viernes, 24 de noviembre de 2017

El tiempo antropológico

     La historicidad es una de las características esenciales de la persona humana. El tiempo es el medio en el que vive la persona y es la medida de su vida, pero el tiempo cosmológico, como magnitud física que miden los relojes no es el tiempo del ser humano, el tiempo antropológico.
 
            El ser humano vive el tiempo en forma distinta del resto de las criaturas. Esta valoración es un descubrimiento de la filosofía moderna, especialmente en el siglo XX que corre pareja a la búsqueda del sentido de la vida del ser humano individual y que se había perdido tanto en el racionalismo como en el idealismo. 
    Para ahondar en ello recurramos a los distintos significados de las palabras madurar y envejecer.

    Ambas están referidas al tiempo. Envejecer tiene un significado negativo: el paso del tiempo es vivido como derrota, como humillación y, sobre todo, con una connotación de pasividad, de asunto inevitable, irremediable: envejecer es vivir cronológicamente el tiempo. Madurar tiene una connotación positiva: es un modo de vivir el tiempo que tiene que ver con el crecimiento, con la plenitud, con el sentido, con la libertad.

    Sólo el ser humano, vive el tiempo, es el único animal finito, porque es el único que lo sabe, el resto de los seres vivos pasan completamente ajenos al tiempo. Su vida está ligada al tiempo por mediación del instinto. 

El ser humano, en cambio, está hecho de tiempo tanto como de materia y de espíritu.

    La duración media previsible de la vida humana no es para la persona una circunstancia sino que forma parte de su definición; con arreglo a ella se organiza la vida, pensando en aprovechar el tiempo. En ese sentido está llamado a vivir “el aquí y el ahora”, mientras se proyecta al futuro con la esperanza de experimentar en la temporalidad el sentido más pleno y trascendente de su vida.

    El paso del tiempo es inexorable y tener conciencia de ese paso genera una tremenda responsabilidad de frente a su disposición y uso. El tiempo es en definitiva uno de los más preciados bienes que el hombre debe aprender a administrar con sabiduría y en este contexto la puntualidad cobra una significación superior, ya que implica la afectación del tiempo del otro, del tiempo ajeno.




Alberto José Gutiérrez, sacerdote católico.

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