Señor Dios, Padre Misericordioso, que habitas el universo y nada escapa a tu presencia, en ti he puesto mi confianza, en ti he abandonado mi esperanza y las luchas de mi alma.
Porque "un corazón fatigado y angustiado tu no lo desprecias", en ti y sólo en ti espero por la renovación de mi pobre corazón cansado por las luchas y herido por las espinas de las rosas y los cardos del camino.
Mis pies están cansados y mis ojos húmedos, mis manos están callosas, pero abiertas a la vida, en un abrazo sincero. En tu amor incondicional busco y anhelo la purificación del mio y en tu promesa de felicidad me refugio.
He recorrido mil caminos sin buscarte y en todos te he encontrado, porque tu llenas todas mis sendas. He llorado de angustia y soledad, me he entregado a mis pasiones y a mi voluntad. He sufrido tantas decepciones como pretensiones he puesto en mi temeridad, en la tierra y sus habitantes. Sólo tú has estado esperando por mi, al final de cada día, para escucharme y acariciar mi rostro sudoroso por el estrés de mis impotencias.
Ahora, cuando quiero seguir mirando al infinito con mi corazón expuesto, no quiero hacerlo sin ti. "Que tu sol, tu luna y todas las estrellas que has creado" sean mis faros en medio del océano de mi ignorancia y que tu voluntad sea mi guía.
Hoy, desde lo más profundo de la entraña de mi corazón, reconozco tu sonrisa en medio de la multitud y quiero que ella sea mi alegría y la razón de mi vida, porque nunca podré encontrar un amor más grande ni providencia más tierna.
Que Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro sea mi compañero en este viaje y que María la dulce Madre y Señora mía, me tome de la mano y nunca me deje solo.. Amén
(13 de Mayo de 2014, Nuestra Señora de Fátima)
Pbro. Alberto José Gutiérrez
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