lunes, 4 de diciembre de 2017

Advenire....



         En medio de la batalla que se vive en Venezuela por sobrevivir a la espantosa crisis estructural que sufrimos, pareciera que llamar a mantener la esperanza fuese una propuesta temeraria, pero no lo es de modo alguno. Ello deberíamos considerarlo como una misión nacional, dadas las circunstancias que estamos viviendo, en medio de una indiferencia fratricida por la que constantemente se violan los derechos y se burla la dignidad de las personas más vulnerables condenándolas a la miseria.

         Esta misión pasa, necesariamente, por rescatar el sentido del Adviento como la espera gozosa en la vida de Dios, que se hace hombre y nace entre los pobres en la inquietante humildad de un pesebre. Esperanza que no conoce de fronteras y que crece de modo especial en los corazones que se convierten en pesebre humilde para que el Señor nazca en ellos.

         Preparar el corazón a este nacimiento misterioso significa y requiere acomodar la vida para que Jesús pueda ver la luz en nosotros, sacudir la paja quitando todo polvo y toda animosidad y pendencia ante el amor que él significa, renunciar al mal, vivir en el bien, buscar la humildad auténtica y cada uno tomar la decisión valiente de asumir la paz como camino, la solidaridad como compañera y la justicia como estandarte. 

         Más allá de todo temor y desilusión, sin importar el tamaño de nuestras frustraciones, para que Jesús nazca en nosotros y con el renazca la esperanza, hemos de creer en el poder de su gracia vivificante, por la cual nosotros somos transformados y podemos con él transformar el mundo.

         Al comenzar el Adviento, tiempo de expectación gozosa en el niño que ha de nacer, es imperativo destacar el sentido trascendente de nuestra espera, deslastrándola de la expectación por un líder con colores políticos que venga a ajustar los desbarajustes económicos y el cúmulo de injusticias que sufre la mayoría de la población y encauzarla como aquella esperanza que supera la miseria, restaura la caridad y permite mantener la paz del corazón, aunque se cruce por la tormenta más perturbadora.



         Vivir el Adviento hoy en Venezuela exige comprometerse en la restauración de la esperanza de nuestro pueblo, rescatar al pobre que clama y así allanar el camino al Señor.


Alberto José Gutiérrez, sacerdote católico.

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