La herencia cristiana del Amor
y del Servicio
Cada Jueves Santo la liturgia nos invita a
contemplar el ejemplo de amor y servicio de Jesús en la celebración de la
Pascua con sus discípulos, con la Última Cena, donde el propio Maestro se
dedica al lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía y del
Sacerdocio y también revela el mandamiento nuevo del amor.
Con la misa vespertina del Jueves Santo se
inicia el Triduo Pascual, por ser los
tres días más importantes de todo el año litúrgico. Es el memorial de
nuestra pascua, con el paso o tránsito del Señor de este mundo al Padre, a
través de su pasión, muerte y resurrección.
“El nombre oficial de este tiempo es: Triduo
pascual de la Pasión y de la Resurrección del Señor. Comienza con la Misa
vespertina de la Cena del Señor el Jueves Santo por la tarde (la mañana del
Jueves pertenece todavía al tiempo de Cuaresma). El centro del Triduo Pascual
es la Vigilia pascual y acaba con las Vísperas del domingo de Resurrección (Normas
Universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario; NUALC n. 19).
El buen maestro sabe que debe despedirse de
sus discípulos y prepara un encuentro para compartir su Última Cena, dándoles el ejemplo de amor fraterno y servicial.
Institución de la Eucaristía
Jesús reúne a sus apóstoles para celebrar
con ellos la Última Cena, en ella instituyó la Eucaristía, como memorial permanente de su amor redentor. En las
humildes apariencias del pan y del vino y en la sobriedad de los símbolos
sacramentales, se fundamenta toda nuestra fe y
por ser el más sublime de los sacramentos, en la Eucaristía convergen todos los demás, centro de la vida litúrgica,
expresión y alimento de la comunión cristiana.
"Señor, te comemos y bebemos, no por consumirte, sino porque vivamos de Ti. El alimento se transforma en nuestro cuerpo, y en la Eucaristía es al revés, nosotros nos transformamos en Jesús, podemos repetir aquellas palabras de San Pablo: Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí." (San Efrén)
Bajo un sincero acto de conciencia
meditemos la riqueza del pan y vino consagrado, donde mora; “CRISTO
EUCARISTIA”.
“La Eucaristía es el sacramento en el cual,
bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y
sustancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad”.
(Catecismo;
#1374)
Como parte de las reflexiones propias del
Jueves Santo, recordemos que en la Eucaristía,
Jesús está tan glorioso en el Sagrario como está ahora glorioso
en el cielo, y al recibir la Hostia o desde el Sagrario, el Señor nos alimenta,
fortalece y acompaña en nuestro peregrinaje terrenal. ”.
Así como lo manifiesta San Pablo a los Corintios: 11, 23-26)
”Que el Señor Jesús, la noche en que iba a
ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo
partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto
en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo:
"Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en
memoria mía siempre que beban de él". Por eso, cada vez que ustedes comen
de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que
vuelva”.
De tal
manera que vivamos un sincero compromiso personal de fe ante la Eucaristía, para adorarla “en espíritu y en verdad.” como un don de
gracia y bendición y sobre todo para propagar su devoción y defenderla ante
cualquier circunstancia.
“La Eucaristía es la verdadera Pascua de la Iglesia. Ella realiza el continuo pasar a la vida definitiva, es actualización del misterio de la Pascua, purificación del hombre. La Iglesia se edifica y se consolida constantemente por medio de la repetición de la Cena pascual confrontada con el sacrificio único de la Cruz y ofreciéndolo al Padre con el Hijo. Al mismo tiempo, la Eucaristía está íntimamente unida a la resurrección del Señor. Pues sin la resurrección de Cristo, ¿qué podría significar la Eucaristía, vaciada así de todo contenido?” (Papa Francisco; Vigilia Pascual 19-04- 2014)
Institución del Sacerdocio
Como herederos de Jesús particularmente no
recibimos algo material, sino que somos invitados a compartir todo lo que somos
y tenemos, al servicio de la Iglesia y de la humanidad.
El Maestro asume la condición de siervo para
servir, dejando muy en claro a sus discípulos que la humildad es indispensable
para ejercer plenamente el ministerio recibido de sus manos.
De tal manera que San Juan al relatar en su
evangelio los detalles en la Ultima Cena que Jesús decide lavarles los pies a
sus discípulos, nos ofrece un testimonio de la vocación al servicio, porque lavar
los pies sólo lo hacían los esclavos, pero Jesús les demuestra que él está
entre ellos como SERVIDOR y no como SEÑOR.
Así concretamente nace el Sacerdocio, con el ejemplo de misericordia y servicio del propio Maestro, entendiendo que en cada Eucaristía o celebración sacramental Jesús nos sigue exhortando al servicio humilde, al amor fraterno y a través de los sacerdotes,Jesús repite para nosotros, los gestos narrados en el Evangelio de San Juan; “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies, unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”. (Jn 13, 12-15).
Oremos siempre por los sacerdotes, para que
perseveren con fe y valentía en su labor pastoral y asuman permanentemente el
legado de Cristo y recordando también que
“servir antes que ser servido”, no es una condición exclusiva para los
sacerdotes, es la doctrina que todos los fieles debemos llevar a la práctica; “Ustedes
serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican". (Jn 13,17)
“Al igual que Jesús, el sacerdote hace alegre el anuncio con toda su persona, hace alegre el anuncio con todo su ser. Precisamente con los detalles más pequeños, los que mejor contienen y comunican la alegría”. (Papa Francisco: Homilía; 13-04-2017)«Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado, dice el Señor» (Jn 13,34).
Para complementar las enseñanzas en la
Última Cena Jesús como Dios y como Hombre, expresa una nueva norma de vida para
sus discípulos; “Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a
los otros, como yo los he amado”. (Jn 13, 34)
El amor que Cristo nos pide debe hacerse en
acciones concretas, así como se evidencia en la historia de la salvación, donde
el amor de Dios se revela en sus intervenciones históricas a favor de su
pueblo, que se renueva de generación en generación, porque es un amor
misericordioso que salva y perdona.
Con Jesús, se revela la plenitud del amor de
Dios y se nos da como el mejor ejemplo al cumplir totalmente la voluntad del
Padre en su entrega redentora en la Cruz y así aprendemos cual debe ser la
medida de nuestro amor, con respecto a las obras de misericordia de cara al prójimo.
El amor que Dios nos manifiesta debe
convertirse en servicio que dé testimonio de su presencia entre nosotros y como
cristianos siguiendo él "ámense los
unos a los otros como yo los he amado" (Jn 15 12), debemos ser como
esa levadura que transforme al mundo, para que se renueve y se transforme.
La invitación es a participar con esperanza
y meditación en las celebraciones del Triduo Pascual, como el memorial de la Pascua
del Señor, a meditar su palabra y sobre todo acompañándolo en la oración en las
capillas de reservas eucarísticas o monumentos, que acostumbramos visitar cada
Jueves Santo.
“La caridad constituye la esencia del «mandamiento» nuevo que enseñó Jesús. En efecto, la caridad es el alma de todos los mandamientos, cuya observancia es ulteriormente reafirmada, más aún, se convierte en la demostración evidente del amor a Dios: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos» (1 Jn 5, 3). Este amor, que es a la vez amor a Jesús, representa la condición para ser amados por el Padre: «El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21). (San Juan Pablo II; Audiencia del miércoles 13 de octubre de 1999)
Lcda.
María Espina de Duarte
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