sábado, 27 de mayo de 2017

Ascensión


Fiesta de la Alegría Eterna

   La celebración litúrgica de la Ascensión del Señor nos plantea cada año, la oportunidad de recordar el compromiso que tenemos de Evangelizar y también nos revela el verdadero camino por recorrer  hacia  la patria celeste, así como lo describe San Cirilo de Alejandría; “Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas Él fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros este camino nuevo y vivo”

    Tradicionalmente el jueves siguiente al domingo sexto de Pascua se celebra la fiesta de la Ascensión del Señor, al cumplirse los cuarenta días de la Resurrección, pero por motivos pastorales en algunos países se traslada al Domingo VII de Pascua.

  Al igual que los Apóstoles contemplamos maravillados  el momento glorioso de la Ascensión, como anticipo de vivir definitivamente en la presencia de Dios, aspirando al cielo, luchando como lo hizo Jesús, porque merece la pena intentarlo todo por alcanzar la meta celestial:

   “La Ascensión es, por tanto, un gran mensaje de esperanza. El hombre de nuestro tiempo, que, a pesar de sus conquistas técnicas y científicas, de las que se enorgullece con razón, corre el riesgo de perder el sentido último de su existencia, encuentra en este misterio la indicación de su destino. La humanidad glorificada de Cristo es también nuestra humanidad: Jesús, en su persona, ha unido para siempre a Dios con la historia del hombre, y al hombre con el corazón del Padre celestial”. (San Juan Pablo II: Regina Coeli, 15-05-1994)

   La Ascensión es la fiesta de Cristo glorificado, es el anticipo de la  fiesta de la Alegría Eterna para todos los creyentes y por lo tanto la Iglesia nos invita a vivir una fe activa. A comprometernos con la misión de Jesús,  no debemos estar paralizados mirando sólo al cielo, olvidando al Cristo que busca resucitar en el prójimo sufriente que habita a nuestro lado:

   “Él (Jesús) ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros… Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está con nosotros por su divinidad, por su poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él por la divinidad, lo podemos sin embargo por el amor hacia él. (San Agustín; Sermón 98)

   En el Tiempo Pascual celebramos el paso triunfal de Cristo Resucitado sobre la muerte ahora  con  la  Ascensión, festejamos su exaltación y entronización como Rey y Señor del mundo, sentado a la derecha del Padre,  punto culminante de su misión salvífica terrenal.

  “Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo. Elevado al Cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia”.  (Catecismo; #669)

   Con la Ascensión de Cristo se inicia la labor de los Apóstoles, es el comienzo de la obra de evangelización de la Iglesia Católica, porque toda la humanidad debe ser consagrada al Padre, al Hijo y al Espíritu por el Bautismo, así como afirma San Gregorio Magno: “En cuanto Nuestro Señor subió a los cielos, su Santa Iglesia desafió al mundo y, confortada con su Ascensión, predicó abiertamente lo que creía a ocultas”.

   La Ascensión  del Señor es compromiso, es una invitación, un llamado formal de evangelización, tal y como lo narra San Mateo en su evangelio:

   “Vayan, pues, y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».” (Mt 28, 19-20)

   Esta es la misión de la Iglesia Católica que desde entonces defiende y proclama el triunfo de Jesús, el Dios con nosotros que por amor derrotó la muerte, venció el mal y nos abrió el camino de la salvación eterna. O  como dice San Pablo  que Jesús ahora junto a Dios, “el Padre de la gloria, sentado a su diestra en los Cielos”, nos sigue guiando, sometiendo todas las cosas bajo sus pies y constituyéndole “Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo no sólo en este mundo, sino en el futuro”. (San Pablo a los Efesios 1, 17-23)”.

   Como parte de la misión evangelizadora de la Iglesia, anualmente en la Solemnidad de la Ascensión, también celebramos desde 1967 y por expresa voluntad del Concilio Vaticano II,  la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, y en este año el Mensaje del Papa Francisco se titula: «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5)- “Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos”.

   En el cual Su Santidad nos invita a compartir “comunicación constructiva”, aprovechando el desarrollo y alcance de las nuevas tecnologías, dejando a un lado el boom informativo del fatalismo y el odio,  para transmitir  alternativamente informaciones marcadas con la “lógica de la buena noticia”.

   “En Cristo, Dios se ha hecho solidario con cualquier situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca olvida a sus hijos. «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5):…Bajo esta luz, cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se convierte también en el escenario para una posible buena noticia, desde el momento en que el amor logra encontrar siempre el camino de la proximidad y suscita corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse, manos listas para construir”. (Papa Francisco, Mensaje para la 51ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales)

   Jesús asciende victorioso y se sienta a la derecha del Padre, pero, su misión, la sigue llevando adelante su cuerpo visible que es la Iglesia, en la cual todos estamos llamados a participar cada día con fe, perseverancia, gozo y esperanza, recordando especialmente la promesa de Jesús y las palabras de los ángeles a los apóstoles narradas por San Lucas:

   “Jesús contestó: —«No les toca a ustedes conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
   Dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de la vista de ellos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: — «Galileos, ¿por qué permanecen mirando al cielo? El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como lo han visto partir»”. (Hch 1, 1-11)





Lcda. María Espina de Duarte

Twitter: @mabelespina

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