Día a día, paso a paso, prueba tras prueba,
la vida nos alimenta y nos interpela
sobre la importancia de perseverar en la lucha cristiana con amor, fe y sobre
todo oración.
Para Santa Teresa del Niño Jesús: “la
oración es un impulso del corazón una sencilla mirada lanzada al cielo, un
grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba, como desde
dentro de la alegría”.
Es decir que la oración debe ser un acto de
fe, tan natural y necesario o vital como
respirar, siempre dirigiendo a Dios nuestra plegaria, pidiendo por intersección,
en ofrecimiento, agradecimiento u adoración.
En el Catecismo de la Iglesia Católica
encontramos que la oración y la vida cristiana son inseparables: “La
oración es un don de Dios, un don de la gracia y una respuesta decidida por
nuestra parte”, la cual brota generalmente
por acción del Espíritu Santo y además “se ora como se vive, porque se vive como se ora”. ((Catecismo;#2725)
Por lo tanto la oración debe ser sencilla,
insistente y confiada, si oramos solos o
en comunidad, para agradecer, alabar, pedir protección, sanación, en alabanza o
intercediendo por otros, que sea como un dialogo confiado y sincero entre
amigos.
«Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina [...], intenten elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón». (San Juan Crisóstomo, sermón 4, 6).
La oración es una lucha, conforme a lo que Cristo
mismo nos había indicado "pedid, buscad, tocad", como
el ejemplo de la “Mujer Cananea”, que
recientemente en la liturgia dominical meditamos sobre su tenacidad al
suplicarle a Jesús la sanación de su hija, con frases tan contundentes como: “Ten
compasión de mí, Señor, Hijo de David” y “Ella los alcanzó y se postró ante Él, y le pidió: «Señor, socórreme». (Mt 15, 21-28)
Demostrando así el poder de una oración
dirigida a Dios con fe y confianza, porque él sabe mejor que nadie lo que necesitamos
y lo que nos conviene y la súplica de la Mujer
Cananea nos ayuda a entender que en la oración de petición, se manifiesta
la convicción de que Dios puede realizar aquello que se le pide sobre todo en
favor de los demás.
Asimismo conviene orar constantemente porque cada día es diferente, así como Jesús
nos enseñó. En reiterados relatos de los evangelios, Cristo oraba retirado, en
intimidad con el Padre, incluso en la hora de la Pasión, ora por sí mismo y por
sus discípulos.
“La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre”. (Catecismo; #2564)
También como aclara el Papa Francisco, que: “La
oración no es una varita mágica...pero es el mejor medio que nos ayuda a
conservar la fe en Dios y la necesidad de orar siempre, sin cansarse. No
se trata de rezar alguna vez, cuando lo siento. No. Jesús, dice que se necesita
‘rezar siempre, sin cansarse”. (Homilía: 25-05-2016)
Así que oremos a corazón abierto, con fe,
humildad, sinceridad, confianza y perseverancia, a pesar de todas las
dificultades, como recomienda San Pablo “orar continuamente, sin césar”, (1Tes 5,
17), hasta que el Señor atienda
y responda nuestras plegarias
según la voluntad divina.
Porque cuando oramos invocando al Padre,
oramos guiados por Cristo y fortalecidos por el Espíritu Santo, para luego
testimoniar y compartir los frutos de la oración, con nuestros hermanos en sus
necesidades materiales y espirituales:
“La oración no es un momento, es un camino. Te irá descubriendo poco a poco quién es Jesús, su misterio, sus valores, su propuesta, sus sentimientos y el amor con que te acoge y te busca… Al mismo tiempo, te ayudará a conocerte personalmente de otro modo, quién eres y cómo vives. Mirar a Jesús y mirarte tal y como Dios te ve y te sueña. No descuides esto, aunque no sea lo central, porque sólo así podemos vivir en la verdad. No hay oración sino en la verdad ¡como la amistad…Ser orante es vivir el seguimiento de Jesús con todas las consecuencias”. (Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 26, 1-5)
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina
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