriquece con la liturgia del segundo domingo de Pascua. El Señor Resucitado se
presenta ante nosotros como Misericordioso, lleno de gracia y de amor para todo
aquel que a la luz de la fe, es capaz de proclamar como el Salmista; “Dad gracias
al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Salmo 117
El evangelio que se proclama este segundo domingo
de Pascua nos recuerda que después de la Crucifixión, los discípulos permanecen
encerrados por miedo a los judíos. Pero quizás como nos ocurre con frecuencia
al igual que los apóstoles, Jesús llega
y traspasa los muros de la inseguridad y el temor humano, para
manifestarnos los frutos de su Resurrección, como don
del Espíritu, la paz y el perdón. (Jn 20, 19-31)
Primeramente « ¡La paz contigo!», nos
dice el Señor también a nosotros, invitándonos a acoger el don de la paz que él
nos otorgado por su Pasión, Muerte y Resurrección y nos invita a convertirnos en
agentes de reconciliación familiar y social.
“Al atardecer de aquel día, el primero de la
semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo
a los judíos. Y en eso entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado”. (Jn
20, 19-20)
.
Jesús Resucitado exhala su aliento sobre sus
discípulos para transmitirles el Espíritu Santo, para fortalecerlos y encomendarles la misión
de comunicar la Buena Noticia del Perdón, como gracia de la Misericordia
Divina.
“Y los discípulos se llenaron de alegría al
ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así
también los envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el
Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados;
a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. (Jn
20, 20-23).
Así también en el diario de Santa Faustina,
encontramos la especial exhortación de Jesús sobre la necesidad de los
sacramentos de Reconciliación y Comunión.
“Quiero conceder un perdón completo a las almas que irán a la Confesión y recibirán la Santa Comunión en la Fiesta de Mi misericordia”. (Diario, #1109)“¡Oh! ¡Cuánto me duele que muy rara vez las almas se unan a Mí en la Santa Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a Mí. Las amo con tanta ternura y ellas no confían en Mí. Deseo colmarlas con gracias y ellas no desean aceptarlas. Me tratan como una cosa muerta, y Mi Corazón está lleno de Amor y Misericordia”. (Diario; 1447).
Retomando el evangelio de esta segunda
semana de Pascua con el testimonio de Tomás, el incrédulo que necesito ver para creer, así como nos sucede
frecuentemente ante las pruebas de fe.
“Jesús se presentó de nuevo en medio de
ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes. ‘‘ Luego le dijo a Tomás: “Aquí
están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no
sigas dudando, sino cree. "Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios
mío!" Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen
sin haber visto." Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia
de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas
para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,
creyendo, tengan vida en su nombre. (Jn 20, 26-31)
Las palabras de Jesús resucitado reflejan la
importancia y la dicha de creer en él en la grandeza de su misericordia, por
eso aprovechemos las gracias que nos ofrece en esta fiesta y sobre todo
aprendamos con esta devoción, a imitarlo siendo misericordiosos y fortaleciendo
la fe, así como lo afirma San Pedro;
“Porque
la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego”.
A Cristo Jesús ustedes no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en El
ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros
de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe. (1Pe
1, 7-9)
No basta que colguemos y veneremos la
imagen de la Divina Misericordia en nuestros hogares, que recemos la Coronilla
todos los días a las 3 de la tarde o recibamos la Comunión el segundo domingo de
Pascua, Jesús nos exige poner la Misericordia en acción.
Así también dejemos entrar a Jesús Resucitado
en nuestras vidas, para que nos regale su paz y misericord
ia y siempre podamos proclamar con devoción y certeza:
¡JESÚS YO CONFIO EN TI!
“Que el alma débil y pecaminosa no tenga
miedo de acercarse a Mí, ya que aunque tuviera más pecados que grano de arena
en el mundo, todos se ahogaran en las profundidades inconmensurables de Mi
misericordia”. (Diario, #1059)
“A las almas que propagan la devoción a Mi
misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa
(protege) a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas
Juez sino Salvador misericordioso. En esa última hora, un alma no tiene nada
con que defenderse excepto mi misericordia. Feliz es el alma que durante su
vida se sumergió en la Fuente de la Misericordia, porque la justicia no la
tendrá”. (Diario, #1075).
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina.
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