“Demos el primer paso” es
el lema de la visita pastoral del Papa Francisco en Colombia, con la finalidad
de sembrar en el corazón del pueblo colombiano la semilla, para que germinen
finalmente los frutos de paz y de reconciliación tan anhelados por la nación neogranadina.
El pueblo creyente colombiano recibe
esperanzado la visita de Su Santidad Francisco, en primer lugar por el proceso
de paz que adelanta el gobierno con los grupos rebeldes y en segundo lugar por
ser el Papa Francisco, Vicario de Cristo peregrino de esperanza y de paz, tal y
como lo resumió días previos al viaje;
"Dar el primer paso nos anima a salir al encuentro del otro y a extender la mano, y darnos el signo de paz. La paz es la que Colombia busca desde hace mucho tiempo y trabaja para conseguirla. Una paz estable, duradera, para vernos y tratarnos como hermanos, nunca como enemigos". (Video Mensaje; 04-09-2017)
El Santo Padre dirige su mensaje “Demos
el primer paso”, al pueblo colombiano en términos de la reconciliación
nacional, pero también podemos asumir esta invitación para dar el primer paso para
la conversión o reconciliación ante las circunstancias particulares que nos
corresponda vivir, ante una enfermedad, crisis familiar, enemistades, prueba de
fe, fracasos o tentaciones.
Al dar el primer paso, nos corresponde tomar
la iniciativa sobre todo, para salir al encuentro del prójimo y para reencontrarnos
con Dios, reconociendo que somos pecadores necesitados de amor y misericordia, por
eso debemos frecuentar el Sacramento de la Confesión.
El Sacramento de la Reconciliación confesión
o penitencia, es uno de los regalos más valiosos que Dios
ofrece a través de la Iglesia a sus hijos, para reconciliarlos y devolverles a
la gracia y tiene su origen en la Pascua del Señor cuando Jesús sopla sobre los
discípulos y dice:
“La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” (Juan 20,19-23).
Particularmente
a través del Sacramento de la penitencia, la Iglesia nos invita siempre a dar
el primer paso hacia la reconciliación con Dios, asumiendo el anuncio de perdón
y reconciliación proclamado por Jesús.
El
Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que: “la Confesión de los pecados,
incluso desde el punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita
nuestra reconciliación con los demás. Por la Confesión, el hombre se enfrenta a
los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se
abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible
un nuevo futuro”. (Catecismo; #1455)
Jesús,
no vino para condenar, sino para perdonar, salvar y dar esperanza incluso en la
oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, “pues el Hijo del hombre ha venido
a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (Lc 19, 10).
Frecuentar el Sacramento de la Reconciliación
confesión o penitencia indica que
reconocemos la necesidad que tenemos de Dios, para purificar nuestra alma y de
la gracia necesaria para evitar las ocasiones de pecado, porque es importante que el corazón esté
abierto al perdón y a la misericordia,
con el propósito de reparar el mal cometido y cumplir fielmente voluntad
de Dios
Sobre todo cuando reconocemos con fe y
obediencia que el Sacerdote, tiene la autoridad conferida desde los primeros
apóstoles para perdonar nuestros pecados, como administrador del perdón y servidor
de Dios, para el bien de los hombres.
Por eso demos el primer paso para avanzar
firmemente en nuestro compromiso cristiano, frecuentando el Sacramento de la Reconciliación,
confesión, o penitencia, no sólo por formalidad o costumbre, sino como un acto
de humildad, confianza y esperanza.
Porque
no basta pedir perdón al Señor sólo con
pensarlo y sentirlo, sino que es necesario confesar los pecados al Sacerdote, para
reconciliarnos con la Iglesia, con los hermanos y con nosotros mismos, escuchando las palabras: "Tus pecados han sido
perdonados".
“El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado”. En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana”. (Papa Francisco; Audiencia general; 19-02-.2014)Padre de misericordia
Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina
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