lunes, 22 de mayo de 2017

Plan A




¿Cuál es el Plan A del cristiano? 
 
Amar a Dios sobre todas las cosas, cumpliendo sus mandamientos y amando al prójimo. 

   Compartimos un momento privilegiado en el Tiempo de Pascua, ya en la sexta semana la liturgia dominical previa a la Ascensión del Señor, nos recuerda que el fundamento de la fe cristiana, se resume en el amor a Dios y el amor entre los hermanos, es decir, un Amor salvífico y fraterno

   Luego de recorrer un amplio camino desde la Vigilia Pascual que nos comunicó la alegre noticia de la victoria de Jesús Resucitado, nos ubicamos litúrgicamente según el evangelista San Juan en la última Cena de Jesús con sus discípulos, donde revela el mandamiento nuevo del amor y también instituye la Eucaristía y el sacerdocio. 

   Antes de la última cena existía el Mandamiento del Amor, “Escucha Israel: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas”. (Dt 6, 4-5). Otro mandamiento de la Ley dice: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. (Lv 19, 18)

   Pero en el contexto de las palabras pronunciadas por Jesús ante sus discípulos Dios pide al hombre, una fe vivida en el amor;  


“El que acepta mis mandamientos y los guarda -dice el Señor-, ese me ama. Al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelará a él” (Jn 14, 23).


   Cuando nos sentimos amados, nos resulta más fácil compartir ese amor  y cuando experimentamos la gracia del amor de Dios, estamos más dispuestos a seguir a Aquel que amó a sus discípulos “hasta el extremo” muriendo en la cruz (Jn 13, 1), es decir, hasta la entrega total de sí mismo.

    Así como lo explica San Juan Pablo II: “Ser cristianos no es, primariamente, asumir una infinidad de compromisos y obligaciones, sino dejarse amar por Dios.” Y agrega “Quien quiera que seas tú, cualquiera que sea tu condición existencial, Dios te ama. Te ama totalmente. Dios ama a todos sin distinción y sin límites. Nos ama a todos con un amor incondicional y eterno.” (San Juan Pablo II; Homilía: 05-05-2002):

   En el relato del Evangelio de San Juan, Jesús nos dice cuál es la recompensa por amar a Dios; “Al que me ama a Mí, lo amará mi Padre; Yo también lo amaré y me manifestaré a él... y vendremos a él y haremos nuestra morada en él” (Jn. 14, 21-24).

   Dios nos ama con un Amor infinito -sin límites-, porque Dios es, la fuente de todo amor, (1Jn 4, 8). Amarlo significa cumplir sus mandamientos, aceptar su voluntad pues el amor auténtico se manifiesta en las obras. También quienes aman a Dios tienen la gracia de reconocerlo  en la sencillez y simplicidad de la vida cotidiana.

   Además en el relato del evangelio  vemos como el Señor conoce nuestras debilidades humanas, nos asegura que nos abandonará y nos anticipa la venida del Espíritu Santo: 


“No los dejaré huérfanos, volveré.


Dentro de poco el mundo no me verá, pero ustedes me verán y vivirán, porque yo sigo viviendo. Entonces sabrán que yo estoy con mi Padre, y ustedes conmigo y yo con ustedes.” (Jn 14, 19-20)


   Luego de su Ascensión, esta nueva presencia de Jesús sólo podrá ser percibida con la fuerza y unción del Espíritu Santo, por la fe y el cumpliendo de sus mandamientos que se resumen a uno solo el del AMOR.

   Así como lo afirma San Pedro: “Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida”. (1Pe 3,17-18)

   La invitación es clara, guiados por el Espíritu Santo, anunciemos a Cristo Resucitado a quien amamos, porque los discípulos hemos de amar como el Padre ama y donde no hay amor fraterno no hay comunidad, porque al estar en comunión con el Señor, también su Espíritu mora en nosotros
.
   Pidámosle a Jesús Resucitado  que nos ilumine y guíe en el cumplimiento del “Plan A” del cristiano católico; Amando a Dios y al prójimo, Atendiendo las Sagradas Escrituras,  para Anunciar con fe y esperanza la Buena Nueva de la Salvación, porque la fe acompañada por las buenas acciones siempre es contagiosa, haciendo evidente y comunicando el amor de Dios.


    “Este amor es el gran don de Jesús, que nos hace verdadera y plenamente hombres. La humanidad necesita hoy, tal vez más que nunca, este amor, porque sólo el amor es creíble. La fe inquebrantable en este amor inspira en los discípulos de Jesús de todas las épocas pensamientos de paz, abriendo horizontes de perdón y concordia. Ciertamente, esto es imposible según la lógica del mundo, pero todo resulta posible para quien se deja transformar por la gracia del Espíritu de Cristo, derramada con el bautismo en nuestro corazón (cf. Rm 5, 5) ( San Juan Pablo II; Homilía, 05-05-2002)


Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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