En
medio de la batalla que se vive en Venezuela por sobrevivir a la espantosa
crisis estructural que sufrimos, pareciera que llamar a mantener la esperanza
fuese una propuesta temeraria, pero no lo es de modo alguno. Ello deberíamos
considerarlo como una misión nacional, dadas las circunstancias que estamos
viviendo, en medio de una indiferencia fratricida por la que constantemente se
violan los derechos y se burla la dignidad de las personas más vulnerables
condenándolas a la miseria.

Preparar
el corazón a este nacimiento misterioso significa y requiere acomodar la vida
para que Jesús pueda ver la luz en nosotros, sacudir la paja quitando todo polvo
y toda animosidad y pendencia ante el amor que él significa, renunciar al mal,
vivir en el bien, buscar la humildad auténtica y cada uno tomar la decisión
valiente de asumir la paz como camino, la solidaridad como compañera y la
justicia como estandarte.
Más
allá de todo temor y desilusión, sin importar el tamaño de nuestras
frustraciones, para que Jesús nazca en nosotros y con el renazca la esperanza,
hemos de creer en el poder de su gracia vivificante, por la cual nosotros somos
transformados y podemos con él transformar el mundo.

Vivir
el Adviento hoy en Venezuela exige comprometerse en la restauración de la
esperanza de nuestro pueblo, rescatar al pobre que clama y así allanar el
camino al Señor.
Alberto José Gutiérrez, sacerdote
católico.
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